Literatura infantil sobre la muerte: decir sin decir
El proyecto de resolución con el que el Ministerio de Salud pretende reglamentar la eutanasia abre el debate sobre la concepción de la muerte que tienen los niños, de acuerdo con su grupo etario. Explicamos cómo los libros pueden ser aliados para abordar esta temática.
Danelys Vega Cardozo
A finales de diciembre de 2023, el Ministerio de Salud publicó un proyecto de resolución con el que se pretende reglamentar la eutanasia. Aunque hace falta consolidar los comentarios para expedir uno oficial, desde ya se establecen las condiciones para garantizar el derecho a morir con dignidad a través de este procedimiento. Dentro de sus artículos se fija que los menores de 18 años podrán solicitar la eutanasia. Sin embargo, se hace una diferenciación de acuerdo con el grupo etario y la concepción de muerte conforme a la edad evolutiva. Es por eso por lo que los recién nacidos y neonatos, y la primera infancia, en ninguna circunstancia podrán someterse a la muerte médica asistida. En cambio, menores entre 6 y 17 años tendrán derecho siempre y cuando cumplan unas condiciones. En el caso de los niños entre 6 a 12 años, unos de los requisitos es que su concepto de muerte alcance el nivel esperado para su edad. Una de las herramientas que ayudarían a que eso suceda es la literatura infantil.
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A finales de diciembre de 2023, el Ministerio de Salud publicó un proyecto de resolución con el que se pretende reglamentar la eutanasia. Aunque hace falta consolidar los comentarios para expedir uno oficial, desde ya se establecen las condiciones para garantizar el derecho a morir con dignidad a través de este procedimiento. Dentro de sus artículos se fija que los menores de 18 años podrán solicitar la eutanasia. Sin embargo, se hace una diferenciación de acuerdo con el grupo etario y la concepción de muerte conforme a la edad evolutiva. Es por eso por lo que los recién nacidos y neonatos, y la primera infancia, en ninguna circunstancia podrán someterse a la muerte médica asistida. En cambio, menores entre 6 y 17 años tendrán derecho siempre y cuando cumplan unas condiciones. En el caso de los niños entre 6 a 12 años, unos de los requisitos es que su concepto de muerte alcance el nivel esperado para su edad. Una de las herramientas que ayudarían a que eso suceda es la literatura infantil.
El concepto de muerte que deberían lograr los niños se fija en el numeral tres del artículo 28. Si hablamos del grupo entre 6 a 12 años, se cree que “el concepto de muerte se elabora con gradual conciencia de irreversibilidad y de final. La muerte propia o de un ser querido puede ser difícil de comprender”. La literatura infantil se ha válido de diferentes recursos para que la muerte sea entendida como un hecho real. Por ejemplo, a través de la fábula, muchos escritores han usado los animales y el deceso de sus abuelos como una forma de acercar la muerte a los niños. “Se empieza a dar un elemento importante: que el niño pueda comprender lo que está pasando con sus emociones. Si hay vacío, tristeza o llanto por extrañar a ese ser que ya no va a ver físicamente, pero que lo va a acompañar en la memoria o con su espíritu (dependiendo de la cosmovisión)”, dice Andrés Susatama, licenciado en artes y magíster en infancia y cultura.
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Que los pequeños logren comprender sus emociones a través de la literatura infantil, tras la muerte de un ser querido, no es un lugar privilegiado para la fábula, pues el cuento y el libro álbum también han desempeñado la misma función. Este último le da al niño una apertura a componentes más imaginativos, pues al excluirse los textos se vale solo de las imágenes para contar una historia, y es el infante quien debe hacer una interpretación de lo que está viendo. Sin embargo, su visión puede ser guiada por un adulto, quien puede ayudarle a ponerle palabras a la narración y formar una idea precisa de lo que está observando. Pero lo cierto es que fue hasta finales del siglo XX que se incrementó el interés por abordar la muerte desde la literatura.
Andrés Susatama dice que los hechos históricos que impulsaron aquel fenómeno fueron la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría (marcada por sucesos como los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki), siendo difícil negarles a los niños las múltiples formas en que fallecían las personas. Otro factor que influyó fue la Declaración de los Derechos de los Niños, que aprobó el 20 de noviembre de 1959 la Asamblea General de las Naciones Unidas. Al ser reconocidos como sujetos de derecho y gozar de una protección especial, la forma de narrar cambia. La transformación narrativa también dependerá de la cultura. Ni siquiera en Latinoamérica se puede hablar de una misma narrativa en cuanto a la muerte.
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En el caso mexicano, a través de celebraciones como el Día de Muertos, el tema se convirtió “en un ejercicio de acompañamiento a un traslado”. En Colombia puede variar dependiendo de la comunidad indígena. Incluso, los pueblos primarios tienen sus propios mitos y leyendas para hablar de la muerte. También el abordaje se transforma de acuerdo con la región del país. “Hubo un tiempo en la región Atlántica, con todo el proceso del narcotráfico, en que las familias se quedaron sin integrantes, entonces empezaron a contratar a las plañideras: mujeres que lloraban a los muertos porque no había nadie más que los llorara. Y ahí se cambia la narración a los niños que estaban presenciando eso”.
En el interior, la sustitución de los velorios en la casa por las funerarias hizo que los niños tuvieran un acercamiento distinto con la muerte de sus seres queridos, pues en algunas ocasiones se evita que asistan a estas ceremonias porque pueden hacer ruido e incomodar o afectar a los familiares. “Pero tampoco le aclaran al niño por qué no puede llorar o reír en estos eventos. Por eso también se han escrito muchos libros explicándoles que cuando una persona se va, queda un vacío (un lugar en el estómago y en la memoria), y se les explica que van a recordarla porque tienen fotos o videos, pero ya esa persona no va a estar. Con esos elementos empiezan a construir las metáforas para los cuentos o las fábulas”.
El uso de las metáforas para hablar de la muerte con los niños se remonta a la literatura europea y cuentos negros como Blancanieves, La bella durmiente, Caperucita Roja, entre otros. En ellos la muerte se desdibuja de la realidad y se recurre a metáforas para mencionarla. Otro ejemplo es La niña de los fósforos, de Hans Christian Andersen, que emplea la ficción para narrar un hecho que puede tomarse como verosímil: la muerte de una niña en la calle a causa del frío. “En muchos casos lo que pasa es que los adultos no tienen las herramientas suficientes para poder abordar la muerte. Entonces, la literatura se ha convertido en ese apoyo que tienen para poder hablar del tema antes de llegar directamente a decirle al niño: ‘La persona murió o el animal murió’”.
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No obstante, como explica Andrés Susatama, a nivel global existe una tendencia al pensamiento positivista que, incluso, ha causado repercusiones en las temáticas que se abordan desde la literatura infantil, dándoles una supremacía a los cuentos que se centran en la felicidad, la alegría y el amor, que a los relacionados con la tristeza, la rabia y el vacío. “Estas narraciones siempre están buscando que, aunque se hable de algo triste, haya una forma de encontrar la felicidad. (…) La manera más fácil es montar una cortina de humo para que no se sienta tan trágico y se pueda salir más rápido del duelo. Pero a veces lo que pasa es lo contrario, porque se quedan ahí todas las dudas y se amplía la herida en el tiempo”.