Exhibir y consumir cuerpos, el círculo vicioso del capitalismo contemporáneo
La exposición “F.L.E.S.H.”, de Felipe Lozano, que se presenta hasta el 28 de enero en la Sala E de la Cinemateca de Bogotá, es un reflejo de la obsesión por los estándares de belleza y los cuerpos que se muestran en la pornografía.
Danelys Vega Cardozo
La sala es oscura. Si no fuera por las luces que provienen de algunas piezas artísticas regadas en el espacio o la lámpara led de la entrada, quizá los tropiezos serían inminentes. Hay ruido. No son voces humanas, son sonidos emitidos por algunos artefactos. En una esquina, de un rodillo motorizado desciende sin cesar una tela confeccionada en látex. Aquello es una masa de carne o al menos quiere simular serlo. Antes de que la carne toque el suelo es recibida por el fuego o los destellos naranjas que parecen llamas. La única forma de que la tela deje de bajar es apagando la pieza. Algo similar sucede con las redes sociales: para frenar el consumo desmedido de imágenes es necesario una vida fuera de las pantallas. “Las redes sociales se basan mucho en la explotación del deseo, de la excitación”, dice Felipe Lozano, el artista detrás de aquella obra y las otras que integran la exposición F.L.E.S.H. (“Figuras Luminosas En Situaciones Hedonistas”).
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La sala es oscura. Si no fuera por las luces que provienen de algunas piezas artísticas regadas en el espacio o la lámpara led de la entrada, quizá los tropiezos serían inminentes. Hay ruido. No son voces humanas, son sonidos emitidos por algunos artefactos. En una esquina, de un rodillo motorizado desciende sin cesar una tela confeccionada en látex. Aquello es una masa de carne o al menos quiere simular serlo. Antes de que la carne toque el suelo es recibida por el fuego o los destellos naranjas que parecen llamas. La única forma de que la tela deje de bajar es apagando la pieza. Algo similar sucede con las redes sociales: para frenar el consumo desmedido de imágenes es necesario una vida fuera de las pantallas. “Las redes sociales se basan mucho en la explotación del deseo, de la excitación”, dice Felipe Lozano, el artista detrás de aquella obra y las otras que integran la exposición F.L.E.S.H. (“Figuras Luminosas En Situaciones Hedonistas”).
Aquella muestra no existiría sin la obra con la que se inicia la exhibición: GAN-bang, una videoinstalación construida a partir de la colaboración con una inteligencia artificial, que se encargó de mezclar imágenes pornográficas recopiladas por Felipe lozano y pinturas renacentistas. El resultado fue una “orgía de bits” -como dice el artista-, en donde no hay rostros, sino solo carne amontonada o cuerpos monstruosos. Un filtro polarizado es el que permite la visualización de las imágenes en un proyector blanco. GAN-bang no es una pieza nueva, pues fue realizada para otra exposición conjunta en la que participó Lozano en 2022. Pero lo cierto es que, gracias a ella, se desprendieron otros ejercicios experimentales “en torno a la idea de sacar las masas de carne que estaban en la pantalla al mundo offline”.
Tras una pregunta, Felipe Lozano llega a la conclusión de que aquel propósito tal vez surgió de una necesidad suya por darle un cuerpo a una máquina que desea cuerpos, pero no tiene uno propio. A él le llama la atención el concepto de “vida artificial”, “y una de las condiciones para que exista es que tenga cuerpo. Entonces, una de las barreras de la inteligencia artificial es que no tiene uno”. Su interés por aquel tipo de vida se remonta a sus orígenes in vitro. “De alguna manera sentía que era producto de una experimentación, que no cumplía con esas reglas de la vida natural, de ser el resultado de una relación sexual”. La técnica empleada para darle vida, conocida como fecundación in vitro, es “un método en el cual el óvulo y el espermatozoide se fecundan fuera del útero materno, en una probeta o caja de Petri”. Ahora, una caja similar hace parte de su exposición mediante la pieza Espectro In vitro.
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En alguna parte de la sala los visitantes se encuentran con una trotadora. El día de la inauguración de F.L.E.S.H. un hombre descamisado se subió a ella y trotó durante dos horas. Aquello fue transmitido por Instagram Live. Lo que vieron los espectadores fue la imagen de un hombre sin rostro; el video se centró en su tórax y abdomen. No todos los días Felipe Lozano se puede dar el lujo de tener un modelo que haga el mismo ejercicio. Por eso conserva un registro de la transmisión, que es reproducido a través de un dispositivo electrónico que se encuentra sobre la trotadora. La acción inicial, a la que tituló Don’t follow me, I’m lost too (No me sigas, también estoy perdido), partió de una reflexión en torno a “cómo nos ponemos en las vitrinas virtuales como cuerpos sin cabeza para ser consumidos por otros, al mismo tiempo que consumimos otros cuerpos”. Lozano se incluye porque sabe que es parte de ese sistema.
El sistema lleva por nombre “capitalismo contemporáneo”. “Vivimos en una época en la que ya no se consumen productos o servicios, sino experiencias, y ellas lo que hacen es explotar nuestra excitación y deseo”. Ese capitalismo fabrica un montón de productos pornográficos, que van más allá de la industria audiovisual del sexo y se expande hasta las redes sociales, en donde “uno exhibe su cuerpo y consume otros cuerpos”.
― ¿Cómo salir de ahí?
― No lo sé y tampoco sé si quiera salir de ahí. Pero reconozco que soy parte de ese capitalismo porque voy al gimnasio, me muestro en redes sociales sin camisa y hay acciones del mundo gay que crítico, pero también hago.
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Al ser consciente de pertenecer a la masa, no busca con F.L.E.S.H hacer una crítica sobre los estándares de belleza y los cuerpos que se muestran en la pornografía, sino ofrecer un reflejo de los “estereotipos de cuerpos ideales, marcados, musculosos (generalmente blancos), que se muestran en las pantallas”. Lo que quiere Felipe Lozano con su muestra es generar una nueva forma de entender el cuerpo, a veces con ayuda de una inteligencia artificial, tecnología que está presente en varias de sus piezas. Tiempo atrás, con GAN-bang, su propósito fue más ambicioso.
Él creía que iba a descubrir el futuro del porno, uno en el que no se explotaran a las personas. Pensó que podría construir una pornografía hecha de beats. “Al final no lo logré, pero me pareció interesante las otras formas de cuerpo que se generaban: uno tal vez monstruoso, no hegemónico”. Hoy en su exhibición dialogan esas otras formas con las hegemónicas. “La pornografía de alguna manera ha negado la capacidad de imaginación a los espectadores. Estas piezas, que nos permiten ver una serie de texturas -que son familiares porque uno reconoce ciertas partes del cuerpo- ayudan a darle la libertad al espectador de imaginar qué es lo que está sucediendo allí”.
Andrés Foglia desde su rol de curador ha acompañado a Felipe Lozano desde que inició con este proyecto, que es el resultado de una beca que fue financiada por Idartes y Bogoshorts. Su propósito consistió en lograr que los enunciados delineados por el artista tomaran forma y les presentara una experiencia a los visitantes. “Estas piezas te ponen al frente de un algo que está pasando. Por eso, esta exposición implica ver, pero también tomarse el tiempo para estar”. Y hay gente que ha preferido no estar, que ha salido de la exposición con tanta rapidez como ingresa. “He escuchado comentarios como “muy gay”, en cambio otros visitantes se enganchan”. Quizá aquello sucede porque como dice él: “El arte contemporáneo te invita a vivir experiencias. No todo el mundo interpreta lo mismo”.
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A pesar de que las obras son de libre interpretación, desde el inicio de F.L.E.S.H., Felipe Lozano ha ofrecido algunas visitas guiadas. Entonces, cuando sucede eso, una pieza que por lo general permanece apagada recorre un trayecto lineal. En medio de la oscuridad del salón, sobre una especie de platillo blanco motorizado, se sostiene un suplemento proteico. “Cannibal”, dice su etiqueta. El dispositivo viaja de una esquina a otra en compañía de una pequeña luz que se encarga de iluminar su camino. La luz parece ser un reflector, y la carne sedienta busca ser exhibida y consumida.