El eterno presente del sueño latinoamericano en el arte
El nuevo ciclo expositivo del Museo de Arte Moderno de Bogotá, inaugurado el 14 de marzo, tiene tres exhibiciones cuya narrativa busca mostrar el auge y la caída del sueño moderno latinoamericano.
Andrea Jaramillo Caro
Un Cristóbal Colón ladeado, apoyado sobre un globo terráqueo inflable, y con su mano apuntando a una Isabel la Católica de espaldas al público y entre plantas nativas colombianas, son las obras que reciben a la audiencia en el nuevo ciclo expositivo del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Las tres muestras inauguradas en marzo cuentan una historia en tres fases. Entre el artista venezolano Carlos Cruz-Diez, el hispano-venezolano Alexander Apóstol y el colombiano Carlos Castro Arias, el MAMBO apostó por utilizar el arte como la metáfora del sueño moderno latinoamericano.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Un Cristóbal Colón ladeado, apoyado sobre un globo terráqueo inflable, y con su mano apuntando a una Isabel la Católica de espaldas al público y entre plantas nativas colombianas, son las obras que reciben a la audiencia en el nuevo ciclo expositivo del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Las tres muestras inauguradas en marzo cuentan una historia en tres fases. Entre el artista venezolano Carlos Cruz-Diez, el hispano-venezolano Alexander Apóstol y el colombiano Carlos Castro Arias, el MAMBO apostó por utilizar el arte como la metáfora del sueño moderno latinoamericano.
“El modernismo, que es el primer fenómeno globalizado, tiene en Latinoamérica algunas connotaciones específicas. Un gusto, prosperidad, avance tecnológico, pero principalmente es visto y analizado con una mirada retrospectiva, es presentado por gobiernos autoritarios que lo usan como una bandera propagandística de prosperidad. El ciclo expositivo habla del auge y la caída del sueño del proyecto moderno”, aseguró Eugenio Viola, curador en jefe.
Las estatuas que, según el curador, fueron presentadas por primera vez como obras de arte y no monumentos, son el abrebocas de la muestra “Cromofilia”, de Cruz-Diez. La investigación del artista venezolano sobre el color y su percepción física actúa como la fase utópica de esa metáfora del sueño latinoamericano. “Es la fase optimista y lo que pasó a la historia como el boom petrolero”. Según Viola, la colaboración entre los tres artistas y los esfuerzos por desarrollar esta muestra comenzaron hace cuatro años.
La obra de Alexander Apóstol, en el segundo piso del museo, está exhibida en la muestra “Postura y geometría en la era de la autocracia tropical”. En su primera muestra institucional en Colombia, el artista evidencia y explora los códigos de raza, género e identidad que se encuentran en algunas ideologías presentes en Latinoamérica en la década de 1990.
Para crear la narrativa museográfica de las fases de ese sueño moderno, Viola afirmó que en el espacio expositivo del MAMBO es necesario acompañar a la arquitectura y no pelear contra ella. Esto hizo que conceptualmente se reflejaran las salas para crear ese diálogo entre los momentos de la modernidad.
La “cereza en el pastel”, en palabras de Viola, fue el artista bogotano Carlos Castro Arias. En el tercer piso del museo su obra se refiere también a aquellas esculturas que introducen a la exposición. La identidad, cultura e historia colombiana se reflejan en las diferentes piezas y medios que componen la muestra. Entre bustos intervenidos con chaquiras de plástico, video instalaciones, tapices en el estilo de los Gobelinos y esculturas envueltas en fuego, Castro Arias propone una revisión de la modernidad y nuestra historia reciente.
Detrás de las dos esculturas que abren la exposición, se encuentra una obra que, según Castro, pasa “desapercibida”. Es una cabeza reducida que está puesta sobre el modelo anatómico de un torso hecho en bronce. “Encuentro” es el nombre de esta pieza que dialoga con las dos figuras del “descubrimiento” de estos territorios y pone sobre la mesa la discusión entre lo racional y científico, además de lo místico y los conocimientos perdidos.
Parte de la obra de Castro Arias se enmarca en la idea de bajar de sus pedestales a estas figuras históricas, cosa que hizo con Cristóbal Colón e Isabel la católica, y traerlos a un espacio en el que se puedan percibir como un espejo de nosotros mismos. Parte de esto se refleja en los tapices al estilo de los Gobelinos que muestran diferentes figuras de nuestra historia reciente como Pablo Escobar, Hugo Chávez, Álvaro Uribe, Diomedes Díaz, entre otros. Como si se tratara del famoso tapiz del unicornio que cuelga en el museo Met Cloisters, estas obras de Castro Arias requieren de una mirada aguda y una atención al detalle para revelar ciertos símbolos tejidos entre los hilos.
La muestra del artista colombiano va ligada a la narrativa de la decadencia y muerte del sueño latinoamericano a la que se refería Viola. Para el artista este concepto no está tan claro en nuestra región, a diferencia, por ejemplo, del sueño norteamericano. “No sabemos cómo se ven los sueños de los países vecinos. Tenemos como referente la idea estadounidense, pero no hay una respuesta clara frente a cómo se construye la idea del sueño latinoamericano. Y eso es interesante porque al final tenemos historias, razas y economías muy similares. Pero realmente no sabemos bien qué pasa en Perú o Chile porque, aunque estemos juntos como región, miramos a otros lados y no a nosotros mismos. Tenemos que crear el sueño latinoamericano”, afirmó.
Sin embargo, a Castro Arias no le interesa que su audiencia salga con conclusiones claras luego de ver su obra, sino que hagan sus propias interpretaciones de lo que vieron. “No tengo ninguna postura ni agenda concreta con esto. Mi intención es que se generen conversaciones, esa es la manera en la que siento que deben ser vividas y experimentadas. Lo importante es que la gente vea las obras y se sienta reconocida o identificada”.
Hay una palabra que resuena entre la muestra del artista bogotano: pasado. Este se repite en el nombre de la exhibición: “El pasado nunca muere. No es ni siquiera pasado”. Esa frase que el artista y el curador tomaron prestada de William Faulkner se quedó con Castro Arias: “El pasado es algo que nos sigue tocando y no está tan lejano. Me llama la atención cómo a través de esos elementos podemos continuar la conversación. En ‘La sociedad de la nieve’ hablan un poco de esta idea, de cómo hay que indagar constantemente en el pasado, porque eso es lo que más cambia. Las percepciones se transforman: antes, los monumentos a Colón y la reina Isabel se hicieron para conmemorar estas figuras. Ahora nadie los haría”.
Para el artista, vivimos en un eterno presente. Esto influye en que sus obras no se detengan en el tiempo, sino que se comporten como seres vivos cuya percepción e interpretación muten constantemente. Los ciclos y la lógica que mantienen viva una obra, aunque hayan pasado 20 años, para el artista dan cuenta de cómo el arte puede convertirse en una extensión de la vida misma.