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Gran voz de la literatura francófona, la escritora guadalupeña Maryse Condé falleció en la noche del lunes al martes en el hospital de Apt (Vaucluse), según informó su esposo, Richard Philcox.
Nacida en Pointe-à-Pitre el 11 de febrero de 1934, Maryse Condé abordó en una treintena de libros temas como África, la esclavitud y las múltiples identidades negras. También era muy conocida en los Estados Unidos, donde vivió veinte años en Nueva York. Inauguró y dirigió un centro de estudios francófonos en la Universidad de Columbia.
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“Siempre trabajé con ella en diferentes editoriales y admiraba profundamente su influencia, su valentía. Inspiró a muchos escritores a lanzarse”, declaró su editor, Laurent Laffont. Hasta el final de su adolescencia Maryse Condé no se dio cuenta que era negra. Nunca había oído hablar de la esclavitud ni de África. Su madre, profesora, le prohibió hablar creole y la obligó a aprender el francés.
Fue a su llegada a París, con 19 años, cuando se dio cuenta de la barrera que suponía el color de su piel. Conoció al escritor martiniqués Aimé Césaire, la voz de la negritud en la literatura francesa.
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Madre soltera, se traslada a Guinea, país que acaba de ganar su independencia, y ahí vive con muchas dificultades. No fue hasta los 42 años cuando empezó a escribir, después de doce años de penalidades, y lo logró gracias a Richard Philcox, quien se convertiría en su traductor.
En 1976 publicó Heremakhonon, luego Segu (1984-1985), un éxito de ventas, sobre el imperio bambara en el siglo XIX en Mali. También fue autora de La deseada y de Yo Tituba, la bruja negra de Salem y su nombre había sido mencionado varias veces para el Premio Nobel de Literatura.
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Maryse Condé vivía en Gordes, un pequeño pueblo provenzal de Vaucluse, en el sur de Francia. Afectada por una enfermedad neurodegenerativa, se estableció allí con su esposo en la década de 1980. Fue allí donde dictó su último libro a una amiga, El Evangelio del nuevo mundo, su reescritura del Nuevo Testamento.