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                                                                                                                                Falleció Julio Sánchez Vanegas, el hombre que creó todo lo que quiso que existiera

                                                                                                                                A propósito de la muerte del locutor de radio y empresario, presentamos algunos testimonios de familiares y profesionales sobre quien, desde cero, creó un camino que lo convirtió en uno de los referentes más importantes de los medios de comunicación en Colombia.

                                                                                                                                Laura Camila Arévalo Domínguez

                                                                                                                                Editora de El Magazín cultural

                                                                                                                                Que no pontificaba. Que hacía. En vez de dictar cátedra, hacía. Les demostró a sus hijos y a todas aquellas personas que quisieron observarlo de cerca para aprender o seguirlo que nada era imposible, y no precisamente por algún asunto mágico, sino porque hacía todo lo que estuviese a su alcance para que lo que quisiera dejara de ser sueño y se convirtiera en algo para tocar, para entregar. Julio E. Sánchez Vanegas no daba consejos, daba ejemplo.

                                                                                                                                “Nunca le tuvo miedo a nada”, dijo su hijo Gerardo Sánchez Cristo. La mayor enseñanza que le dejó su papá fue la certeza de que todo lo que quisiera hacer era posible, siempre, por más difícil que pareciera. Dijo que él ni ninguno de sus hermanos se acercaron al nivel de trabajo, realización y logros de su padre. Que está convencido de que no le “llegan ni a los tobillos”: “Yo hubiese querido ser así, tener esa historia”. Afirmó, además, que no podría decir nada malo de su padre, que no podría hablar de defectos y que, más allá de su trabajo, no recuerda que tuviese otras pasiones o distracciones.

                                                                                                                                Le sugerimos leer Sergio del Molino: sobre su vida y obra(s)

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                                                                                                                                En su casa, los hijos siempre fueron primero. En la mesa tenían la comida servida antes que su madre y su padre. Si no hubiese habido, los mayores habrían dicho que no tenían hambre, o simplemente no habrían comido. Y en esas comidas, a veces salían historias de los inicios del padre: “¿Cómo es que alguien consigue los derechos de Miss Universo en Estados Unidos sin hablar ni una gota de inglés?”, se preguntó. Y se maravilló. A Gerardo la voz le cambió cuando volvió a ser consciente de que su padre fue su padre. Aseguró que jamás hubo presiones para que ninguno de ellos estudiara algo relacionado con Producciones JES, su empresa. Que se les respetó su libertad.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: Reaparece un retrato de Klimt desaparecido durante casi un siglo y valorado en 50 millones

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                                                                                                                                Armando Plata, locutor colombiano, estuvo de acuerdo. Supo de don Julio, como le dijo, en 1969. Él tenía 19 años y Sánchez Vanegas ya era un hombre reconocido en la radio y la televisión. Lo admiraba por su emisora de música instrumental y canciones en inglés, Emisoras Monserrate, que para él era algo muy distinto a lo que había en el momento por su potencia, programación y estilo. Le parecía muy universal. Creía que era una radio actualizada, viva.

                                                                                                                                En 1970, Sánchez supo de él porque necesitaba un locutor que tuviera visa y hablara inglés. Otto Greiffenstein era quien inicialmente viajaría con él a cubrir la transmisión de Miss Universo, pero se enfermó. Alguien le habló de Plata, así que se comunicó y le hizo un examen por teléfono, lo pasó y viajaron. Desde ese momento, la proximidad entre ellos fue cada vez mayor. Como Plata era tan joven, se quedaba en el hotel cuando Sánchez y el “Turco” París, otro locutor muy reconocido en Colombia que viajó con ellos, salían a tomarse unos tragos. “Te traemos una chupeta”, le decía Sánchez, y desde ese momento, para referirse a Plata, se habla del “Chupo”. Así le dicen.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Se armó un grupo de cuatro figuras de la radio: Enrique el “Turco” París, Otto Greiffenstein, Julio Sánchez Vanegas y Armando el “Chupo” Plata. Una vez por semana, salían a almorzar. Coincidían en estrenos de películas, encuentros deportivos, etc. Los eventos familiares también eran otra excusa para verse. “De cierta forma, me siento como un miembro o un protegido de esa familia”, contó Plata.

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                                                                                                                                Jorge Barón tenía 20 años cuando conoció a Julio Sánchez Vanegas, que tenía 40, aproximadamente.

                                                                                                                                —¿Usted quiere ser locutor? —Claro, don Julio —dijo Barón. —Venga y haga una prueba. Ah, ¿y sabe escribir a máquina?

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Podría interesarle leer: Pero cero más cero no siempre es cero

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                                                                                                                                Llamaba a los clientes y les vendía por teléfono espacios en sus programas. Y así fue como Barón entendió que también quería ser empresario, así fue como entendió que eso se podía. Así, de hecho, sigue consiguiendo sus clientes.

                                                                                                                                “Fue un gran maestro y yo fui uno de sus mayores alumnos, sin él saberlo. Tal vez no percibía que yo estaba tan atento a sus métodos para todo. Hasta cómo se movía y hablaba. Me acostumbré a trabajar los sábados por él, por ejemplo”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Jorge Barón se demoró mucho más tiempo del que tuvo que demorarse haciendo aquellas programaciones. En esa máquina, Julio Sánchez Cristo, uno de los hijos de Sánchez Vanegas, jugó durante un tiempo cuando fue un niño. En esa máquina, Barón aprendió a perseverar para, además de ser locutor, convertirse en empresario, así como su ídolo, como su jefe, que estaba a una oficina de distancia. Lo consiguió porque alguien le demostró que era posible.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Duró años recibiendo ganancias, teniendo recursos para comprarse un carro, pero eligiendo el bus. Duró años persistiendo porque conoció a otro que, como él, había llegado de un pueblo a la gran ciudad. Y como él, no sabía mucho, no tenía nada. Como él, se inventó todo lo que ni siquiera le habían dicho que era imposible, porque ni lo habían imaginado. Fueron años en los que lo crearon todo.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Que no pontificaba. Que hacía. En vez de dictar cátedra, hacía. Les demostró a sus hijos y a todas aquellas personas que quisieron observarlo de cerca para aprender o seguirlo que nada era imposible, y no precisamente por algún asunto mágico, sino porque hacía todo lo que estuviese a su alcance para que lo que quisiera dejara de ser sueño y se convirtiera en algo para tocar, para entregar. Julio E. Sánchez Vanegas no daba consejos, daba ejemplo.

                                                                                                                                “Nunca le tuvo miedo a nada”, dijo su hijo Gerardo Sánchez Cristo. La mayor enseñanza que le dejó su papá fue la certeza de que todo lo que quisiera hacer era posible, siempre, por más difícil que pareciera. Dijo que él ni ninguno de sus hermanos se acercaron al nivel de trabajo, realización y logros de su padre. Que está convencido de que no le “llegan ni a los tobillos”: “Yo hubiese querido ser así, tener esa historia”. Afirmó, además, que no podría decir nada malo de su padre, que no podría hablar de defectos y que, más allá de su trabajo, no recuerda que tuviese otras pasiones o distracciones.

                                                                                                                                Le sugerimos leer Sergio del Molino: sobre su vida y obra(s)

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                                                                                                                                En su casa, los hijos siempre fueron primero. En la mesa tenían la comida servida antes que su madre y su padre. Si no hubiese habido, los mayores habrían dicho que no tenían hambre, o simplemente no habrían comido. Y en esas comidas, a veces salían historias de los inicios del padre: “¿Cómo es que alguien consigue los derechos de Miss Universo en Estados Unidos sin hablar ni una gota de inglés?”, se preguntó. Y se maravilló. A Gerardo la voz le cambió cuando volvió a ser consciente de que su padre fue su padre. Aseguró que jamás hubo presiones para que ninguno de ellos estudiara algo relacionado con Producciones JES, su empresa. Que se les respetó su libertad.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: Reaparece un retrato de Klimt desaparecido durante casi un siglo y valorado en 50 millones

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                                                                                                                                Armando Plata, locutor colombiano, estuvo de acuerdo. Supo de don Julio, como le dijo, en 1969. Él tenía 19 años y Sánchez Vanegas ya era un hombre reconocido en la radio y la televisión. Lo admiraba por su emisora de música instrumental y canciones en inglés, Emisoras Monserrate, que para él era algo muy distinto a lo que había en el momento por su potencia, programación y estilo. Le parecía muy universal. Creía que era una radio actualizada, viva.

                                                                                                                                En 1970, Sánchez supo de él porque necesitaba un locutor que tuviera visa y hablara inglés. Otto Greiffenstein era quien inicialmente viajaría con él a cubrir la transmisión de Miss Universo, pero se enfermó. Alguien le habló de Plata, así que se comunicó y le hizo un examen por teléfono, lo pasó y viajaron. Desde ese momento, la proximidad entre ellos fue cada vez mayor. Como Plata era tan joven, se quedaba en el hotel cuando Sánchez y el “Turco” París, otro locutor muy reconocido en Colombia que viajó con ellos, salían a tomarse unos tragos. “Te traemos una chupeta”, le decía Sánchez, y desde ese momento, para referirse a Plata, se habla del “Chupo”. Así le dicen.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Se armó un grupo de cuatro figuras de la radio: Enrique el “Turco” París, Otto Greiffenstein, Julio Sánchez Vanegas y Armando el “Chupo” Plata. Una vez por semana, salían a almorzar. Coincidían en estrenos de películas, encuentros deportivos, etc. Los eventos familiares también eran otra excusa para verse. “De cierta forma, me siento como un miembro o un protegido de esa familia”, contó Plata.

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                                                                                                                                Jorge Barón tenía 20 años cuando conoció a Julio Sánchez Vanegas, que tenía 40, aproximadamente.

                                                                                                                                —¿Usted quiere ser locutor? —Claro, don Julio —dijo Barón. —Venga y haga una prueba. Ah, ¿y sabe escribir a máquina?

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Podría interesarle leer: Pero cero más cero no siempre es cero

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                                                                                                                                Llamaba a los clientes y les vendía por teléfono espacios en sus programas. Y así fue como Barón entendió que también quería ser empresario, así fue como entendió que eso se podía. Así, de hecho, sigue consiguiendo sus clientes.

                                                                                                                                “Fue un gran maestro y yo fui uno de sus mayores alumnos, sin él saberlo. Tal vez no percibía que yo estaba tan atento a sus métodos para todo. Hasta cómo se movía y hablaba. Me acostumbré a trabajar los sábados por él, por ejemplo”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Jorge Barón se demoró mucho más tiempo del que tuvo que demorarse haciendo aquellas programaciones. En esa máquina, Julio Sánchez Cristo, uno de los hijos de Sánchez Vanegas, jugó durante un tiempo cuando fue un niño. En esa máquina, Barón aprendió a perseverar para, además de ser locutor, convertirse en empresario, así como su ídolo, como su jefe, que estaba a una oficina de distancia. Lo consiguió porque alguien le demostró que era posible.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

                                                                                                                                Duró años recibiendo ganancias, teniendo recursos para comprarse un carro, pero eligiendo el bus. Duró años persistiendo porque conoció a otro que, como él, había llegado de un pueblo a la gran ciudad. Y como él, no sabía mucho, no tenía nada. Como él, se inventó todo lo que ni siquiera le habían dicho que era imposible, porque ni lo habían imaginado. Fueron años en los que lo crearon todo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Vanegas, que no habló inglés ni creció en medio de lujos, le abrió el camino a todo lo que quiso crear. Le abrió el camino a todo lo que quiso que existiera.

                                                                                                                                Por Laura Camila Arévalo Domínguez

                                                                                                                                Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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