Federico Uribe: “Es estúpido y suicida seguir utilizando una cosa que nos está matando”
En el Palazzo Bembo de Venecia, el artista colombiano presentó su instalación “Arrecife de coral”, que construyó con recipientes de plástico, el material que está destruyendo los océanos.
Laura Camila Arévalo Domínguez @lauracamilaad
Desde lejos se ve un paisaje marino lleno de color, una silueta sana que florece; pero a medida que los ojos del espectador se van acercando a la obra de Federico Uribe, van identificando que lo que compone esa gran imagen son pequeños pedazos de plástico. Con la proximidad a la instalación, es fácil entender cómo el ecosistema marítimo está siendo reemplazado por basura tirada desde la superficie. "Arrecife de coral" es la obra con la que el artista colombiano reflexiona sobre el uso indiscriminado de este material, que generalmente termina desechado en los océanos. Aunque el principal objetivo de Uribe es producir belleza con objetos que no fueron creados para este fin, esta muestra, que ahora está expuesta en Venecia, carga con un mensaje necesario: estamos matando el mundo, nos estamos matando.
Federico Uribe habló para El Espectador sobre los detalles de esta instalación y las intenciones de sus obras.
Observando su obra y leyendo las descripciones que hay sobre ella, es difícil ubicarla dentro de alguna vertiente específica del arte contemporáneo, ¿cómo la definiría usted?
No me defino de ninguna manera, hago lo que se me ocurre y lo que soy capaz de financiar. Tengo esta necesidad compulsiva de hacer cosas y el resultado de mi trabajo es el resultado de mi necesidad de construir sin parar. No creo en las clasificaciones y tampoco creo que nadie sea clasificable. Tengo fe en mi propia intuición.
Antes de “jugar con objetos” usted pintaba. ¿Cómo pasó de expresarse por medio de los pinceles a hacerlo juntando objetos cotidianos para formar sus piezas?
Para ser pintor hay que ser virtuoso. Hay niños que tocan el piano sin que nadie les enseñe, esos niños son virtuosos, y bueno, yo no fui el pintor que quería ser. Cuando me di cuenta de eso tuve una depresión en Guadalajara con la que me confronté. Después comencé a jugar con objetos y ahí sí me dije: este sí. Aquí estoy yo. Me enfoqué y a eso es a lo que me dedico.
Sus piezas comienzan a tener más sentido cuando el espectador se acerca. De lejos se ve una figura fácil de identificar, pero cuando hay cercanía se aprecian los detalles de los materiales con los que fue construido. Ahí el mensaje se visibiliza. En esta obra usted hizo un arrecife de plástico, el material que está destruyendo los océanos…
Construyo objetos con objetos. En la escogencia del objeto y el resultado hay una intención de utilizar este símbolo desde mi perspectiva personal, o sea, desde mi historia y de la sociedad a la que pertenezco. Los artistas producen sobre lo que creen, sobre lo que ven. Si tú vives frente al mar es inevitable que pienses en el plástico y, si además de eso, tienes algún tipo de curiosidad sobre lo que está pasando en el mar, pues aprendes que los humanos tiran ocho millones de toneladas de plástico al año, que el uso de una bolsa es de 15 minutos y que hay billones de botellas de agua que no se destruyen. Es estúpido y suicida seguir utilizando una cosa que nos está matando. Mi intención es que la belleza seduzca a la conciencia, pero lo importante para mí es la experiencia estética.
¿Tuvo en cuenta el “arte povera” (arte pobre) para la construcción de su obra?
No creo. La mayoría de los artistas que trabajan en ese movimiento tienen como parte de su planteamiento la manufactura pobre. Yo soy un súper cuidadoso artesano.
Usted dice que la mayor parte de su trabajo se basa en las palabras y que su relación con la literatura es estrecha…
He sido un lector obsesivo. Ahora leo poco, pero escucho libros mientras trabajo. No trabajo sin libro. Me gusta la literatura y la historia. También algunas cosas científicas sobre el funcionamiento del cerebro. Tengo un paralelo en mi cabeza, que no sé si es cierto o no, pero creo que las palabras no tienen un significado fijo, sino el que el contexto o la intención del que las usa se lo dan. Si leen los títulos de mis obras, verán que, aunque no siempre lo logro, intento crear entre la palabra, el objeto y la imagen un triángulo de significado que altera las concepciones iniciales de las tres cosas.
¿Cree que el uso del plástico puede reducirse con más actos como los suyos?
No, no tengo la intención de enseñarle a nadie nada. No soy tan pretencioso como para creer que tengo lecciones para dar a los demás. Sí soy compulsivo y necesito construir. Se me da esta artesanía refinada, pero sin ninguna intención de decirle a nadie nada, solo la de valorar estéticamente las cosas. No soy una persona contemplativa en lo absoluto. Soy obsesivo compulsivo y no le estoy enseñando a la gente que contemple, lo que hago es manufacturar estas cosas sin parar, porque mi necesidad fisiológica es la de gastarme esta energía clavando clavos todo el día. Si la gente piensa o no, si se le ocurren ideas o no, me da igual. Lo que quiero es que quede lo más lindo que se pueda.
Si el arte es una herramienta tan poderosa para la reflexión y la transformación del comportamiento humano, ¿por qué cree que se sigue subestimando? O, mejor dicho, ¿cree que se subestima?
No estoy muy seguro de la capacidad del arte para cambiar políticas. Creo que el arte crea conciencia en algunos casos, no creo que sea militante, ni siquiera de mis ideas. Sin embargo, espero que cuando uno vea una cosa linda se acuerde, y si ese acordarse hace que la próxima vez que vaya al supermercado prefiera no usar plástico, pues qué bueno. Aprender a apreciar el arte de cualquier momento de la historia es un privilegio de la gente que tiene la oportunidad de educarse. Uno no puede juzgar o resolver que está mal que alguien no haya tenido la oportunidad de hacerlo, o enfurecerse con el que la tuvo y no la entendió, no la usó o no le interesó. Creo en vivir y dejar vivir. No creo que haya que estar bravo con los demás porque no entienden o sienten de la manera en la que uno quiere. La persona que tuvo oportunidad de educarse tiene más herramientas para leer el arte, pero hay personas a las que sencillamente no les interesa y no lo buscan.
“Arrecife de coral” reflexiona sobre el uso excesivo del plástico y sus implicaciones negativas para los océanos. ¿En qué consiste?
Son dos cuartos llenos de basura plástica que parecen un arrecife de coral. La instalación la ambienté con un amigo. Un ingeniero de sonido extraordinario. Creamos un ambiente que es invasivo y en el que no puedes no pensar en esta realidad. La hice pensando mucho en los colombianos. A mí me interesa mucho crear identidad. Colombia es un país súper joven en donde el pintor más importante del país es Fernando Botero y está vivo. Tenemos una cultura por construir y yo estoy decidido a invertir toda la plata que me gane en abrir espacios de arte contemporáneo para Colombia. La inversión de tiempo y plata que hice en Venecia es un acto de generosidad con el país. Yo espero que los colombianos que tengan la oportunidad de verlo se sientan orgullosos de esta intención. No sé si uno logra estas cosas porque esas respuestas siempre las dará la historia, pero yo sí quiero hacer un país mejor.
Desde lejos se ve un paisaje marino lleno de color, una silueta sana que florece; pero a medida que los ojos del espectador se van acercando a la obra de Federico Uribe, van identificando que lo que compone esa gran imagen son pequeños pedazos de plástico. Con la proximidad a la instalación, es fácil entender cómo el ecosistema marítimo está siendo reemplazado por basura tirada desde la superficie. "Arrecife de coral" es la obra con la que el artista colombiano reflexiona sobre el uso indiscriminado de este material, que generalmente termina desechado en los océanos. Aunque el principal objetivo de Uribe es producir belleza con objetos que no fueron creados para este fin, esta muestra, que ahora está expuesta en Venecia, carga con un mensaje necesario: estamos matando el mundo, nos estamos matando.
Federico Uribe habló para El Espectador sobre los detalles de esta instalación y las intenciones de sus obras.
Observando su obra y leyendo las descripciones que hay sobre ella, es difícil ubicarla dentro de alguna vertiente específica del arte contemporáneo, ¿cómo la definiría usted?
No me defino de ninguna manera, hago lo que se me ocurre y lo que soy capaz de financiar. Tengo esta necesidad compulsiva de hacer cosas y el resultado de mi trabajo es el resultado de mi necesidad de construir sin parar. No creo en las clasificaciones y tampoco creo que nadie sea clasificable. Tengo fe en mi propia intuición.
Antes de “jugar con objetos” usted pintaba. ¿Cómo pasó de expresarse por medio de los pinceles a hacerlo juntando objetos cotidianos para formar sus piezas?
Para ser pintor hay que ser virtuoso. Hay niños que tocan el piano sin que nadie les enseñe, esos niños son virtuosos, y bueno, yo no fui el pintor que quería ser. Cuando me di cuenta de eso tuve una depresión en Guadalajara con la que me confronté. Después comencé a jugar con objetos y ahí sí me dije: este sí. Aquí estoy yo. Me enfoqué y a eso es a lo que me dedico.
Sus piezas comienzan a tener más sentido cuando el espectador se acerca. De lejos se ve una figura fácil de identificar, pero cuando hay cercanía se aprecian los detalles de los materiales con los que fue construido. Ahí el mensaje se visibiliza. En esta obra usted hizo un arrecife de plástico, el material que está destruyendo los océanos…
Construyo objetos con objetos. En la escogencia del objeto y el resultado hay una intención de utilizar este símbolo desde mi perspectiva personal, o sea, desde mi historia y de la sociedad a la que pertenezco. Los artistas producen sobre lo que creen, sobre lo que ven. Si tú vives frente al mar es inevitable que pienses en el plástico y, si además de eso, tienes algún tipo de curiosidad sobre lo que está pasando en el mar, pues aprendes que los humanos tiran ocho millones de toneladas de plástico al año, que el uso de una bolsa es de 15 minutos y que hay billones de botellas de agua que no se destruyen. Es estúpido y suicida seguir utilizando una cosa que nos está matando. Mi intención es que la belleza seduzca a la conciencia, pero lo importante para mí es la experiencia estética.
¿Tuvo en cuenta el “arte povera” (arte pobre) para la construcción de su obra?
No creo. La mayoría de los artistas que trabajan en ese movimiento tienen como parte de su planteamiento la manufactura pobre. Yo soy un súper cuidadoso artesano.
Usted dice que la mayor parte de su trabajo se basa en las palabras y que su relación con la literatura es estrecha…
He sido un lector obsesivo. Ahora leo poco, pero escucho libros mientras trabajo. No trabajo sin libro. Me gusta la literatura y la historia. También algunas cosas científicas sobre el funcionamiento del cerebro. Tengo un paralelo en mi cabeza, que no sé si es cierto o no, pero creo que las palabras no tienen un significado fijo, sino el que el contexto o la intención del que las usa se lo dan. Si leen los títulos de mis obras, verán que, aunque no siempre lo logro, intento crear entre la palabra, el objeto y la imagen un triángulo de significado que altera las concepciones iniciales de las tres cosas.
¿Cree que el uso del plástico puede reducirse con más actos como los suyos?
No, no tengo la intención de enseñarle a nadie nada. No soy tan pretencioso como para creer que tengo lecciones para dar a los demás. Sí soy compulsivo y necesito construir. Se me da esta artesanía refinada, pero sin ninguna intención de decirle a nadie nada, solo la de valorar estéticamente las cosas. No soy una persona contemplativa en lo absoluto. Soy obsesivo compulsivo y no le estoy enseñando a la gente que contemple, lo que hago es manufacturar estas cosas sin parar, porque mi necesidad fisiológica es la de gastarme esta energía clavando clavos todo el día. Si la gente piensa o no, si se le ocurren ideas o no, me da igual. Lo que quiero es que quede lo más lindo que se pueda.
Si el arte es una herramienta tan poderosa para la reflexión y la transformación del comportamiento humano, ¿por qué cree que se sigue subestimando? O, mejor dicho, ¿cree que se subestima?
No estoy muy seguro de la capacidad del arte para cambiar políticas. Creo que el arte crea conciencia en algunos casos, no creo que sea militante, ni siquiera de mis ideas. Sin embargo, espero que cuando uno vea una cosa linda se acuerde, y si ese acordarse hace que la próxima vez que vaya al supermercado prefiera no usar plástico, pues qué bueno. Aprender a apreciar el arte de cualquier momento de la historia es un privilegio de la gente que tiene la oportunidad de educarse. Uno no puede juzgar o resolver que está mal que alguien no haya tenido la oportunidad de hacerlo, o enfurecerse con el que la tuvo y no la entendió, no la usó o no le interesó. Creo en vivir y dejar vivir. No creo que haya que estar bravo con los demás porque no entienden o sienten de la manera en la que uno quiere. La persona que tuvo oportunidad de educarse tiene más herramientas para leer el arte, pero hay personas a las que sencillamente no les interesa y no lo buscan.
“Arrecife de coral” reflexiona sobre el uso excesivo del plástico y sus implicaciones negativas para los océanos. ¿En qué consiste?
Son dos cuartos llenos de basura plástica que parecen un arrecife de coral. La instalación la ambienté con un amigo. Un ingeniero de sonido extraordinario. Creamos un ambiente que es invasivo y en el que no puedes no pensar en esta realidad. La hice pensando mucho en los colombianos. A mí me interesa mucho crear identidad. Colombia es un país súper joven en donde el pintor más importante del país es Fernando Botero y está vivo. Tenemos una cultura por construir y yo estoy decidido a invertir toda la plata que me gane en abrir espacios de arte contemporáneo para Colombia. La inversión de tiempo y plata que hice en Venecia es un acto de generosidad con el país. Yo espero que los colombianos que tengan la oportunidad de verlo se sientan orgullosos de esta intención. No sé si uno logra estas cosas porque esas respuestas siempre las dará la historia, pero yo sí quiero hacer un país mejor.