Fekri Hassan: “Nefertiti no es embajadora en Berlín, eso es un secuestro”
En medio de las discusiones sobre el patrimonio cultural y arqueológico, una pieza del mundo antiguo resalta por su presencia en un museo europeo. El busto de la reina egipcia, Nefertiti, permanece en el Museo Neues en Berlín, a pesar de peticiones de devolución a su territorio de origen. Fekri Hassan, director del programa de Gestión del Patrimonio Cultural de la Universidad Francesa en Egipto, habló sobre el rol que debería jugar Egipto en la narrativa creada alrededor del histórico personaje.
María José Noriega Ramírez
Andrea Jaramillo Caro
Hermann Parzinger, presidente de la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano en la capital alemana, afirmó que “Nefertiti es la mejor embajadora egipcia en Berlín”, ¿qué opina de este argumento?
Esta afirmación la hizo el director de la institución para justificar la permanencia del busto en Alemania. Un embajador es una posición temporal y eventualmente regresa a su país, no es una figura que estará allí por un período de tiempo ilimitado. Además, los embajadores son enviados por los gobiernos de los Estados y regresan por petición de ellos. No permanecen por fuera, a pesar de la demanda, pues eso supondría un secuestro.
Claro que la presencia de artefactos egipcios en otros países es una forma en la que el público aprende de estas piezas y su historia, pero el punto está en la pregunta: ¿con base en qué debería hacerse esto? ¿Debería hacerse como exhibición o como préstamo temporal? Berlín nos debería preguntar a los egipcios, incluso si se queda con el busto, qué tipo de declaraciones quiere hacer y cómo se debería exhibir e interpretar la pieza, pues la forma en la que Nefertiti se presenta está basada en lo que los curadores alemanes deciden hacer, y con esto nos remontamos a la época de Hitler. La objeción aquí no radica solo en que pertenezca a Egipto, también está en que el país no tiene voz con respecto a lo que se hace con la pieza. Lo mínimo que se debería hacer es contextualizarla, ya que fue retirada del país.
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Egipto ha pedido la repatriación del busto en varias ocasiones, ¿cuáles son los argumentos detrás de esta petición?
Hay objetos que han sido regalados por Egipto a otros países, como sucedió durante la Campaña de Nubia, en la que muchos monumentos fueron donados a diferentes países, pero las piezas que se obtienen de forma ilegal, sin el permiso del gobierno egipcio, están sujetas a ser reclamadas. La transferencia de un artefacto de un país a otro tiene que estar basada en un acuerdo mutuo, no puede sustentarse en el hecho de que alguien viene e ilegalmente decide hacer una excavación. Debido a que Nefertiti fue saqueada y que la información dada al país fue falsa, se puede concluir que hubo una intención de llevársela sin que los egipcios supieran y esto la convierte en un objeto que debe ser considerado ilegal en Berlín. Hay que tener en cuenta que todo esto pasó en 1912, cuando Egipto estaba bajo ocupación. Para ese momento, el país era incapaz de ejercer sus derechos o extenderlos a este tema.
¿Egipto tiene los recursos económicos y culturales para exponer esta pieza, en el caso de que regrese en algún momento?
Ahora, con el Gran Museo Egipcio, el país tiene uno de los mejores laboratorios de conservación en la región, probablemente uno de los mejores del mundo. Este laboratorio ha estado activo durante más de 20 años, anticipando la apertura del museo, y ha trabajado en la conservación de los artefactos que se exhiben actualmente, por lo que no hay duda de que Egipto tiene la capacidad para exhibir y conservar los tesoros. Sería erróneo asumir que el país no tiene y no tuvo las instalaciones para exhibir estas piezas. Ahora bien, asumamos que el otro argumento que esgrimen es que “este objeto le pertenece a la humanidad y, por lo tanto, debe permanecer donde se le puede dar un mejor tratamiento”. ¿Por qué no ayudar al país del que proviene para conservarlo? Así se puede dar un apoyo en mantenimiento y exhibición de la pieza para conocer su valor.
Aquí hay una desigualdad y se refleja en que la extracción de Nefertiti se llevó a cabo en la época colonial. Tenemos que reconocer que Alemania, Inglaterra y Francia fueron política y económicamente dominantes a lo largo del siglo XX. Por lo tanto, que el busto de Nefertiti continúe en Berlín es una indicación de la extensión de la desigualdad y la hegemonía colonial, que no reconoce los derechos de otras naciones sobre sus propios objetos, incluso si estos son de valor para la humanidad.
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¿Qué repercusiones tiene para la identidad y la historia de Egipto que esta pieza esté en Europa?
El punto central aquí es cómo interpretamos la sociedad del antiguo Egipto. La meta no es la conservación de un objeto, el punto central es encontrar qué significa dicha pieza en diferentes niveles de interpretación. Nefertiti se asocia, casi siempre, con el concepto de belleza, pero ¿realmente eso es lo que significa? La reina fue una persona clave en un momento transversal de la historia. Por eso cabe preguntarse si la información presentada alrededor del busto en Berlín está relacionada con la complejidad de la religión, el Estado y las relaciones internacionales, o solo cae en esa reducción de la belleza. Aquí hay una información perdida y así es como la historia se puede distorsionar. Incluso, se puede decir que reducir a Nefertiti a un objeto que apela a la belleza es sexismo.
¿Qué rol juega la política en las negativas a la devolución del busto, así como en la construcción de la narrativa alrededor de él?
No es solo la política, la cuestión va más allá: los egipcios no tenemos un espacio en la interpretación de Nefertiti. Tal vez, lo que necesitamos es una llamada de Berlín o de un foro internacional para convocarnos a las partes implicadas, junto a otras personas más, por ejemplo, de la Unesco, con el fin de no volver este asunto una confrontación entre El Cairo y Berlín, y discutir cómo se debe conservar la pieza. Así, la pregunta no es si devolver o no el busto. Si Nefertiti continúa en la capital alemana debemos poder participar en las decisiones que se tomen en cuanto a la forma de desplegar e interpretar el busto. Esta discusión debe incluir la pregunta sobre quién debe cargar el peso moral alrededor de la figura egipcia y de cómo fue trasladada la pieza de Egipto a Alemania. Hay que reconocer que fue un saqueo y, en la medida en la que más personas lo reconozcan como tal, se puede dar una eventual devolución.
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Hermann Parzinger, presidente de la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano en la capital alemana, afirmó que “Nefertiti es la mejor embajadora egipcia en Berlín”, ¿qué opina de este argumento?
Esta afirmación la hizo el director de la institución para justificar la permanencia del busto en Alemania. Un embajador es una posición temporal y eventualmente regresa a su país, no es una figura que estará allí por un período de tiempo ilimitado. Además, los embajadores son enviados por los gobiernos de los Estados y regresan por petición de ellos. No permanecen por fuera, a pesar de la demanda, pues eso supondría un secuestro.
Claro que la presencia de artefactos egipcios en otros países es una forma en la que el público aprende de estas piezas y su historia, pero el punto está en la pregunta: ¿con base en qué debería hacerse esto? ¿Debería hacerse como exhibición o como préstamo temporal? Berlín nos debería preguntar a los egipcios, incluso si se queda con el busto, qué tipo de declaraciones quiere hacer y cómo se debería exhibir e interpretar la pieza, pues la forma en la que Nefertiti se presenta está basada en lo que los curadores alemanes deciden hacer, y con esto nos remontamos a la época de Hitler. La objeción aquí no radica solo en que pertenezca a Egipto, también está en que el país no tiene voz con respecto a lo que se hace con la pieza. Lo mínimo que se debería hacer es contextualizarla, ya que fue retirada del país.
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Egipto ha pedido la repatriación del busto en varias ocasiones, ¿cuáles son los argumentos detrás de esta petición?
Hay objetos que han sido regalados por Egipto a otros países, como sucedió durante la Campaña de Nubia, en la que muchos monumentos fueron donados a diferentes países, pero las piezas que se obtienen de forma ilegal, sin el permiso del gobierno egipcio, están sujetas a ser reclamadas. La transferencia de un artefacto de un país a otro tiene que estar basada en un acuerdo mutuo, no puede sustentarse en el hecho de que alguien viene e ilegalmente decide hacer una excavación. Debido a que Nefertiti fue saqueada y que la información dada al país fue falsa, se puede concluir que hubo una intención de llevársela sin que los egipcios supieran y esto la convierte en un objeto que debe ser considerado ilegal en Berlín. Hay que tener en cuenta que todo esto pasó en 1912, cuando Egipto estaba bajo ocupación. Para ese momento, el país era incapaz de ejercer sus derechos o extenderlos a este tema.
¿Egipto tiene los recursos económicos y culturales para exponer esta pieza, en el caso de que regrese en algún momento?
Ahora, con el Gran Museo Egipcio, el país tiene uno de los mejores laboratorios de conservación en la región, probablemente uno de los mejores del mundo. Este laboratorio ha estado activo durante más de 20 años, anticipando la apertura del museo, y ha trabajado en la conservación de los artefactos que se exhiben actualmente, por lo que no hay duda de que Egipto tiene la capacidad para exhibir y conservar los tesoros. Sería erróneo asumir que el país no tiene y no tuvo las instalaciones para exhibir estas piezas. Ahora bien, asumamos que el otro argumento que esgrimen es que “este objeto le pertenece a la humanidad y, por lo tanto, debe permanecer donde se le puede dar un mejor tratamiento”. ¿Por qué no ayudar al país del que proviene para conservarlo? Así se puede dar un apoyo en mantenimiento y exhibición de la pieza para conocer su valor.
Aquí hay una desigualdad y se refleja en que la extracción de Nefertiti se llevó a cabo en la época colonial. Tenemos que reconocer que Alemania, Inglaterra y Francia fueron política y económicamente dominantes a lo largo del siglo XX. Por lo tanto, que el busto de Nefertiti continúe en Berlín es una indicación de la extensión de la desigualdad y la hegemonía colonial, que no reconoce los derechos de otras naciones sobre sus propios objetos, incluso si estos son de valor para la humanidad.
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¿Qué repercusiones tiene para la identidad y la historia de Egipto que esta pieza esté en Europa?
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¿Qué rol juega la política en las negativas a la devolución del busto, así como en la construcción de la narrativa alrededor de él?
No es solo la política, la cuestión va más allá: los egipcios no tenemos un espacio en la interpretación de Nefertiti. Tal vez, lo que necesitamos es una llamada de Berlín o de un foro internacional para convocarnos a las partes implicadas, junto a otras personas más, por ejemplo, de la Unesco, con el fin de no volver este asunto una confrontación entre El Cairo y Berlín, y discutir cómo se debe conservar la pieza. Así, la pregunta no es si devolver o no el busto. Si Nefertiti continúa en la capital alemana debemos poder participar en las decisiones que se tomen en cuanto a la forma de desplegar e interpretar el busto. Esta discusión debe incluir la pregunta sobre quién debe cargar el peso moral alrededor de la figura egipcia y de cómo fue trasladada la pieza de Egipto a Alemania. Hay que reconocer que fue un saqueo y, en la medida en la que más personas lo reconozcan como tal, se puede dar una eventual devolución.
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