Felipe Aljure: “La competencia no es un requisito para que un festival sea exitoso”

En 2019, Felipe Aljure fue elegido como director artístico del Festival Internacional de Cine de Cartagena. Este año continúa al frente y habla sobre las novedades, cambios y expectativas del festival, en su edición número 60.

Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
10 de marzo de 2020 - 01:30 a. m.
Felipe Aljure ha dirigido películas como "La gente de la universal" y "El colombian dream". / Cortesía
Felipe Aljure ha dirigido películas como "La gente de la universal" y "El colombian dream". / Cortesía
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Felipe Aljure nació en Girardot. Creció en medio del calor y el sonido del piano de su madre, que tuvo un coro que se llamó Coro Polifónico de Girardot. Sus seis hermanos y él crecieron escuchando el Ave María de Schubert y suspendiendo la piscina por las clases de piano que les dictaban doña Lolita y Yolanda Garcés.

Cuando era un niño se topó con los juguetes visuales que su papá, José Aljure, tenía en la casa. El Pathé Baby, el proyector y la filmadora Sankyo se le revelaron como la forma para no tener que adoctrinarse en el sonido clásico, para que no pudiesen obligarlo. Su banda favorita es Pink Floyd y se la reforzaron cuando le dijeron que su madre era una gran pianista y él no podía escuchar “esa música”. Se lo decía Lolita, que lo mareaba con las repeticiones de lo que decía el pentagrama. Se alejó del piano, se acercó a la fotografía y de ahí al cine no pasó mucho tiempo. Le sugerimos leer: Ficci 60 años: La mirada de Eduardo “La Rata” Carvajal y Caliwood

¿Y para qué el cine?

“Uno puede alardear siendo inteligente, pero en realidad uno no tiene ni idea. Somos unos micos con ropa a la deriva cósmica”, dice Aljure, que defiende el valor de la vida y cree que hay mucha gente que evita las preguntas que él se ha intentado responder haciendo cine. ¿Qué hay antes de la vida y después de la muerte? ¿Cuál es nuestro propósito en la Tierra? A estos interrogantes los identifica en la fragilidad del cuerpo. No se ha respondido, pero con el cine ha logrado mantener vivos los interrogantes. Va dejando pistas para los que vienen detrás. Para los que no quieran vivir en negación.

Por muchos años en Colombia el cine fue relegado. No era rentable. Durante el curso de algún gobierno, Aljure recuerda la frase que decían refiriéndose a la cultura: “La cereza que le faltaba al ponqué”. No les interesaba exaltarla y mucho menos promover un sector que no dejaba plata. Al arte lo ha salvado la pasión de los que han descubierto que es el único capaz de devolverle el valor a la vida. De entenderla desde los detalles, los placeres y dolores. De verla a través de lo que sale del centro del estómago y recorre cada parte del cuerpo para conmoverlo. El arte está para estremecer y Aljure se abrió a los mensajes que le ha enviado el universo para convertirse en uno de los colombianos que han transformado la cultura en el ponqué.

Si Aljure tuviera que irse a vivir a una isla se llevaría una canasta de ciruelas silvestres y el álbum Wish you where here, de Pink Floyd. Seguiría escribiendo guiones para películas sobre lo mismo: sus orígenes, rasgos, costumbres, bondades y desgracias. En el atentado al club El Nogal, ocurrido en 2003, perdió a su primo Sergio, o Checho, como le decía. La experiencia le permitió ver de cerca qué era poner de su sangre la cuota para la absurda guerra colombiana. Se recuperó y su homenaje a la vida lo hace por medio de una cámara.

Toda esta información, Aljure la compartió el año pasado con un café en la mano y la promesa de que no lo haría en medio de una entrevista o un cuestionario, sino de una conversación. Desde El Espectador le dijimos que queríamos charlar, o como él dice “echar carreta”, una práctica que él se ha preocupado por cultivar: cree que hablar de lo esencial es una de las razones por las que vivir tiene algún sentido. Hablar de la vida, el amor, la muerte. Botarle corriente a estos temas.

Este 2020 será su segundo año como director artístico del Festival Internacional de Cine de Cartagena, evento al que le quitó los premios para convertirlo en una fiesta del cine. Esta segunda conversación se centró en las novedades de esta edición, que además de cumplir 60 años y catapultarse como el festival más antiguo de Latinoamérica, expone un interés por el planeta, la paz y la cultura.

¿Qué quiere resaltar de esta edición del festival?

Mas allá de la emoción aritmética que puede producir saber que este 2020 cumplimos 60 años, hay que aclarar que ese hecho no es cualquier cosa. No hay ningún festival en Latinoamérica que lo haya logrado. Eso indica que hay una persistencia y que Colombia tiene un liderazgo en eso. Uno podría quedarse solamente en la celebración, pero creo que hay que mirarlo más allá: el Ficci nació en un momento en el que no había una producción robusta de cine colombiano ni de cine iberoamericano, así que en ese entonces se nutrió inicialmente de cine mundial. Después se reconoció como un festival de cine local y desconocido. Luego, cuando el festival se movió y tomó algún renombre más internacional en Iberoamérica, surgió una producción más fuerte de cine iberoamericano y el Festival incorporó esa producción para volverse una plataforma continental. En la fase actual es fácil identificar cómo ganó reconocimiento mundial y se convirtió en una plataforma para el cine colombiano. Eso indica que el festival coexistió con el crecimiento del cine colombiano y de alguna manera eso da para pensar en la palabra memoria. Puede leer: Ciro Guerra inaugurará la versión 60 del Festival Internacional de Cine de Cartagena

¿Cuál será el tema central o la “muestra cero” para esta versión?

Hay un grupo de cinco películas que resaltan nuestro interés en llamar la atención en un tema en específico. Ese grupo genera una reflexión. El año pasado fue “Migración y mestizaje” y este será “La deriva cósmica”, que la elegimos porque pensamos en la relación con el ser humano, la Tierra, el planeta donde vivimos y donde navegamos en una especie de deriva: nadie controla la órbita. Estamos tratando de entender cómo funciona, pero va para donde quiere y nosotros estamos ahí parados. Esta relación no parece ser sostenible de la manera en la que la estamos proponiendo. Más allá de la mirada “catastrofista” que pueda existir sobre eso, es una realidad que nos tiene que preocupar. Son películas que vienen de todo el mundo, lo que indica que no son cosas que nos estemos inventado. Vamos a tener mamos y taitas que desde otras cosmovisiones y otras culturas tendrán cosas para decir. Nuestro propio ministerio del Medio ambiente tendrá un espacio para opinar y reflexionar. La academia también estará presente.

¿Qué se mantiene?

El año pasado hicimos unas reflexiones que nos llevaron a pensar que no era lógico que en un país en el que conocemos cuáles son las tres razas principales no hubiese un escenario claro para que esas voces se expresaran. Eso continúa este año y se agranda: el Festival de Sundance vuelve y trae cuatro películas, además de que convoca a una cumbre de países productores e indígenas a Cartagena durante el Ficci. Es decir, vamos a tener a gente de Bolivia, Venezuela y toda la comunidad andina. La afro también creció con sus propias particularidades. En esa misma línea de inclusión, es fundamental para nosotros tener en cuenta lo que sucedió el año pasado con Mauricio Lezama, quien trabajó con nosotros cinco años y murió en el territorio mientras hacía cine. Es un cineasta caído con la cámara en la mano, así que decidimos hacer un homenaje y, de alguna manera, una manifestación. Son hechos que no pueden tolerarse. A mí me había tocado de cerca el caso de Sylvia Duzán, hace 30 años. Yo era el director de ese documental y estuve con ella en Barranca y el Magdalena medio. Pensé que aquella era una época superada. Eso, en lo personal, me golpea porque después de tantos años, volvemos a lo mismo.

Lo encantador y desencantador de ser el director de un festival como el Ficci…

Este es un universo en construcción y todo me encanta. Lo único que podría decirte, y que no es un asunto particular del festival, es que la dificultad económica es tenaz. Yo he venido a este festival como espectador, director y jurado. Claro, como uno está en la magnífica Cartagena no entiende la dificultad que implica hacer un festival tan importante que no está diseñado para hacer plata. Es un escenario de pensamiento, de reflexión del cine, de proyección cultural. Creo que hay que revisar esa relación voraz que solo se preocupa por producir riqueza y acumulación. Me preocupa que aún lo secundario siga siendo la cultura.

Mucha gente dijo que, al quitar la competencia, la visibilidad y el prestigio del festival caerían, ¿usted qué piensa? ¿Se mantiene la decisión para esta edición?

Se mantiene. Por fortuna existe la libertad en este país y hay miradas que tienen aristas y argumentaciones que son válidas. Te voy a hacer varias reflexiones genéricas: no todos los festivales de cine en el mundo compiten. La competencia no es un requisito para ser un festival exitoso. Europa instaló en sus festivales de cine un sistema de competencias que le da muy buen resultado. Las películas premiadas van a las taquillas y hacen un buen recorrido, pero esa es una decisión de industria. Toronto no compite y es el más grande, Londres tampoco. Allá hay estímulos, pero competencia, no. Lo primero que hay que desactivar es la creencia de que todos los festivales compiten.

Lo segundo es que la competencia en el Ficci sí existe. La competencia y el conocimiento son un binomio inseparable. Lo que nosotros hicimos fue desinstalarla de un sitio para mejorar la fiesta. El año pasado llegaron 1.000 películas, y de 40 países llegaron 61 propuestas. Este año llegaron 1.300 y propuestas de 90 países. En este festival hay 12 personas que ven los 3.000 títulos y eligen 195. Esas películas compitieron, pero todas las que lograron entrar, son bienvenidas. Es una fiesta en la que decimos que la variedad puede convivir y no tiene que haber una sola forma de hacer un festival.

Hay unas preocupaciones que son más importantes. Nos interesa que más películas tengan cabida.

Por Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad

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