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“La violencia en México nunca disminuye, solo va cambiando de sitio”. Así afirmó la realizadora Fernanda Valadez en entrevista con EFE durante el Festival de San Sebastián. Allí la directora mexicana presentó Sin señas particulares, una cinta que explora la violencia en México, país en el que las muertes ni siquiera han disminuido durante la pandemia, según explica la directora. La película compite en la sección Horizontes Latinos, luego de pasar en 2019 por Cine en Construcción, el apartado de San Sebastián para los proyectos que necesitan ayuda financiera en la fase de postproducción. En enero de este año la cinta ganó el premio del público en el Festival de Sundance, Estados Unidos, lo que le dio un fuerte impulso. Así, la película ha recorrido algunos certámenes “online”.
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Valadez y Astrid Rondero -productora y con la que forma un tándem cinematográfico- se inspiraron en varios eventos para escribir la historia de Sin señas particulares, especialmente en las dos masacres de San Fernando, Tamaulipas, en 2010 y 2011, una zona que se convirtió “en una especie de Triángulo de las Bermudas”, donde las desapariciones eran la norma. Estos dos hechos “nos hicieron despertar”, reconoce Valadez, quien empezó a dar forma a la película en 2012.
En aquel momento la situación en su Guanajuato natal, donde quería rodar, era mucho más segura. “Guanajuato expulsa a muchos migrantes, esa es una realidad, pero era bastante seguro hasta hace unos años. Por eso queríamos filmar la película allí”, explica Valadez, quien recuerda que pasado un tiempo, porque tardaron en conseguir la financiación para la película, “Guanajuato se convirtió en el nuevo Tamaulipas”. Es un ejemplo de cómo la violencia ha ido simplemente mutando de territorios en México, aunque sí ha cambiado en un aspecto: ahora “atraviesa todas las clases sociales”, algo que cuenta la película.
Pese a todo, hay espacios en México donde se puede hacer una vida “relativamente normal, sin miedo a balaseras”, afirma la directora. Sin embargo, reconoce que durante el rodaje el equipo tuvo que estar muy protegido por las autoridades del Estado. “Creo que nos protegió el hecho de ser mujeres, que no parecíamos una amenaza”, dice Valadez, quien también atribuye la falta de problemas durante la filmación al hecho de ser de allí y de conocer a la mayoría de las personas de la zona donde rodaron. Aunque, recordando, se da cuenta del riesgo que corrieron y menciona la ocasión en la que un ayudante de producción abandonó el proyecto para no tener que desarrollar su trabajo por la noche.
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Sin señas particulares se centra en dos personajes: Magdalena, una madre que emprende un difícil viaje hacia la frontera de Estados Unidos en busca de su hijo desaparecido cuando trataba de cruzarla; y Miguel, un joven recién deportado y que lleva el camino contrario. Los dos personajes se encuentran en ese territorio en el que se cruzan los que van y los que vuelven, rodeados de las mafias que se aprovechan de los migrantes y los policías de la frontera.
Una historia sencilla en términos estructurales -el equipo se redujo al mínimo tras un recorte de presupuesto para poder rodar más tiempo- que la acerca estéticamente a un documental. Y aunque se trate de pura ficción, sí hay partes de la historia que podrían ser un verdadero documental, como el regreso de Miguel a México. Un paso por la frontera que la realizadora tuvo que rodar sin permiso porque los trámites burocráticos se eternizaban. Eran ella, la responsable de fotografía y el actor. En el lado mexicano de la frontera les esperaba Astrid Rondero con todos los papeles que demostraban que estaban filmando una película, por si había problema, recuerda Valadez con media sonrisa.
Rodada en 2018 y con la colaboración de mucha gente -desde jóvenes de las comunidades en las que grababan, hasta su madre en el papel de una doctora-, Valadez se siente más que satisfecha con su primera película, pues cumple su objetivo como cineasta: cuestionar la realidad y hacer preguntas. Desde ya prepara la siguiente película de Rondero, que ella produce, y con la que buscan hacerse un hueco en el panorama cinematográfico mexicano, que tras 20 años de buenas ayudas ha entrado en una grave crisis porque el dinero se ha quitado del cine a causa de la pandemia. “No entiendo a este Gobierno de izquierda (de Andrés Manuel López Obrador) que tanto nos entusiasmó y que adopta recortes brutales en la cultura”, lamenta.