Fernando Botero y el retrato de lo que la humanidad no pudo detener
Recordamos al maestro Fernando Botero, quien falleció hoy en horas de la mañana, con este artículo en el que se explora la relación entre la obra de Botero y los derechos humanos, publicado originalmente en septiembre de 2022.
Daniela Cristancho
Sobre la tela, el óleo dibuja a un señor con barba, casi desnudo, que tiene los ojos vendados y una bota presionando su espalda. Está en una celda. Su pie derecho está rojo y tiene marcas sobre el cuerpo. Se asemeja a otro hombre que parece gritar. Este está acostado y tiene un perro de gran tamaño sobre su dorso. Sus manos están amarradas y su camiseta blanca está empapada de su propia sangre.
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Sobre la tela, el óleo dibuja a un señor con barba, casi desnudo, que tiene los ojos vendados y una bota presionando su espalda. Está en una celda. Su pie derecho está rojo y tiene marcas sobre el cuerpo. Se asemeja a otro hombre que parece gritar. Este está acostado y tiene un perro de gran tamaño sobre su dorso. Sus manos están amarradas y su camiseta blanca está empapada de su propia sangre.
“Cuando miro los cuadros de Fernando Botero, me doy cuenta de que aquí hay un aspecto en el que el arte ofrece la posibilidad de servir a una necesidad que el derecho no ha servido”, explica Christopher Edley, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Berkeley (California, Estados Unidos), donde se exponen cuatro cuadros del artista antioqueño. 18 años después de que el artista colombiano pintara los abusos a los prisioneros en Abu Ghraib, Irak, sus obras siguen suscitando reflexiones sobre el arte y los derechos humanos.
“El arte como testimonio: la tortura y la violación del Estado de Derecho”, se lee en el título de la exposición de la serie Abu Ghraib. Personajes gordos, robustos, propios del pincel del maestro antioqueño, representan la tortura de prisioneros en Irak por parte de guardias estadounidenses. Las obras fueron creadas hace casi dos décadas, cuando se filtraron las fotografías de los abusos, pero hoy siguen siendo relevantes no solo por su valor de documentación y memoria, sino porque continúan suscitando preguntas fundamentales. “Los abogados desempeñan un papel único en la salvaguarda del Estado de Derecho, la protección de los derechos humanos y el fomento de los valores democráticos. Los cuadros de Abu Ghraib provocan preguntas sobre lo que se requiere de los abogados para servir a la justicia: ¿A qué intereses servimos? ¿Qué valores priorizamos? ¿Cuáles son las repercusiones de nuestro trabajo en las personas vulnerables y marginadas?”, dice la descripción de la muestra.
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Aunque son cuatro los cuadros que hoy residen en la universidad estadounidense, la serie de Botero se compone de 79 piezas que el autor describió como un “testimonio contra el horror” y un intento de “hacer visible lo que era invisible”. “Cuando vi por primera vez las imágenes de Botero, pensé: ‘Aquí hay una ley que ha fallado. Ha fallado en proteger, y ha fallado en enseñar la moralidad básica que subyace a los derechos humanos’. Para mí, como abogado, las imágenes muestran lo que ocurre en el vacío moral que se crea cuando no tenemos ley. Y es por esta razón que mi facultad de derecho ha apoyado esta exposición, y es por esta razón que expondremos cuatro de los cuadros de Botero de forma permanente”, afirmó Edley, decano de la facultad, en el 2012. Desde entonces, las pinturas no se han movido.
Las obras de Botero son un recordatorio que aquello en lo que la ley ha fallado. “No hemos aplicado el Estado de Derecho en toda la medida, creo, que deberíamos haberlo hecho. Por lo tanto, ¿cómo podemos estar seguros de que lo recordaremos? ¿Cómo podemos estar seguros de que seguiremos debatiendo lo que está bien y lo que está mal? Creo que la respuesta está en parte en el arte. Eso es lo que el señor Botero ha hecho por nosotros. Eso es lo que ha hecho por mi universidad y mi facultad de derecho. Y le estaré eternamente agradecido”.
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El escándalo de Abu Ghraib reveló una política aprobada por los niveles más altos del gobierno estadounidense que avalaba la tortura. De acuerdo con Botero, pintar los cuadros, una tarea que le tomó 14 meses, fue necesario para “sacarse la rabia” ante una conducta “inaceptable” del Gobierno de Estados Unidos. Cuando terminó, “la rabia como que desapareció porque ya había dicho lo que tenía que decir”, dijo en su momento el artista, quien asegura que su trabajo no tiene nada de político y su compromiso es con lo estético. El antioqueño ya había retratado tras situaciones de violaciones a los derechos humanos, sobre todo aquellas cometidas por la guerrilla en el marco del conflicto armado colombiano, ejemplo de ello es la obra Guerrilla de Eliseo Velásquez en la que se destaca la violencia de los años cincuenta en el país.
“Lo sentí y lo hice”, dijo Botero sobre su obra. Y eso es, quizás, lo que más suscita en quien observa sus obras sobre la tortura: sentir. Observar una violencia que, aunque no es tan cruda como la de las fotografías, sigue causando escozor. Sentir, como el autor, rabia, indignación, desesperanza, curiosidad. Sentir primero y pensar luego. Reflexionar sobre cómo podemos evitar que esas escenas se permitan, se repitan. Botero retrata la tortura para recordarnos lo que hemos sido capaces de hacer e incapaces de detener.
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