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                                                                                                                                Botero el pintor, Botero el torero, Botero el poeta

                                                                                                                                Ayer, el pintor Fernando Botero falleció en su casa de Mónaco a causa de complicaciones por una neumonía. Sus convicciones sobre la pintura y su búsqueda incensante por encontrar un estilo propio marcaron su perdurabilidad y reconocimiento.

                                                                                                                                Laura Camila Arévalo Domínguez

                                                                                                                                Editora de El Magazín cultural
                                                                                                                                Fernando Botero, quien realizó sus dos primeras exposición individuales en 1951, en Bogotá. / AFP
                                                                                                                                Foto: AFP - RAUL ARBOLEDA
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

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                                                                                                                                Foto: AFP - RAUL ARBOLEDA
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Decía el artista que pintar toros era fácil, por tratarse de una actividad llena de color. Como lo contó Sebastián Eslava, hijo del torero colombiano Pepe Cáceres, un toro en un potrero podría salir corriendo para cualquier parte y no tendría que embestir. Nadie lo acosa. Pero él se rinde ante el movimiento del trapo rojo. Así como miles y miles de espectadores se rindieron ante la exuberancia de Botero, que atrajo con método, reinterpretación de lo clásico y la convicción de que ser pintor era el mejor trabajo del mundo. Así como Cáceres creía lo mismo sobre ser torero. Afortunados ellos, que encontraron el sentido para sus manos y sus ojos. Afortunados nosotros, que contemplamos su terquedad y su suerte.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Según Eslava, el torero sí o sí debe arriesgarse. De alguna manera tiene a la muerte en frente. Se mueve con gracia y recibe las embestidas del animal con suavidad. Así se enfrentó Botero al lienzo, que le dio uno de los llamados definitivos cuando, a los 14 años, vendió una acuarela (de un matador) en la plaza de toros de Medellín. Su primera pintura vendida fue la cabeza de una mujer pintada de amarillo. La tituló Alcohol y se la vendió a un “abogado pobrísimo de Medellín”. En varias entrevistas dijo que lo más importante fue encontrar su estilo propio, una empresa en la que recibió ataques que afrontó con elegancia para que no se convirtieran en cornadas mortales.

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                                                                                                                                Botero tuvo miedo. Nadie se libra de eso. Tuvo miedo de morirse, por ejemplo, porque eso implicaba dejar de pintar. Con sus temores y sus gustos y sus convicciones, dibujó en algunos de esos días de ceguera (para los que no entendían cómo es que había decidido pintar si a veces no tenía ni para terminar el mes), pero de absoluta convicción, un círculo muy pequeño para una mandolina: “Un día, mientras dibujaba una mandolina de rasgos generosos, en el momento de hacerle el hueco al instrumento, lo hice muy pequeño y la mandolina adquirió proporciones fantásticas. Mi talento fue haber podido reconocer que algo había pasado”.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: Más allá de la pintura: algunos de los libros sobre Fernando Botero

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                                                                                                                                Así que Botero también fue poeta: “La poesía está más en el modo de percibir que en el de expresar. Redactar (en este caso, pintar) es relativamente fácil. Lo difícil es convertir lo visto en idea. El poeta es el que tiene la revelación”, escribió Jaime Jaramillo Escobar en su libro Método fácil y rápido para ser poeta, cuando habló de la vocación. Y según sus palabras, la poesía puede manifestarse de muchos otros modos. “Reservar el término de poeta solo para el que escribe versos es empequeñecer la poesía”. La persistencia de Botero lo llevó a afinar los sentidos y llegar al hallazgo más importante de su vida: su estilo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Botero el pintor, Botero el poeta y Botero el torero, para quien los pasos entre el torero y el toro estaban cargados de poesía. Su esposa, Sophia Vari, quien también fue artista, dijo que él supo vivir con inteligencia. Y desde que sintió placer por pintar decidió que a eso dedicaría su vida. Una de sus pocas amigas contó que era disciplinado. Y no pintaba menos de cuatro horas diarias, así fuese domingo o estuviera de vacaciones. Su nieta, Camila Botero, dijo que era generoso. Y todos los años se preocupó por reunir a su familia en Pietrasanta, Italia, para compartir veranos, sesiones dedicadas al arte en colectivo, conversaciones sobre romance y hasta pequeños mundiales familiares. Todo esto se lo contaron Vari, Margarita Vidal y la nieta de Botero a la revista Diners.

                                                                                                                                Le sugerimos leer: Pedrito a Caballo, El Pájaro, Leda y el Cisne y otras obras de Fernando Botero

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Algunos criticaron a Botero por repetirse. Por usar la misma “fórmula” en sus obras. Él respondió asegurando que, realmente, lo que nunca hizo fue traicionarse. Que hizo lo que quiso y lo que quiso fue inventarse. Que admiró otras pinturas y otras tendencias, pero que fue figurativo porque decidió ser figurativo. Y que pintó para el entendimiento y la conexión con la gente, que creyó que era lo que realmente debería ser el arte: un puente, una mano tendida, un ofrecimiento abierto. Que jamás pintó mujeres gordas, sino que descubrió el volumen, y es que eso lo había intuido desde antes de pintar la mandolina: “Cuando llegué a Europa tuve la oportunidad de ver los grandes museos, sentí una inclinación muy grande por la pintura florentina italiana que es volumétrica”.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: Por qué Fernando Botero no vivía en Colombia: así era su vida en Mónaco

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                                                                                                                                Decía que amaba a Colombia. Que a pesar de que sus esculturas ahora adornaban las calles de ciudades europeas, se sentía pleno al saber que había una paloma adornando Medellín, así la paloma hubiese quedado con el estómago abierto y el pico desfigurado por una bomba que estalló en 1995. Después puso otra al lado de la masacrada, y ratificó su amor por el arte, la paz y su país. Que fue pobre al comienzo, porque eso fue lo que le tocó, pero que uno “no debería pasar hambre para pintar”. Que para pintar había que amar la pintura. Hace varios años le dijo al ABC Cultural que si de algo se sentía orgulloso era de durar. De permanecer. También le dijo a este diario que su interés no era el de pintar los males de la humanidad, porque entonces sería cronista o periodista. Que lo que le ha interesado es pintar bien. Que cuando no pintaba, le gustaba pintar. Que tenía casa en Grecia, la Toscana y Mónaco, donde murió, pero que hubiese querido visitar más la de Colombia, que estaba en Rionegro.

                                                                                                                                Botero hablaba colombiano. Su acento antioqueño era notorio. Sus intereses por el color, la sensualidad y el volumen lo definieron como pintor, pero su origen jamás se salió de las formas que lo definieron a él.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                “Creo que mi obra va a tener interés, llamará la atención durante unos años, porque está hecha de una forma muy clara. Habla directamente al corazón o al espíritu de las personas. Eso ayuda a que la obra cree una relación de amistad con el público. Siempre me preguntan cuál es el mensaje que hay detrás de tal o cual cuadro. ‘Lo que usted ve es lo que es’, contestó. Pero para llegar a hacer esa cosa con la simplicidad, con el equilibrio, con el color, con el concepto del dibujo, tengo que hacer un esfuerzo intelectual muy grande”, dijo para el ABC.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: “Su legado será para siempre”: Falcao y el regalo especial que le dio Fernando Botero

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Deformó lo que quiso y lo firmó con su generosidad en los trazos. Dijo lo que pensó, así le hubiese costado, como las veces en las que defendió que el baile entre el torero y el toro no debía desaparecer por tratarse de un asunto cultural, de un asunto artístico. Definió sus conceptos, observó lo que pudo y recreó sus inventos. Finalmente, su contienda no fue con un animal enfurecido, sino con un lienzo. No esquivó cuernos, sino corrientes ajenas. Su título de matador lo ganó con el boterismo, que le entregó el trofeo de la autenticidad.

                                                                                                                                Por Laura Camila Arévalo Domínguez

                                                                                                                                Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com
                                                                                                                                Ver todas las noticias
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