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                                                                                                                                Fernando Pessoa y la ternura

                                                                                                                                El escritor y poeta murió a los 47 años, la edad en que la vejez todavía es joven.

                                                                                                                                Jose Hoyos

                                                                                                                                El poeta, escritor y filósofo portugués, Fernando Pessoa, nació en Lisboa el 13 de junio de 1888. / EFE
                                                                                                                                Foto: (EPA) EFE - Javier Lizón
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

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                                                                                                                                Foto: (EPA) EFE - Javier Lizón
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Le sugerimos: Convocatoria abierta para la selección oficial del Festival Villa del Cine

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Lo mejor de escribir es sentarse a no escribir y mirar tranquilo la vida. Leer en los eventos triviales de la rutina las páginas más auténticas que puedan existir. Como ahora, cuando detengo la lectura y observo personas y situaciones allá afuera. Lo que significa que sigo leyendo ese otro libro monumental que es la vida en movimiento. Observo a un hombre que pasa por la calle, uno que siempre hace ese mismo recorrido. Tiene el pelo flechudo en redondo, espalda destemplada, hombros curvados, brazos vacilantes, usa la lentitud para que sus gestos parezcan deliberados, lleva ojos muy abiertos y labios separados, la cara de susto que ha tenido siempre, un susto ya bien aclimatado e incorporado en sus maneras. Un susto de origen psíquico. Qué trauma, qué dolor, qué injusticia, qué agresión, qué frustración, qué catástrofe padecida de niño le habrá condicionado el alma. Nada registra tan gráficamente los efectos de una vida triste como el cuerpo humano. La cara que tenemos durante la niñez es una suma constante, y durante la adultez es un resultado. Lo que vemos de una persona cualquiera que pasa por la calle, su cuerpo, es apenas la punta del iceberg de su existencia. El resto solo emerge en escasísimas ocasiones, preferiblemente a solas o cuando se está borracho. Los seres humanos somos una subterránea suma de traumas andando por ahí.

                                                                                                                                Le recomendamos: “El club de los cinco” y algunos temas esenciales en la literatura

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                                                                                                                                Sí, es ternura lo que despierta ante esas imágenes, pero atravesada por algo maluco, como intocable, tristeza mezclada con reverencia. También es un asunto perversamente utilitario, del tipo de utilidad que consiste en llevarse en la memoria gestos y actitudes y palabras para después armar (los dioses me perdonen) un personaje literario. Cuánto miedo produce ver la indefensión andando por ahí. Es un enigma perturbador tratar de imaginar qué traumas sufrieron esas personas durante la niñez, cosas jamás contadas a nadie, qué dolores y mutilaciones arrastran, qué secretos hondísimos les moldearon la postura corporal y los gestos, qué intenciones de vida tenían hasta el momento en que llegó el golpe que torció su cuerpo y su destino para siempre.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Podría interesarle: Mel Brooks y Angela Bassett recibirán Óscar honoríficos

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                A veces sucia, a veces con púas, siempre aplastante, la de Pessoa es una ternura hacia toda la humanidad, la ternura y el dolor anticipado del que sabe que la vida se trata, insalvablemente, de sobrellevar cargas.

                                                                                                                                Por Jose Hoyos

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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