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El 21 de octubre se cumplen 40 años del Nobel de Literatura de Gabriel García Márquez, acontecimiento que ustedes celebrarán durante el Festival Gabo. ¿Por qué es importante conmemorar esta fecha?
Porque hay un legado vivo; es decir, Gabriel García Márquez falleció, pero no solo dejó su obra, sino también su fundación, que es una extensión de él. También, él propuso un proyecto cultural, que se refleja en su trayectoria y parte de esa condición de ser un colombiano del Caribe que sigue su vocación, conquista el mundo y se proyecta como escritor, pero que también se vincula con el cine, el periodismo e incluso con la educación, a través de la Fundación Gabo y la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en Cuba. Además, fue emprendedor de muchos proyectos, producciones e instituciones, y un ciudadano comprometido con la autonomía política y cultural de América Latina, con la construcción de paz y un mundo mejor. “La soledad de América Latina”, su discurso de hace cuarenta años, tiene una vigencia impresionante. La fundación quiere contribuir a la apropiación de todas esas ideas y que Gabriel García Márquez se convierta en un factor de inspiración, especialmente para los jóvenes.
De hecho, García Márquez dijo en “La soledad de América Latina” lo siguiente: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos solo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios” …
Por eso, nosotros creemos que la primera obligación de un periodista y la recomendación que les podemos hacer a los jóvenes interesados en cualquier campo es que partan de la realidad, que investiguen para crear. La magia de las soluciones se da después de la investigación de la realidad, de ahí el término “realismo mágico”, que no deberíamos tomarlo solo por el lado mágico; la magia es producto de un esfuerzo, de un trabajo. No cabe duda de que el conocimiento a fondo de la realidad propia es el primer paso de la ciencia y del periodismo, en donde, por ejemplo, debemos trabajar sobre hechos verificados. Es también el primer paso de una creación artística rica y no basada en fantasmas de culturas ajenas. Entonces, creo que la idea que promovemos de investigar para crear está conectada con ese concepto del discurso.
Mencionaba que la magia está relacionada con el esfuerzo. ¿Qué piensa de la sociedad actual en donde la cultura de lo fácil es lo que predomina?
Vivimos en medio de espejismos y los magos parecen ser los “marketineros”, las personas que nos venden cosas. En esta multiplicación de productos, han despertado toda clase de apetitos, y los apetitos son legítimos; el deseo es algo consustancial a la condición humana. Pero las dinámicas de consumo desaforado en que estamos envueltos no solo alteran un desarrollo personal equilibrado —cuando, por ejemplo, la gente quiere saltarse etapas para enriquecerse—, sino que también, desde el punto de vista global, está conectado con el problema planetario que tenemos: un mundo en donde avanza el proceso de destrucción de la biodiversidad y de afectación de la posibilidad de que la vida humana se mantenga en el planeta, que luego evolucionará si nosotros le apuntamos a la destrucción. Yo creo que esa manera desaforada de consumir, de crecer, de “ganar tiempo”, nos está llevando a perder esa oportunidad de vivir como se debe.
A propósito del asesinato del periodista Rafael Moreno, en Montelíbano, Córdoba, poder ejercer el periodismo con libertad sigue siendo una tarea pendiente…
Ese es un problema mundial, no solo nuestro. Lo que pasa es que en Colombia ser cura es más riesgoso que en otra parte, ser político es más riesgoso que en otra parte, ser líder ambientalista o periodista también es más riesgoso. Colombia es un país en donde la violencia se cierne sobre los liderazgos. En el caso del periodismo, lo que se busca es el acallamiento, que no se toquen temas difíciles, que no se cuenten historias que muestran cómo la corrupción, la violencia armada organizada y la economía ilegal están yendo de la mano en muchas regiones del país.
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Por eso, muchos periodistas prefieren autocensurarse…
Así es. Por eso, el proyecto de Forbidden Stories lo que busca es no solo apoyar a los periodistas para que hagan sus historias, sino también entrenarlos en seguridad y autoprotección.
Cambiando un poco de tema. ¿Cómo los premios pueden ser catalizadores de autores?
Los premios tienen la función de generar referentes, no solo de estimular, que es algo que vale la pena, sobre todo en el periodismo pues se hace con dificultad: muchas veces no tiene buena remuneración o tiene riesgos muy peligrosos para los periodistas. Entonces, los premios proponen modelos, caminos y autores, y eso es lo que hemos intentado a lo largo de las diez ediciones actuales del Premio Gabo y de las anteriores, cuando se llamaba Premio Nuevo Periodismo. Gabo decía “no basta ser bueno, sino que se sepa”, lo que contribuye a que se mantenga ese periodismo, a que la gente pueda distinguir lo bueno de lo malo a nivel periodístico, a la inspiración de los colegas, que luego genere emulación y muestre caminos del periodismo. (…) Yo diría que el Festival Gabo es una fiesta del periodismo que va a venir, en el sentido en que el periodismo está cambiando y el festival trata de interpretar esa realidad, no solo a través del Premio Gabo, sino también por medio de su programación, que le da cabida a los nuevos fenómenos y manifestaciones del periodismo.
¿Cómo no coartar la libertad del lector al establecer referentes?
No se le coarta la libertad al lector o al usuario, las personas tienen más que nunca opciones para escoger. Gabo decía una frase muy divertida: “Es más fácil atrapar un conejo que un lector”, para referirse a la necesidad de que la estructura del relato periodístico tuviera atractivo; enganchara desde el principio, incluso tratando de mantener la atención de los lectores desde el uso de la puntuación. Hoy en día, en el mundo digital, eso es aún más difícil, entonces una de las nuevas tareas del periodismo no es solo hacer buenos textos o investigaciones basadas en hechos verificados, sino, claramente, hacer un trabajo de audiencia: generarles conversaciones, venderles temas, escucharlas, enriquecerlas progresivamente. En la actualidad, el contenido es una materia dinámica que se va forjando entre el periodista y la audiencia, y ese trabajo es mejor asumirlo con humildad y disposición para escuchar lo que la audiencia tiene por decir y no pretender que la gente no sabe lo que quiere, que era la posición de algunos periodistas de antaño.
Como mencionaba hace algunos minutos, antes el Premio Gabo se llamaba Premio Nuevo Periodismo y la ceremonia de premiación se realizaba en México. ¿Por qué esos cambios?
Teníamos una alianza, que, por razones de la crisis económica global de ese momento, se terminó. Fue una alianza muy productiva, pero hoy en día también tenemos una magnífica: Medellín nos acogió a través de Sura y Bancolombia, aliados desde hace diez años del Premio Gabo. Y el cambio de nombre del premio se hizo con la expresa autorización de Gabo y de Mercedes, autorización firmada por ellos en notaria, nada menos.
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Por primera vez el Festival Gabo se realizará en Bogotá. ¿Piensan continuar llevando el festival a otras ciudades del país?
Vamos a estar mínimo dos años en Bogotá. Este es un festival de transición postpandemia, que se realizará presencial. Hemos sido acogidos por Bogotá; queríamos venir y celebrar los cuarenta años del Nobel acá. Tenemos el compromiso, gracias al apoyo de la Alcaldía, de que el festival se realice en Bogotá en el 2022 y 2023. Después, podríamos considerar itinerancia, pero si la ciudad quiere que nos quedemos, y vamos encontrando el acomodo en cuanto a fechas, etc., para que sea de mucho éxito, pues no tenemos afán de irnos, más bien invito a que Bogotá se apropie del festival, que lo conviertan en suyo, porque esta es una capital realmente abierta, acogedora y que representa lo que hoy en día son los colombianos.
¿Y por qué eligieron el Gimnasio Moderno como sede del festival?
El Gimnasio Moderno no es la única sede, hay otras como el Centro Cultural Gabriel García Márquez y la Red de Bibliotecas Públicas de Bogotá. El Gimnasio Moderno es la sede central porque es acogedor, gracias su arquitectura tan especial y el paisajismo que tiene con sus jardines, en donde les ha dado cabida a diferentes eventos, demostrando la capacidad para recibirlos. En el festival, no solo vamos a aprovechar algunas aulas y el auditorio, sino que también vamos a tener carpas, a usar jardines, etc. En todo el proceso de producción nos acompaña Páramo Presenta, la empresa que se encarga de organizar conciertos, y, de hecho, hay una programación musical en el festival.
¿Por qué esta nueva edición del festival no será gratuita?
Es casi gratuito, pues el costo de la entrada es mínimo. Se hizo así por una recomendación que nos hicieron desde el equipo de Páramo, en el sentido de que Bogotá prefiere pagar un poco. Ahora, si alguien necesita una beca para costear la entrada, que nos llamen y se la daremos; lo estamos haciendo ya con algunos estudiantes. El costo en realidad es muy bajo: $15.000 un día, $25.000 dos días y $30.000 tres días; es decir, no es cuestión de plata.
“Nos unen las historias para deshacer el nudo de la soledad de América Latina” es uno de los lemas de la décima edición del Festival Gabo. ¿Por qué encontrar nuevas formas de narrar la región pueden contribuir a alcanzar este fin?
Por lo mismo que Gabo nos decía: tenemos que entendernos, y para lograrlo debemos explorarnos más, investigarnos mucho y contarnos, pero de forma incluyente. Este es un festival que está a tono con el reclamo de inclusión que nos agita aquí en Colombia y en toda América Latina. Están exigiendo inclusión los jóvenes y los grupos étnicos, que normalmente eran considerados vulnerables o marginales. La inclusión no solo puede ser una cuota, sino que requiere también de representación. Entonces, hay que renovar la manera de contarnos, de explicar y relatar los problemas y encontrar las causalidades, que nos permitan, de pronto, darnos cuenta de que cargamos con unos paradigmas, con unas estructuras que hay que renovar, pero para eso necesitamos la mirada agudizada de los nuevos cronistas, trabajando no solo con los textos, sino también con los nuevos formatos, como lo proponen las categorías del Premio Gabo.
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¿Y cómo lograr que la inclusión sea algo más que solo moda?
Eso es cuestión de que se afiance. Esto no es moda, es el resultado de una lucha, pero el sistema tiene que convertirlo en moda para absorberlo, y eso está bien, lo importante es que no se banalice, sino que haya cambios estructurales, y para lograrlo la gente tiene que ponerse “las pilas”. Creo, francamente, que esto llegó para quedarse, porque hay personas luchadoras conscientes que saben que no es cuestión solo de unos lemas, de unas imágenes o de “tomémonos una foto que aquí somos multicolor”. Esto es cuestión, realmente, de que haya oportunidades, equidad y que el relato cambie. Siempre corremos el riesgo del retroceso, pero eso es un problema político; es la sociedad la que determinará si se expone a un retroceso.
Volviendo al Premio Gabo. Este año se abrieron dos nuevas categorías: Audio y Fotografía. ¿Cuáles son los aportes que ofrecen estos tipos de lenguajes?
Muchos… En el caso de la fotografía es una categoría que estamos recuperando, pues la tuvimos hace muchos años, pero la terminamos fusionando con una idea más amplia de imagen. Sin embargo, debemos reconocer que existe una vertiente clásica que no la dan el texto y la fotografía fija, y otra más contemporánea compuesta de imagen, audio y cobertura. Entonces, decidimos, por un lado, recuperar ese componente clásico de la fotografía, que ha sido tan importante a lo largo de la historia, y, por otro lado, abrirnos al audio, en donde no solo se le da un espacio a la radio, sino también al podcast, que está siendo utilizado por muchas personas, lo que lo ha convertido en uno de los medios más importantes de información de la era contemporánea. En la categoría cobertura, el acento está puesto sobre la investigación, la fuerza de impacto del contenido a través de cualquier tipo de medio.
La Fundación Gabo se creó gracias a algunas preocupaciones de García Márquez relacionadas con “la ética profesional, la rigurosidad y la calidad narrativa del oficio periodístico en Iberoamérica”. ¿En la actualidad, cómo estamos en esas tres áreas?
Yo tengo esperanza. El único periodismo que hoy vale la pena es el bien llevado, porque la información ya no depende solo de los periodistas, en la actualidad circula de muchas maneras y hay muchos productores de contenido informativo, dentro de esos, un gran porcentaje son mentirosos. Entonces, hay mucho pseudoperiodismo, que es lo contrario al periodismo, pero tiene su misma apariencia. El verdadero periodismo solo puede ser uno serio, en el sentido que trabaje sobre hechos verificables, por lo que tiene que ser ético, cuidadoso y riguroso; si no lo es, qué justifica que exista. Antes se necesitaba un poco al periodista para informar a las personas, en la actualidad lo necesitamos para saber cuál es la realidad verdadera, y ayudar a entenderla y explicarla. Así que estamos en plena vigencia de los postulados de Gabo.
apuesta a la excelencia y la innovación.
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Se pensó, en algún momento, que con el protagonismo de las redes sociales había llegado el fin de periodismo, pero, como dice, sigue siendo necesario si se ejerce sobre hechos verificados…
Lo que pasa es que hay una gran cantidad de comunicación y de historias que circulan. Lo que perdió el periodismo fue una especie de privilegio comunicacional, una posición de liderazgo de mercado natural; por eso ahora hay que construirla. Antes el periodismo no solo era un informador, sino un mediador social y político. En la actualidad no es necesario como mediador político, porque lo que prolifera es la comunicación. El periodismo que se justifica es el que le apunta a buscar los hechos, explicarlos y llevarle esa información a la gente de una manera más dialogante. El periodismo que vale la pena es el ético, independiente y que le apuesta a la innovación.