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¿Hay mitos en la crítica literaria?
Sí. Que el ensayo es rigor e investigación. Es falso. Ensayo y rigor son antónimos. El ensayista no investiga para escribir. Solo consulta algunos datos a la hora de escribir. No se pueden hacer ensayos literarios a golpes de investigación. Más que investigar, el ensayista rumia sus temas. Solo escribe sobre cosas que ha llevado un tiempo en la cabeza y el corazón. El pulso del ensayista no se mide por la erudición, sino por su capacidad para urdir conjeturas reveladoras. Mundos posibles. (Prográmese con los eventos de la FILBo hoy 26 de abril).
Un ejemplo conjetural...
[Piensa] Tal vez lo que se perdió en la biblioteca de Alejandría no fueron libros, herbarios ni tapices, ni una fórmula política magistral, sino un verso, la línea capaz de poner una sonrisa en los labios de Dios.
¿Dios existe?
Es mucho más real que usted y yo, más real que Úrsula y el Quijote juntos, y casi tan adorado como el oro, el único mito que ha soportado bien el paso de los milenios sin perder una bujía de brillo. Es imposible dudar de Dios, una criatura en la que creen miles de millones de personas y con la que peleamos a diario los ateos.
Pero ¿cree en Dios?
Solo los días pares. La fe y el ateísmo son frágiles. Intermitentes. Todos somos discontinuos. Los ateos sufrimos con frecuencia ataques de piedad, y los creyentes blasfeman todos los días. Hasta Jesús blasfemó: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”.
¿Cómo le va con los audiolibros?
No puedo. Llevo decenas de años leyendo a mi ritmo. Leer es una actividad íntima y personal. Podemos escuchar un poema, no diez.
¿Le gustan sus libros?
Claro. Especialmente el último: todos los escritores amamos nuestro último libro, porque es el que más se ajusta a la estética que estamos profesando.
¿A quién envidia?
A Piedad Bonnett. Tal vez no exista un libro más bello y terrible que esa obra intensa: Lo que no tiene nombre.
Una manía.
En las rumas, los libros pequeños deben estar encima.
Una fobia.
Los pies de página largos. Y los libros altos: siempre estorban. Y los diplomas: uno no se atreve a doblarlos y echarlos al bolsillo, así sea un pergamino del concejo municipal.
Defina en una palabra: Mutis.
Casi genio.
Gabo.
Poeta de la casa.
Rulfo.
Un narrador feliz de asuntos muy tristes.
Borges.
Una suma literata.
Arreola.
El juego.
François Jacob.
Un biólogo francés que escribía mejor que Proust.
Truman Capote.
El genio de la literatura inglesa.
Poe.
Cumplió varias tareas: descubrió al lector, reinventó la poética, inventó el cuento policiaco y la crítica técnica, y resolvió un problema que había superado a los astrónomos y astrólogos: ¿por qué es negra la noche?
¿Por qué es negra la noche?
El borracho de Baltimore hizo una observación obvia y hermosa: “La noche es cónica”, y otra más aguda: “La noche es oscura porque aún no llega hasta la Tierra la luz de los millones de soles que titilan en el espacio sideral”. Lo escribió en “Eureka”, una cosmología delirante, como él.
Los clásicos.
Son libros para los jóvenes, que tienen tiempo porque son inmortales.
Un sueño.
Un bloque económico y político: la Unión Latinoamericana.
¿No le parece utópico?
Usted me pidió un sueño.
Una definición de ensayo.
La de Jaime Alberto Vélez: “El ensayista es un sujeto que sostiene con gracia un punto de vista original”.
El cuento.
Una forma sintética cuyo protagonista es el argumento y su alma la tensión.
Las religiones.
Lo fueron todo para todos desde antes del descubrimiento del fuego y la invención de la muerte hasta hace 500 años. Hoy los dioses han perdido el paso. Están viejos y cansados. En el próximo siglo veremos las religiones como lo que realmente son, cosmologías para niños. Por eso son parabólicas, alegóricas, ilustradas.
Un título horrible.
Este, de Woody Allen: “El holocausto, libro para colorear”.
Está de moda el aforismo. ¿Cómo lo define usted?
Un miniensayo. El aforismo compacta en dos líneas la introducción, el desarrollo y el cierre de una argumentación. Sus ingredientes son la síntesis, la ironía, un humor retorcido, la elipsis, la paradoja y una prosa nivel Borges.
Un ejemplo.
“Paul Valery representa el punto más alto del crepúsculo de Occidente”, Emil Cioran.
Un aforismo perturbador.
El de Rochefoucauld: “En la desgracia de un amigo hay algo que no nos molesta”. Esta frase marca el fin de las máximas ejemplares y el inicio de la filosofía moderna.
Un aforismo paradójico.
“El inventor del alfabeto era analfabeto”, Millor Fernandes. Es el descubrimiento más espectacular de la historia de la lingüística.
¿Los “escritores bot”?
Los robots no escriben, practican un arte combinatoria. Pero no descarto que puedan escribir bien dentro de unos años. Los he visto jugar ajedrez a niveles francamente poéticos y no creo que su calidad pueda ser explicada en términos de “fuerza bruta”: velocidad y memoria. Quizá nos ganan porque juegan por jugar, no les importa la victoria ni los aflige la derrota, pero piensan. Estoy seguro de que las máquinas piensan.
¿Qué es pensar?
[Silencio] No sé. Solo ahora caigo en cuenta de que ese verbo no está definido. Tampoco está definido el sustantivo “inteligencia”.
El Pacto Histórico.
Rezo todas las noches para que le vaya bien. Colombia debe girar hacia la socialdemocracia, como lo está haciendo el primer mundo. El comunismo fracasó, el neoliberalismo hace agua y Colombia no resiste más este neoliberalismo de quinta.
Una frase política.
“Que el comunismo haya fracasado no significa que estén resueltos los problemas sociales que lo originaron”, Octavio Paz.
Un filósofo.
Cioran. Emil Cioran. Su pensamiento es negro paradojal. Fue un profeta del escepticismo y la desesperanza, pero divulgó su evangelio en una prosa que no habíamos visto nunca, ni siquiera en Platón ni en Nietzsche, y el resultado fue muy feliz. Quiero decir, estimulante. Controversial. Justo al contrario de los autores de superación, que predican evangelios felices en una prosa triste, ilegible y plagada de dogmas por el estilo de “el universo marcha como debiera”.
¿Cioran encierra una paradoja similar a la de Rulfo?
Exactamente. Cioran es rulfianamente feliz. La tragedia cantada de una manera dichosa.
¿Por qué fracasan las definiciones de poesía?
Porque no es un género literario, es una respiración con dos ritmos: el prosaico y el versificado. La literatura se divide en poesía… y poesía. Pongámoslo así: el narrador imagina, el ensayista conjetura y el poeta delira, pero los tres son músicos. Es solo que la música del narrador es piana, como la del ensayista. En el poema, en cambio, el volumen de la música es más alto y el lenguaje es muy visible, más protagónico que en la prosa.
Un minicuento.
El de Baudelaire: “La genialidad del Diablo es hacernos creer que no existe”.
Un símil que lo haya asombrado.
Este, de François Jacob: “El brujo y el científico se parecen: ambos explican fenómenos visibles por medio de fuerzas invisibles”.
Un error del mundo editorial.
El desprecio por la crítica literaria. Bueno, también la desprecian muchos escritores. ¡Que Dios los perdone!
Qué es la crítica.
El arte de leer con más ojos.
¿Y el crítico?
Un señor que no trabaja sobre la realidad sino sobre una materia más depurada, la literatura.
¿Tiene alguna definición de hombre?
Un animal imposible, ángel caído, dios confuso, bestia alada. Por eso es que el cielo nos queda alto y la tierra estrecha… pero quizás es aquí donde reside su fuerza dramática, su demonio creativo. Si estuviéramos hechos de una sola sustancia seríamos apenas laboriosos, como las hormigas.
Un invento que lo conmueva.
El lenguaje oral. No entiendo cómo pudimos pasar del rugido al suspiro, a los precisos fonemas, al silbo, la canción y la plegaria. Del chillido al padrenuestro, de la angustia muda a la petición clara: “Señor, que no haya tanta belleza”.
Leí que le interesa la geometría.
Todos somos geómetras frustrados. Por eso nos interesa tanto el diseño. Creo que la geometría no empezó por la medición de la Tierra sino en la carpintería... tal vez con los ángulos rectos de la silla y la mesa… Algún día lo demostraré con un teorema irrebatible (sonríe). El paneo griego es asombroso: el movimiento del punto, “lo que no tiene partes”, según Euclides, genera la línea, que solo tiene longitud. Es infinitamente esbelta, digamos. Cuando esta entidad se desplaza genera el plano, ¡que tiene un solo lado! Y cuando los planos se desplazan generan los volúmenes, que son perfectamente reales.
Un ejemplo, por favor.
¿Ha visto girar una moneda? El movimiento del círculo, un plano, dibuja una esfera, un volumen.
Una tristeza del escritor Julio César Londoño.
La confirmación irrefutable de que no tengo la sensibilidad de Darío Jaramillo, las ventas de Héctor Abad, la prosa de William Ospina o Tomás González, el duende de Juan Manuel Roca ni la potencia de Piedad Bonnett, ni mucho menos la suma de talentos de Antonio Caballero.