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                                                                                                                                Filbo 2023: México, un libro abierto para los colombianos

                                                                                                                                Es el país invitado a la Feria Internacional de Libro de Bogotá, y como homenaje evocamos las visiones de Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis y Fernando Vallejo. La Filbo comenzará este martes 18 de abril

                                                                                                                                Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez y Fernando Vallejo.
                                                                                                                                Foto: AP, AFP y El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En algún momento quiso escribir un libro inspirado en su vida mexicana, pero el tiempo no le alcanzó. “Otra patria distinta” tituló el discurso con el que recibió, el 22 de octubre de 1982, con “orgullo y gratitud” la orden del Águila Azteca. “Se formaliza de este modo el vínculo entrañable que mi esposa y yo hemos establecido con este país que escogimos para vivir desde hace más de 20 años. Aquí han crecido mis hijos, aquí he escrito mis libros, aquí he sembrado mis árboles”. Más que un país que le ofreció “exilio, privacidad y sosiego”, fue la gran casa familiar donde vivió feliz 53 años y se realizó en “un refugio providencial” para “todos los desterrados que se han acogido al amparo de México”.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “Mi México” tituló Mutis un texto que es parte del libro Estación México, una recopilación que hizo su hijo, el poeta Santiago Mutis, por los 57 años de vida de su padre allí hasta su muerte en 2013, donde cuenta que el “hechizo deslumbrante” del Distrito Federal y los argumentos del pintor colombiano Fernando Botero, quien lo recibió en su apartamento de la colonia Nápoles, lo convencieron de quedarse. Y se quedó para siempre, así la contaminación la haya convertido en “una pesadilla de gases letales entre los que agonizamos en un vértigo suicida”. Mutis y García Márquez caminaban por el Paseo de la Reforma o por el Bosque de Chapultepec mientras maquinaban sus obras, incluso cuando el primero estuvo preso en la cárcel de Lecumberri y el segundo descubrió camino a Acapulco el tono y la estructura de Cien años de soledad.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Otra poderosa razón fue que allí conoció y vivió media vida con su compañero, el coreógrafo mexicano David Antón, fallecido en 2017. “Me fui quedando, me fui quedando, realmente estaba hecho para vivir en Medellín (a donde volvió), en ningún otro lado”. En esas décadas sobrevivió a dos terremotos y se reconcilió con la literatura a través de una veintena de libros, incluida su pentalogía El río del tiempo.

                                                                                                                                En su estudio con ventanas presurizadas para aislarse del ruido del DF me dijo: “México me dio algo asombroso que no me dio Roma, donde viví un año; que no me dio París, donde viví unos meses; que no me dio Nueva York, donde viví un año, y fue el distanciamiento de la lengua que tenía en el alma de colombiano”. Y cuando no estaba al piano interpretando a Chopin, disfrutaba oír canciones de Agustín Lara, José Alfredo Jiménez y Chavela Vargas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En tiempos de migración obligada y desbordada, de odiosos filtros de aduanas, cito de nuevo a García Márquez para pedir que las puertas y los libros abiertos entre México y Colombia “nunca se cierren”. Desde el DF me cuentan que las orquídeas color violeta que su esposa Mercedes Barcha dejó sembradas en los brazos del árbol de caucho de su jardín siguen floreciendo.

                                                                                                                                Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez y Fernando Vallejo.
                                                                                                                                Foto: AP, AFP y El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En algún momento quiso escribir un libro inspirado en su vida mexicana, pero el tiempo no le alcanzó. “Otra patria distinta” tituló el discurso con el que recibió, el 22 de octubre de 1982, con “orgullo y gratitud” la orden del Águila Azteca. “Se formaliza de este modo el vínculo entrañable que mi esposa y yo hemos establecido con este país que escogimos para vivir desde hace más de 20 años. Aquí han crecido mis hijos, aquí he escrito mis libros, aquí he sembrado mis árboles”. Más que un país que le ofreció “exilio, privacidad y sosiego”, fue la gran casa familiar donde vivió feliz 53 años y se realizó en “un refugio providencial” para “todos los desterrados que se han acogido al amparo de México”.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Como anotó en la columna de prensa “Regreso a México”, el Nobel de Literatura colombiano siempre añoraba “volver, volver”, a lo Vicente Fernández. No olvidaba el día que llegó “sin saber muy bien por qué, ni cómo, ni hasta cuándo… sin nombre y sin un clavo en el bolsillo, el 2 de julio de 1961, a la polvorienta estación del ferrocarril central”. Ya había vivido en París y publicado El coronel no tiene quien le escriba, pero no estaba seguro de que la literatura le daría para sobrevivir. Se instaló atraído por el apogeo del cine mexicano y, como llegaba de Europa, donde había hecho cursos en Roma, terminó conociendo desde a María Félix hasta Juan Rulfo, con quien rodó una versión de su cuento “En este pueblo no hay ladrones”. En ese ambiente, reconoció, “amigos mexicanos me brindaron su apoyo y me infundieron la audacia para seguir escribiendo”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                “Mi México” tituló Mutis un texto que es parte del libro Estación México, una recopilación que hizo su hijo, el poeta Santiago Mutis, por los 57 años de vida de su padre allí hasta su muerte en 2013, donde cuenta que el “hechizo deslumbrante” del Distrito Federal y los argumentos del pintor colombiano Fernando Botero, quien lo recibió en su apartamento de la colonia Nápoles, lo convencieron de quedarse. Y se quedó para siempre, así la contaminación la haya convertido en “una pesadilla de gases letales entre los que agonizamos en un vértigo suicida”. Mutis y García Márquez caminaban por el Paseo de la Reforma o por el Bosque de Chapultepec mientras maquinaban sus obras, incluso cuando el primero estuvo preso en la cárcel de Lecumberri y el segundo descubrió camino a Acapulco el tono y la estructura de Cien años de soledad.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Otra poderosa razón fue que allí conoció y vivió media vida con su compañero, el coreógrafo mexicano David Antón, fallecido en 2017. “Me fui quedando, me fui quedando, realmente estaba hecho para vivir en Medellín (a donde volvió), en ningún otro lado”. En esas décadas sobrevivió a dos terremotos y se reconcilió con la literatura a través de una veintena de libros, incluida su pentalogía El río del tiempo.

                                                                                                                                En su estudio con ventanas presurizadas para aislarse del ruido del DF me dijo: “México me dio algo asombroso que no me dio Roma, donde viví un año; que no me dio París, donde viví unos meses; que no me dio Nueva York, donde viví un año, y fue el distanciamiento de la lengua que tenía en el alma de colombiano”. Y cuando no estaba al piano interpretando a Chopin, disfrutaba oír canciones de Agustín Lara, José Alfredo Jiménez y Chavela Vargas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En tiempos de migración obligada y desbordada, de odiosos filtros de aduanas, cito de nuevo a García Márquez para pedir que las puertas y los libros abiertos entre México y Colombia “nunca se cierren”. Desde el DF me cuentan que las orquídeas color violeta que su esposa Mercedes Barcha dejó sembradas en los brazos del árbol de caucho de su jardín siguen floreciendo.

                                                                                                                                Por Nelson Fredy Padilla

                                                                                                                                Periodista desde 1989, magíster en escrituras creativas, autor de cinco libros, catedrático de periodismo y literatura desde 1995, y profesor de la maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional, del Instituto de Prensa de la SIP y de la Escuela Global de Dejusticia.@NelsonFredyPadinpadilla@elespectador.com

                                                                                                                                Temas recomendados:

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