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“Y eso es parte inmensamente de la construcción de la democracia. No puede haber democracia sin feminismo en absoluto. Cuando las mujeres de un país avanzan, el país avanza, simplemente. Todos los países lo han podido comprobar, Naciones Unidas lo repite todos los días, con cifras, con imágenes (…). Yo estoy trabajando en esto (…). Yo soy feminista es en ese sentido. Yo soy una feminista que ama profundamente a los hombres. Nunca he declarado la guerra a un solo hombre. Me entiendo demasiado bien con ellos (…). Ser feminista es preocuparse por esta otra mitad de la humanidad que son las mujeres. Es trabajar con ellas. Es creer en los derechos humanos y en los derechos de las mujeres”.
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Las primeras lecturas de Florence Thomas fueron cuentos infantiles. Su infancia la vivió en un país en reconstrucción, era la Francia de la posguerra y no había tanta literatura infantil como hoy. Leía las fábulas de Jean de La Fontaine, también leía El Principito de Saint-Exupery. Ha contado que una de sus influencias más importantes fue su propia madre, quien les narraba a Thomas y a sus hermanos historias inventadas y recreadas en los tiempos de la guerra, lo que empalmaba con el país que estaban viviendo.
Después de las fábulas vino la biblioteca de su padre, que en palabras de Thomas “fue un remedio para un ambiente muy difícil de guerra”.
La joven lectora estudió psicología y se hizo maestra en psicología social en la Universidad de París. A Colombia llegó en 1967. Ese año se volvió profesora y estuvo más de 25 años liderando el área de psicología social de la Universidad Nacional, en donde le otorgaron la calidad como profesora emérita. En su ensayo Género: Femenino, publicado en 2003, menciona que fue en los primeros años de docencia cuando formó su pensamiento crítico de cara a los discursos normativos y las ideas de feminidad recurrentes.
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Thomas venía de un contexto en el que la mujer era sujeto de derechos, la píldora anticonceptiva se había aprobado y se estaban dando luchas como la legalización del aborto. Colombia a finales de los años 60 estaba resurgiendo de lo que fue el Frente Nacional.
En la década de 1980 Thomas fue una de las fundadoras del Grupo Mujer y Sociedad, que se reunía cada jueves con un yogurt o una empanada en su oficina. Eran siete académicas de los departamentos de Historia, Antropología, Trabajo Social y Psicología. Thomas escribiría en Género: Femenino: “Sí, todas estábamos construyendo una mirada de la sospecha, de una irremediable sospecha epistemológica que nunca más nos dejaría tranquilas, aun cuando cada una de nosotras la asumiría de manera distinta”.
El Grupo, además del debate académico, buscaba materializar en la casa de cada una de las integrantes las nociones discutidas, desde el amor, la maternidad y la paternidad, hasta la participación política. Se analizaban los roles de género en diferentes épocas –de la colonia al siglo XX–, había una preocupación por las madres comunitarias y los contextos de violencias intrafamiliares.
En 1985, Florence Thomas, junto a Yolanda Puyana, María Himelda Ramírez, María Eugenia Martínez, Guiomar Dueñas, Lya Yaneth Fuentes y Juanita Barreto organizaron el simposio Mujer y vida cotidiana, que reunió a más de 300 mujeres en el auditorio Camilo Torres de la Universidad Nacional. Aquel encuentro confirmó que los estudios de género eran una urgencia de debate para el país dentro y fuera de los espacios académicos. En esa década los estudios feministas aportaron a los diferentes campos de estudio; por ejemplo, en los estudios literarios se incentivó la recuperación de posibles textos olvidados, fue así como se descubrió la obra de Soledad Acosta de Samper.
Las discusiones de Thomas y sus colegas desembocaron en que en la década de 1990 se creara en la Universidad Nacional el Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo, con dos posgrados, un centro de documentación y cinco líneas de investigación. El programa fue creado con la intención de institucionalizar una perspectiva de género. Ya en 2001 aparecería la Escuela de Estudios de Género de la misma universidad.
Hoy en día, el grupo fundado por Thomas se enfoca en los estudios de género frente al conflicto armado en Colombia, optando por el fomento del respeto al cuerpo de las mujeres y de los integrantes de la comunidad lgbt, y reflexionando sobre cómo garantizar ciertos mínimos dentro del conflicto en lo que reste del mismo.
El 6 de diciembre de este año la Universidad de Sucre le otorgó el doctorado Honoris Causa, reconociendo el pensamiento que ha desarrollado en Colombia y su esfuerzo por generar discusiones académicas sobre el género. Su obra incluye reflexiones sobre símbolos sexistas en culturas populares y su representación en las telenovelas, las fotonovelas y la música. A propósito de la condecoración, su hijo Nicolás Morales escribió que Thomas “siempre fue muy informal en los requisitos que exigía la alta academia. Las revistas hiperindexadas o los estudios doctorales no fueron lo suyo (…). Las feministas más ortodoxas la han tenido en la mira por su déficit de publicaciones académicas relativas a las lecturas contemporáneas del feminismo”.