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                                                                                                                                Flores que nacen en lo que fue campo de batalla

                                                                                                                                En el poema “La mata” la naturaleza desborda todo el relato de la masacre de El Salado. Las ilustraciones de María Isabel Rueda y el texto de Eliana Hernández se conjugan para narrar la historia que terminó con la vida de más de 60 personas.

                                                                                                                                Daniela Cristancho

                                                                                                                                Periodista sección Política
                                                                                                                                Ilustración de la naturaleza en El Salado, interpretación de María Isabel Rueda para el poema "La mata". / María Isabel Rueda
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Las ilustraciones de La mata —coedición de Cardumen Libros y Laguna Libro— funcionan como un flipbook o folioscopio. Van cambiando ligeramente de una página a la siguiente, de manera que cuando estas se pasan rápido generan la sensación de movimiento. Así, los dibujos en blanco y negro de Rueda acompañan el texto de Hernández, un poema sobre la masacre de El Salado, perpetrada hace 22 años por 450 paramilitares. “La idea es que el dibujo va creciendo orgánicamente hasta tomar el lugar de la escritura y termina devorándose las dos páginas en un dibujo final que juega con la idea de un viaje de la oscuridad a la luz”, cuenta Rueda.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                “Añade La mata: Para quienes volvieron: / un manojo de flores del totumo, / piñuelas con sus pulpas jugosas, / su tomento estrellado de blanco color. / Esas flores de pétalos carnosos, / vainillas, olorosas durante la noche, / y también otras flores furiosas, / expertas en la desobediencia, / varias flores del pico de loro, / las flores del pico de loro, / las espinas que rasgan la piel escondidas. / Una invasión de trinitarias, / un desfile coronado por sépalos persistentes. / Unas con cáliz, que acompaña al fruto, / otras estériles; también racimos / de flores amarillas del bombito, / de la flor de la bajagua, / de esa flor que se llama amor que zumba, / racimos abundantes / retoñadas de sí”.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                “Yo decidí trabajar este tema porque mi sensación un poco fue que a ese texto le faltaba algo, una carga emocional. A pesar de que hay muchos testimonios, todo el lenguaje es de científicos sociales”, asegura. “La poesía trabaja con sensaciones, emociones, construyendo un universo al que yo creo que el lector puede entrar más fácilmente que un informe de un científico social. Me parecía que el ritmo y las imágenes que te van llevando podían ser poderosos para contar esta historia”.

                                                                                                                                Pero la poesía fue también la manera en la que Hernández procesó las más de 300 páginas que había leído casi que en una sentada. Quería trascender el número de víctimas y la lista de nombres que figuran en tablas. Quería ver sus rostros, entender cómo era la cotidianidad que rompió la masacre en lo que ella llama “poesía documental”, “esa poesía que trabaja con materiales ya existentes o históricos y que de alguna manera juega con ellos, que quiere dar cuenta de situaciones de la vida real”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Podría interesarle: “Los filones poéticos son la misma cantidad de personas que hay en el mundo”

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                                                                                                                                La mata, como poemario, es también un manojo de flores para los saladeros, los sesenta que fallecieron del 16 al 21 de febrero del 2000, los que tras los hechos abandonaron el pueblo sin mirar atrás y para el pequeño porcentaje que, pese a todo, regresó a ese lugar a despojarlo de su aura fantasmal.

                                                                                                                                Ilustración de la naturaleza en El Salado, interpretación de María Isabel Rueda para el poema "La mata". / María Isabel Rueda
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Las ilustraciones de La mata —coedición de Cardumen Libros y Laguna Libro— funcionan como un flipbook o folioscopio. Van cambiando ligeramente de una página a la siguiente, de manera que cuando estas se pasan rápido generan la sensación de movimiento. Así, los dibujos en blanco y negro de Rueda acompañan el texto de Hernández, un poema sobre la masacre de El Salado, perpetrada hace 22 años por 450 paramilitares. “La idea es que el dibujo va creciendo orgánicamente hasta tomar el lugar de la escritura y termina devorándose las dos páginas en un dibujo final que juega con la idea de un viaje de la oscuridad a la luz”, cuenta Rueda.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Pero la poesía fue también la manera en la que Hernández procesó las más de 300 páginas que había leído casi que en una sentada. Quería trascender el número de víctimas y la lista de nombres que figuran en tablas. Quería ver sus rostros, entender cómo era la cotidianidad que rompió la masacre en lo que ella llama “poesía documental”, “esa poesía que trabaja con materiales ya existentes o históricos y que de alguna manera juega con ellos, que quiere dar cuenta de situaciones de la vida real”.

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                                                                                                                                Periodista y politóloga de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en resolución de conflictos e investigación para la paz.@danielacsidcristancho@elespectador.com
                                                                                                                                Ver todas las noticias
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