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                                                                                                                                Fragmento de “Cómo vivir en vano”, novela de Ricardo Silva Romero

                                                                                                                                ¿Qué pasó con Horacio Pizarro después de sobrevivir a la debacle de 2016? ¿Y en el incierto 2020, el año bisiesto de la peste y el encierro?, son los interrogantes que plantea esta ficción publicada bajo el sello editorial Alfaguara.

                                                                                                                                Ricardo Silva Romero * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                La más reciente novela de Ricardo Silva Romero, "Cómo vivir en vano", fue publicada en noviembre de 2022. Justo en la noche de Año Nuevo, el profesor Pizarro y su familia tienen un encuentro inesperado con un hombre que hará estallar una pelea entre las dos hijas, Julia y Adelaida.
                                                                                                                                Foto: ... - LUIS ANGEL
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Siente, de golpe, el jalón de la ciática: putamierdaputamierdaputamierda. Su hija menor no ha venido detrás de él: «¡Julia!». Su hija mayor está diciéndole al novio nuevo, al pobre «hijo gris» tan sonriente y tan contenido, que ahora mismo se le escapa el nombre, que ella va a quedarse a dormir en su vieja habitación.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Su esposa está llevándoles la cuerda a los invitados a unos cuantos pasos de la puerta de salida, «no, gracias a ustedes…», con una sagacidad bogotana que pocas veces pone en práctica. Y, como el disco ya ha dejado de dar vueltas en la tornamesa del rincón, se están escuchando el fufufufufu del estabilizador, el tictactictactic del reloj de pared, el zazazazaza de la nevera de la madrugada y el cricricricricri del bombillo del umbral como pruebas incontestables de que toda casa es un monstruo.

                                                                                                                                Pizarro se ve a sí mismo despidiéndolos, enchaquetados y envejecidos y risueños como cualquier visita a la salida, antes de que sea mucho peor. No les sonríe. No sonríe. Repite los lugares comunes y automáticos de las despedidas, sí, «a ustedes muchas gracias por venir», pero no es capaz de hacer gestos de paz. Se pone a pensar que Clara, su mujer, tampoco debe saber ni recordar mucho de la historia del abuso porque si lo supiera no estaría rascándose detrás de las orejas como cualquier cuerpo de cualquier sexo que anhela dormirse.

                                                                                                                                Quiere que su hija sepa que nadie puede hacerle daño, pero quiere que se acabe esa fiesta que no debió ser, pero quiere que ese imbécil tenga claro que no van a volver a verse, pero quiere que la vida siga porque si no sigue no es vida, pero quiere que sea claro que él no es un cobarde, sino un práctico.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No todas las puertas pueden cerrarse con seguro desde adentro, no, las puertas de las habitaciones del apartamento en el que estoy escribiendo esta novela —por poner el primer ejemplo que se me viene a la cabeza— apenas tienen un botón que cualquiera puede presionar para salir y largarse, pero nadie puede dejar ahora la casa de la familia Pizarro si no tiene la llave en sus manos.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El profesor se pregunta «quién habrá cerrado con seguro» como diciéndose a sí mismo que aquí no sólo está pasando algo muy raro, sino que va a suceder algo que va a ponerlo todo al revés. Busca la copia que suele estar colgada en el pequeño perchero de madera que su esposa clavó en la pared hace un par de años nomás para que él sepa siempre dónde dejó el bendito llavero de submarino amarillo que siempre está perdiendo.

                                                                                                                                No está la llave. No se ve el llavero. Y Pizarro, que está dándoles la espalda a todos hasta que dar la espalda pase de ser lo humano a lo inhumano, va a tener que mirar a los ojos a propios y a extraños para reconocerles que aquella reunión exprimida a más no poder todavía no ha llegado a su fin.

                                                                                                                                Revisa de nuevo la percha de la entrada para hacer algo mientras se le ocurre algo mejor. Se encoge de hombros. Y niega con la cabeza, pues es tiempo de acatar la realidad.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                * Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial, sello Alfaguara.

                                                                                                                                La más reciente novela de Ricardo Silva Romero, "Cómo vivir en vano", fue publicada en noviembre de 2022. Justo en la noche de Año Nuevo, el profesor Pizarro y su familia tienen un encuentro inesperado con un hombre que hará estallar una pelea entre las dos hijas, Julia y Adelaida.
                                                                                                                                Foto: ... - LUIS ANGEL
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Siente, de golpe, el jalón de la ciática: putamierdaputamierdaputamierda. Su hija menor no ha venido detrás de él: «¡Julia!». Su hija mayor está diciéndole al novio nuevo, al pobre «hijo gris» tan sonriente y tan contenido, que ahora mismo se le escapa el nombre, que ella va a quedarse a dormir en su vieja habitación.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Pizarro se ve a sí mismo despidiéndolos, enchaquetados y envejecidos y risueños como cualquier visita a la salida, antes de que sea mucho peor. No les sonríe. No sonríe. Repite los lugares comunes y automáticos de las despedidas, sí, «a ustedes muchas gracias por venir», pero no es capaz de hacer gestos de paz. Se pone a pensar que Clara, su mujer, tampoco debe saber ni recordar mucho de la historia del abuso porque si lo supiera no estaría rascándose detrás de las orejas como cualquier cuerpo de cualquier sexo que anhela dormirse.

                                                                                                                                Quiere que su hija sepa que nadie puede hacerle daño, pero quiere que se acabe esa fiesta que no debió ser, pero quiere que ese imbécil tenga claro que no van a volver a verse, pero quiere que la vida siga porque si no sigue no es vida, pero quiere que sea claro que él no es un cobarde, sino un práctico.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No todas las puertas pueden cerrarse con seguro desde adentro, no, las puertas de las habitaciones del apartamento en el que estoy escribiendo esta novela —por poner el primer ejemplo que se me viene a la cabeza— apenas tienen un botón que cualquiera puede presionar para salir y largarse, pero nadie puede dejar ahora la casa de la familia Pizarro si no tiene la llave en sus manos.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El profesor se pregunta «quién habrá cerrado con seguro» como diciéndose a sí mismo que aquí no sólo está pasando algo muy raro, sino que va a suceder algo que va a ponerlo todo al revés. Busca la copia que suele estar colgada en el pequeño perchero de madera que su esposa clavó en la pared hace un par de años nomás para que él sepa siempre dónde dejó el bendito llavero de submarino amarillo que siempre está perdiendo.

                                                                                                                                No está la llave. No se ve el llavero. Y Pizarro, que está dándoles la espalda a todos hasta que dar la espalda pase de ser lo humano a lo inhumano, va a tener que mirar a los ojos a propios y a extraños para reconocerles que aquella reunión exprimida a más no poder todavía no ha llegado a su fin.

                                                                                                                                Revisa de nuevo la percha de la entrada para hacer algo mientras se le ocurre algo mejor. Se encoge de hombros. Y niega con la cabeza, pues es tiempo de acatar la realidad.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                * Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial, sello Alfaguara.

                                                                                                                                Por Ricardo Silva Romero * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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