Francisco Barreto Pinzón: Fútbol para construir paz
En el Pacífico nariñense, una pequeña fundación lidera una iniciativa para sacar a los jóvenes de la guerra.
¿Cómo llegó a la zona?
Yo trabajé para Médicos sin Fronteras. Llevo cinco años trabajando en la zona del Pacífico en Nariño.
¿En qué consiste Pázame el Balón?
Con la Fundación Pázame el Balón buscamos crear entornos protectores para niños, niñas, jóvenes y adolescentes. Para nosotros, un entorno protector es una cancha de fútbol. Estamos centrados en la ruralidad, donde hay presencia de actores armados y luchas territoriales por el narcotráfico. Nuestra fundación nació hace cuatro años haciendo actividades en la cabecera municipal de Tumaco (Nariño), después consideramos que el proyecto debía ser mucho más amplio, consideramos que la mayor afectación del conflicto armado se va a dar en lo que llaman el “Triángulo de Telembí”, una subregión de tres municipios, entre ellos está Magüí-Payán; allí hay seis estructuras agrupadas en dos grupos armados, hay desplazamientos masivos, confinamientos, amenazas a líderes sociales, asesinatos selectivos. Por eso decidimos entrar a esa zona. En este momento, desafortunadamente, la población sufre confinamiento y no se puede movilizar por el río Patía, que es el principal de la región. Hay riesgo de minas antipersona, de retenes por el río. Nosotros consideramos que debemos entrar a esa región y hablar con los actores para que nos permitan hacer un torneo de fútbol que involucre a las 14 comunidades de la zona, para que se reconcilien, para que se encuentren; a pesar de estar a menos de veinte minutos por río, muchas comunidades no se encuentran hace meses por culpa del confinamiento. Llevamos cinco meses coordinando la logística y las aproximaciones humanitarias para hacer el torneo en la zona, hacemos una interlocución directa para lograr unos acuerdos humanitarios mínimos que nos permitan entrar de manera segura a la zona. Básicamente este torneo lo que va a lograr es el libre tránsito por el río Patía de los equipos de fútbol y de las comunidades que van a ir a ver los partidos en cada caserío. Es todo un reto, porque hay comunidades a las que les da miedo moverse. Cuando se arma un torneo, por lo general hay fechas definidas, pero acá puede haber un enfrentamiento cualquier día que trastoca todo.
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¿Cómo ha sido la negociación con los grupos armados?
Son acuerdos en el marco de la negociación humanitaria. A los diferentes actores que están en la zona les decimos que vamos a desarrollar un partido de fútbol y necesitamos que las canchas estén libres de cualquier actor armado. Hay que anotar que las canchas son el lugar en donde ellos forman y entrenan. Son conversaciones que se tienen con ellos y se llega a acuerdos verbales, pero eso se hace con el acompañamiento de los liderazgos y comunidades locales, aunque nosotros lo hacemos de manera directa sin exponerlos a ellos.
¿Con qué actores han conversado?
En esa zona hay disidencias de las Farc, por un lado el Comando Coordinador del Occidente, por el otro la Segunda Marquetalia. Básicamente es andar en medio de ellos.
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¿Antes del torneo qué otras actividades han hecho?
Hemos hecho intervenciones en veredas de la zona rural de Magüí-Payán: entramos a una vereda, adecuamos las canchas, hacemos actividades lúdicas, entre ellos pintan el polideportivo, las gradas, podamos el pasto de las canchas junto a la comunidad, les ponemos mallas. En este momento estamos consiguiendo marcos en metal, porque allá los hacen de madera. No solo adecuamos, sino que también dejamos dotación deportiva como petos, conos, balones, para que los muchachos puedan mantener su actividad deportiva a lo largo del tiempo y no sólo se activen cuando está la fundación. Esto es esencial en una zona de conflicto, porque así tú tienes a los pelados distraídos en temas deportivos, que les encantan, y no pensando en tal vez conformar algún tipo de estas estructuras.
¿Cuántas veredas han impactado con el proyecto?
El torneo se va a realizar en un consejo comunitario que se llama Voz de los Negros, que lo conforman aproximadamente 2.200 personas, en él se incluyen catorce comunidades que se agruparon en las cinco más grandes, las que tienen canchas de fútbol.
¿Tienen apoyo institucional o es un proyecto autónomo?
Nuestra forma de recibir donaciones es a través de personas que se meten la mano al bolsillo y nos donan diez mil, veinte mil, treinta mil pesos. Como trabajamos en zonas de conflicto, para mantener la neutralidad e independencia, que hacen parte de nuestros principios, pues no recibimos donaciones de ninguna entidad ni institución nacional, ni departamental, ni municipal.
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¿Ha habido roces con algún actor armado?
Para nada. Las solicitudes de acceso humanitario han sido en buenos términos, de manera respetuosa. Nos han dejado trabajar de manera segura, a la fecha no hemos tenido ningún tipo de inconveniente.
¿A largo plazo qué esperan? ¿Cómo lograr que esta no sea otra iniciativa asistencialista?
Con la experiencia que hemos tenido hemos incluido componentes nuevos, como la atención en salud mental. Hemos hecho capacitaciones a los líderes de la zona en primeros auxilios psicológicos, para que sean los primeros respondientes ante una situación, ya sea en un enfrentamiento o alguna eventualidad de conflicto. Somos conscientes de que no vamos a cambiar o transformar el territorio a un contexto de paz, pero sí estamos convencidos de que nos estamos sumando a los esfuerzos para poder impactar, por ejemplo, el fenómeno del reclutamiento forzado. Nuestras proyecciones son terminar en este consejo comunitario y saltar al territorio vecino, llamado Consejo Comunitario Manos Unidas del Patía Grande. Son territorios en los que no hay presencia institucional, es una forma de invitar y mostrarle a las organizaciones de la región que sí se puede llegar a la zona rural, que hay que salir de las cabeceras urbanas.
¿Cómo llegó a la zona?
Yo trabajé para Médicos sin Fronteras. Llevo cinco años trabajando en la zona del Pacífico en Nariño.
¿En qué consiste Pázame el Balón?
Con la Fundación Pázame el Balón buscamos crear entornos protectores para niños, niñas, jóvenes y adolescentes. Para nosotros, un entorno protector es una cancha de fútbol. Estamos centrados en la ruralidad, donde hay presencia de actores armados y luchas territoriales por el narcotráfico. Nuestra fundación nació hace cuatro años haciendo actividades en la cabecera municipal de Tumaco (Nariño), después consideramos que el proyecto debía ser mucho más amplio, consideramos que la mayor afectación del conflicto armado se va a dar en lo que llaman el “Triángulo de Telembí”, una subregión de tres municipios, entre ellos está Magüí-Payán; allí hay seis estructuras agrupadas en dos grupos armados, hay desplazamientos masivos, confinamientos, amenazas a líderes sociales, asesinatos selectivos. Por eso decidimos entrar a esa zona. En este momento, desafortunadamente, la población sufre confinamiento y no se puede movilizar por el río Patía, que es el principal de la región. Hay riesgo de minas antipersona, de retenes por el río. Nosotros consideramos que debemos entrar a esa región y hablar con los actores para que nos permitan hacer un torneo de fútbol que involucre a las 14 comunidades de la zona, para que se reconcilien, para que se encuentren; a pesar de estar a menos de veinte minutos por río, muchas comunidades no se encuentran hace meses por culpa del confinamiento. Llevamos cinco meses coordinando la logística y las aproximaciones humanitarias para hacer el torneo en la zona, hacemos una interlocución directa para lograr unos acuerdos humanitarios mínimos que nos permitan entrar de manera segura a la zona. Básicamente este torneo lo que va a lograr es el libre tránsito por el río Patía de los equipos de fútbol y de las comunidades que van a ir a ver los partidos en cada caserío. Es todo un reto, porque hay comunidades a las que les da miedo moverse. Cuando se arma un torneo, por lo general hay fechas definidas, pero acá puede haber un enfrentamiento cualquier día que trastoca todo.
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¿Cómo ha sido la negociación con los grupos armados?
Son acuerdos en el marco de la negociación humanitaria. A los diferentes actores que están en la zona les decimos que vamos a desarrollar un partido de fútbol y necesitamos que las canchas estén libres de cualquier actor armado. Hay que anotar que las canchas son el lugar en donde ellos forman y entrenan. Son conversaciones que se tienen con ellos y se llega a acuerdos verbales, pero eso se hace con el acompañamiento de los liderazgos y comunidades locales, aunque nosotros lo hacemos de manera directa sin exponerlos a ellos.
¿Con qué actores han conversado?
En esa zona hay disidencias de las Farc, por un lado el Comando Coordinador del Occidente, por el otro la Segunda Marquetalia. Básicamente es andar en medio de ellos.
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¿Antes del torneo qué otras actividades han hecho?
Hemos hecho intervenciones en veredas de la zona rural de Magüí-Payán: entramos a una vereda, adecuamos las canchas, hacemos actividades lúdicas, entre ellos pintan el polideportivo, las gradas, podamos el pasto de las canchas junto a la comunidad, les ponemos mallas. En este momento estamos consiguiendo marcos en metal, porque allá los hacen de madera. No solo adecuamos, sino que también dejamos dotación deportiva como petos, conos, balones, para que los muchachos puedan mantener su actividad deportiva a lo largo del tiempo y no sólo se activen cuando está la fundación. Esto es esencial en una zona de conflicto, porque así tú tienes a los pelados distraídos en temas deportivos, que les encantan, y no pensando en tal vez conformar algún tipo de estas estructuras.
¿Cuántas veredas han impactado con el proyecto?
El torneo se va a realizar en un consejo comunitario que se llama Voz de los Negros, que lo conforman aproximadamente 2.200 personas, en él se incluyen catorce comunidades que se agruparon en las cinco más grandes, las que tienen canchas de fútbol.
¿Tienen apoyo institucional o es un proyecto autónomo?
Nuestra forma de recibir donaciones es a través de personas que se meten la mano al bolsillo y nos donan diez mil, veinte mil, treinta mil pesos. Como trabajamos en zonas de conflicto, para mantener la neutralidad e independencia, que hacen parte de nuestros principios, pues no recibimos donaciones de ninguna entidad ni institución nacional, ni departamental, ni municipal.
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Para nada. Las solicitudes de acceso humanitario han sido en buenos términos, de manera respetuosa. Nos han dejado trabajar de manera segura, a la fecha no hemos tenido ningún tipo de inconveniente.
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Con la experiencia que hemos tenido hemos incluido componentes nuevos, como la atención en salud mental. Hemos hecho capacitaciones a los líderes de la zona en primeros auxilios psicológicos, para que sean los primeros respondientes ante una situación, ya sea en un enfrentamiento o alguna eventualidad de conflicto. Somos conscientes de que no vamos a cambiar o transformar el territorio a un contexto de paz, pero sí estamos convencidos de que nos estamos sumando a los esfuerzos para poder impactar, por ejemplo, el fenómeno del reclutamiento forzado. Nuestras proyecciones son terminar en este consejo comunitario y saltar al territorio vecino, llamado Consejo Comunitario Manos Unidas del Patía Grande. Son territorios en los que no hay presencia institucional, es una forma de invitar y mostrarle a las organizaciones de la región que sí se puede llegar a la zona rural, que hay que salir de las cabeceras urbanas.