Francisco José de Caldas: geografía y política durante la Independencia
Los mapas de Francisco José de Caldas de la cordillera de los Andes pudieron haber influenciado la obra de Alexander von Humboldt sobre geografía de las plantas, pero permanecieron ocultos en archivos españoles por más de doscientos años. Aquí presentamos un ejemplo de su importancia y originalidad científica.
En 2005 estaba en Madrid escribiendo un libro sobre los intereses científicos de los criollos en los inicios del siglo XIX, un momento de importantes cambios políticos en la América española que los historiadores han llamado el período de la Independencia. El proyecto me permitió conocer de cerca a uno de los personajes más fascinantes de la historia de la ciencia en la América colonial: Francisco José de Caldas. Fusilado en la Universidad del Rosario en 1816, Caldas dejó un legado que nos enseña sobre la importancia política de la ciencia en los albores de la historia nacional.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
En 2005 estaba en Madrid escribiendo un libro sobre los intereses científicos de los criollos en los inicios del siglo XIX, un momento de importantes cambios políticos en la América española que los historiadores han llamado el período de la Independencia. El proyecto me permitió conocer de cerca a uno de los personajes más fascinantes de la historia de la ciencia en la América colonial: Francisco José de Caldas. Fusilado en la Universidad del Rosario en 1816, Caldas dejó un legado que nos enseña sobre la importancia política de la ciencia en los albores de la historia nacional.
El 14 de marzo de 1817, Pascual Enrile informó a Madrid sobre las disposiciones que llevó a cabo el general del ejército “pacificador” Pablo Morillo para salvar los productos de la Expedición Botánica de José Celestino Mutis: “Los insurgentes se ocuparon mucho de la geografía del país, y después quisieron enterarse de la topografía (…) y teniendo a la vista las muchas observaciones de Caldas, las de Humboldt, las de los marinos y el mapa de Talledo, emprendieron la grande obra de un mapa del Virreynato”. Además, Enrile informó que los pintores de la expedición se habían ocupado de copiar numerosos mapas, salvando así de la destrucción “materiales preciosísimos”.
Este documento de 1817 evidenció que en el Observatorio Astronómico de Santafé de Bogotá, además de los miles de dibujos de plantas de Mutis, se acumularon más de un centenar de mapas, cortes de las cordilleras y nivelaciones de plantas que cubrieron buena parte de la Nueva Granada. Un “plan colosal” que, podemos suponer, fue concebido y puesto en marcha por Francisco José de Caldas, un payanés enamorado de las ciencias naturales en la periferia de la Ilustración europea.
Quise entonces indagar un poco más sobre los mencionados y poco conocidos mapas de este buhonero y cartógrafo autodidacta. Sabíamos que los dibujos botánicos habían sido remitidos al Real Jardín Botánico, los materiales sobre animales se llevaron al Museo de Historia Natural y, por ser de interés militar, los mapas quedaron en posesión del Ejército. Decidí visitar el archivo de cartografía del Ejército en Madrid sin mucha esperanza de encontrar mapas inéditos elaborados hace dos siglos. El catálogo del archivo incluía alguna referencia con el nombre de F. J. de Caldas y procedí solicitar la referencia al joven soldado que atendía el archivo. Algo extrañado por mi interés en mapas viejos y al ver mi emoción de tener en mis manos un mapa elaborado por un criollo de hace más de 200 años, me dijo haber visto otros similares que me podrían interesar. Suspendí por varios días mis tareas de escritura y poco a poco fueron apareciendo preciosos mapas cuya autoría era fácil de reconocer. Difícil de creer que esa magnífica obra cartográfica hubiera permanecido invisible por más de doscientos años en un archivo militar español, cuando mapas similares inmortalizaron la figura de Alexander von Humboldt.
Los escritos de Caldas revelaban la importancia de la geografía para los proyectos científicos y políticos de su tiempo. En la memoria que inaugura el Semanario del Nuevo Reyno de Granada, publicada en enero de 1808, “Estado de la geografía del Virreynato de Santafe de Bogotá”, Caldas explicó que “los conocimientos geográficos son el termómetro con que se mide la ilustración, el comercio, la agricultura y la prosperidad de un pueblo. Su estupidez y su barbarie siempre son proporcionadas a su ignorancia en este punto: la geografía es la base fundamental de toda especulación política”. Para Caldas “La geografía es tan necesaria al Estado como lo puede ser a un propietario el conocimiento perfecto de sus heredades”.
No es este el lugar para presentar la copiosa obra cartográfica de Caldas, pero con un único ejemplo aludiré a sus mapas más interesantes: perfiles de los Andes en los cuales quiso mostrar la distribución de las plantas en relación con la altura.
La lámina que acompaña este texto es la número 7 de 10 que, en su conjunto, compusieron una carta de tres metros de largo, que describió el perfil de la cordillera de los Andes de Loja a Quito. En este fragmento podemos apreciar algunas de las montañas más importantes de los Andes, como el Chimborazo y se señalaron las alturas a las que crecieron plantas de interés comercial como la quina.
En las cercanías del Ecuador, donde no hay estaciones, la variación del clima no depende de la época del año, sino de la altura. Sobre el impacto de las montañas en la geografía y la economía de la Nueva Granada, Caldas afirmó: “Nuestros Andes son el origen de bienes incalculables, nuestros Andes nos proporcionan todas las delicias, nuestros Andes nos templan, nos varían, y presentan el espectáculo majestuoso de reunir las extremidades del globo, de mantener en su frente los hielos boreales, y en la basa las llamas del Ecuador. Estas montañas, las más célebres del Universo, sostienen pueblos numerosos a niveles extremadamente diferentes”.
Los tradicionales mapas de la superficie terrestre vista desde el cielo parecen ser insuficientes para representar la riqueza y los climas de los Andes; de ahí la necesidad de elaborar vistas del horizonte en las cuales la altura es la referencia principal. En un plan que Caldas le presentó a Mutis en 1802 ya se esbozó esta idea con claridad: “En este momento, ¡qué bello, qué interesante sería poner al frente de la flora de Bogotá una carta botánica del Reino, que así quiero llamar una carta en que, suprimiendo tanto pueblo obscuro, tantos arroyos de ninguna consideración, se substituyeran en su lugar las plantas útiles a las artes, al comercio, a la salud. ¡Qué placer ver de una ojeada la patria del cacao, del té, de la nuez moscada, del almendrón, de la quina, etc.!”.
No podemos olvidar que la altura de las montañas americanas y su relación con la temperatura cumplieron un papel clave en los debates sobre la influencia del clima en la vida vegetal, animal y humana. Entre reputados naturalistas europeos, como Georges-Louis Lecrec de Buffon (1707-1788), el clima era un factor determinante en la constitución de los seres vivos. El clima tropical, para autores como Buffon, producía criaturas débiles y degeneradas. Algunos criollos como Caldas aceptaron el poder del clima y la autoridad de los naturalistas europeos, pero las implicaciones de los argumentos de Buffon para la Nueva Granada fueron matizadas por la enorme variedad de climas que ofrecieron las cordilleras americanas. Gracias a su altura, Caldas quiso mostrar que en el trópico existían climas idóneos o incluso mejores que los europeos para el florecimiento de la cultura y la civilización, y que así los americanos de ciertas zonas menos calientes se salvarían del determinismo climático que promulgaba la ciencia europea.
Lectura recomendada: sobre los mapas de Caldas, sugiero La obra cartográfica de Francisco José de Caldas, Uniandes, 2006.