Friedrich Nietzsche: la verdad como invención
Recordamos el ensayo “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” de Friedrich Nietzsche, quien falleció el 25 de agosto del año 1900.
“En un apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”; pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza”, escribió Friedrich Nietzsche en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, uno de sus ensayos más tempranos, publicado en 1873, poco después de su primer libro El nacimiento de la tragedia. En el documento, el filósofo alemán reflexiona sobre la verdad y nuestra pretensión de acceder a una imagen objetiva del mundo.
Tras hacer una burla al ser humano, que se cree importantísimo aunque desde un punto de vista cósmico no lo es, Nietzsche comienza su reflexión preguntándose por el intelecto humano, el cual “hubo eternidades en las que no existió” y que vino a existir exclusivamente para la conservación del individuo. “El intelecto sólo ha sido añadido como un recurso a los seres más desdichados, delicados y efímeros, para conservarlos un minuto en la existencia; de la cual, por el contrario, sin ese añadido, tendrían toda clase de motivos para huir tan rápidamente como el hijo de Lessing”, afirma el autor haciendo referencia al bebé del escritor y filósofo Gotthold Ephraim Lessing, que falleció dos días después de nacer.
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Es decir, en un primer momento, de acuerdo con Nietzsche, el intelecto tiene un valor puramente instrumental. La vida en sociedad supone algún grado de confianza. “El primer origen del interés humano por la verdad, dice Nietzsche, está bien asociado al interés de la supervivencia, es una especie de tratado de paz, lo llama él”, explica en el podcast Urbi et Orbi David Zuluaga, Phd en filosofía. “Y el vehículo a través del cual construimos las normas de decirnos la verdad unos a otros para poder convivir es el lenguaje”, continúa.
“En este momento se fija lo que desde entonces debe ser verdad, es decir, se ha inventado una designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria, y el poder legislativo del lenguaje proporciona también las primeras leyes de la verdad, pues aquí se origina por primera vez el contraste entre verdad y mentira”, asegura Nietzsche en su texto.
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Pero luego la verdad empieza a importar en sí misma, más allá de su valor instrumental. Y esto es producto del olvido. Del olvido de que el lenguaje es problemático, es arbitrario. “Dividimos las cosas en géneros, designamos al árbol como masculino y a la planta como femenino: ¡qué extrapolaciones tan arbitrarias! ¡Qué arbitrariedad en las delimitaciones! ¡Qué parcialidad en las preferencias, unas veces de una propiedad de una cosa, otras veces de otra! Los diferentes idiomas, reunidos y comparados unos a otros, muestran que con las palabras no se llega jamás a la verdad ni a una expresión adecuada, pues, de lo contrario, no habría tantos”, se lee en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. El hombre olvida que a través del lenguaje crea la realidad de la que.
“El lenguaje tiene una conexión tenue con lo que pretende describir. El lenguaje no alcanza a las cosas en sí mismas”, dice Zuluaga al tratar de explicar al filósofo alemán. Nietzsche había heredado la idea que hay una distinción importante entre el mundo como se nos presenta y el mundo como es de Schopenhauer, y este, de Kant. Y ese lenguaje es a la vez “una invención antropomórfica, una versión de las cosas que responde a nuestros intereses, a quienes somos”, continúa explicando. Y este punto de lo antropomórfico Kant dice: “si pudiéramos entendernos con un mosquito, llegaríamos a saber, que también él navega por el aire con ese mismo pathos y se siente el centro volante de este mundo”.
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La verdad sería incompatible con su moneda, el lenguaje. “¿Qué es entonces la verdad?”, se pregunta Nietzsche y se responde: “Un ejército móvil de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas, adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, canónicas, obligatorias: las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora consideradas como monedas, sino como metal”.
“En un apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”; pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza”, escribió Friedrich Nietzsche en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, uno de sus ensayos más tempranos, publicado en 1873, poco después de su primer libro El nacimiento de la tragedia. En el documento, el filósofo alemán reflexiona sobre la verdad y nuestra pretensión de acceder a una imagen objetiva del mundo.
Tras hacer una burla al ser humano, que se cree importantísimo aunque desde un punto de vista cósmico no lo es, Nietzsche comienza su reflexión preguntándose por el intelecto humano, el cual “hubo eternidades en las que no existió” y que vino a existir exclusivamente para la conservación del individuo. “El intelecto sólo ha sido añadido como un recurso a los seres más desdichados, delicados y efímeros, para conservarlos un minuto en la existencia; de la cual, por el contrario, sin ese añadido, tendrían toda clase de motivos para huir tan rápidamente como el hijo de Lessing”, afirma el autor haciendo referencia al bebé del escritor y filósofo Gotthold Ephraim Lessing, que falleció dos días después de nacer.
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Es decir, en un primer momento, de acuerdo con Nietzsche, el intelecto tiene un valor puramente instrumental. La vida en sociedad supone algún grado de confianza. “El primer origen del interés humano por la verdad, dice Nietzsche, está bien asociado al interés de la supervivencia, es una especie de tratado de paz, lo llama él”, explica en el podcast Urbi et Orbi David Zuluaga, Phd en filosofía. “Y el vehículo a través del cual construimos las normas de decirnos la verdad unos a otros para poder convivir es el lenguaje”, continúa.
“En este momento se fija lo que desde entonces debe ser verdad, es decir, se ha inventado una designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria, y el poder legislativo del lenguaje proporciona también las primeras leyes de la verdad, pues aquí se origina por primera vez el contraste entre verdad y mentira”, asegura Nietzsche en su texto.
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Pero luego la verdad empieza a importar en sí misma, más allá de su valor instrumental. Y esto es producto del olvido. Del olvido de que el lenguaje es problemático, es arbitrario. “Dividimos las cosas en géneros, designamos al árbol como masculino y a la planta como femenino: ¡qué extrapolaciones tan arbitrarias! ¡Qué arbitrariedad en las delimitaciones! ¡Qué parcialidad en las preferencias, unas veces de una propiedad de una cosa, otras veces de otra! Los diferentes idiomas, reunidos y comparados unos a otros, muestran que con las palabras no se llega jamás a la verdad ni a una expresión adecuada, pues, de lo contrario, no habría tantos”, se lee en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. El hombre olvida que a través del lenguaje crea la realidad de la que.
“El lenguaje tiene una conexión tenue con lo que pretende describir. El lenguaje no alcanza a las cosas en sí mismas”, dice Zuluaga al tratar de explicar al filósofo alemán. Nietzsche había heredado la idea que hay una distinción importante entre el mundo como se nos presenta y el mundo como es de Schopenhauer, y este, de Kant. Y ese lenguaje es a la vez “una invención antropomórfica, una versión de las cosas que responde a nuestros intereses, a quienes somos”, continúa explicando. Y este punto de lo antropomórfico Kant dice: “si pudiéramos entendernos con un mosquito, llegaríamos a saber, que también él navega por el aire con ese mismo pathos y se siente el centro volante de este mundo”.
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