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¿De dónde salió la idea para escribir “Lo que me trajo tu maldad”?
No sé todavía, probablemente algún día lo descubra. He escrito varios libros y pensaba que ya he hecho lo que quería hacer sobre Medellín. Quiero cambiar y te confieso que yo siempre quise estar en las grandes ligas. Me propuse lograr eso y empecé escribiendo una novela que iba, por otro lado, y al final todo se me juntó y salió esta novela, que yo se la mandé, sin pensarlo mucho, a Juan David Correa. Me dijo que en un mes me contestaba y me envió el informe de lectura de un lector muy entusiasmado que la única crítica que le hizo a una novela es que es muy cortita. En esta novela por fin me decanté a algo que había querido y temido, que es la novela de género negro o novela policiaca y bueno, por ahí me metí.
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¿Por qué le temía a ese género de novela negra?
Por una razón muy práctica. Tú has visto la cantidad de crímenes que se cometen en Colombia. Entonces, yo pensaba si yo hago una novela sobre un crimen, pues a nadie le va a interesar. Pero descubrí que no tenía que ser una novela negra clásica con muerte y sangre, sino que podía ser algo con humor, sátira y sarcasmo, y bueno, eso me dio el camino y me permitió perder el miedo a escribir esas novelas policíacas.
¿Cómo describiría su proceso creativo?
Para esta novela hice un argumento muy seco y empecé a rellenarlo, a hacer el texto de la novela. A medida que avanzaba el argumento, también iba avanzando, cambiando, retrocediendo, borrando una cosa aquí. Usualmente hago eso: iniciar con un argumento sencillo que me diga de dónde voy, para dónde voy y el hilo conductor que me lleva hasta el final, pero cuando me siento a escribir no necesariamente sigo el argumento, sino que me dejo llevar. García Márquez dijo: “Que la inspiración te coja sentado frente a la máquina de escribir”, ahora digo que la inspiración me coja sentado frente al computador.
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¿Tiene una rutina para escribir?
Siempre escribo por las mañanas, intento empezar a las 7:00 a.m. hasta que se me seca la esponja de la cabeza y entonces paro. Al día siguiente miro lo que escribí, lo reescribo y sigo. Todos los días estoy en un proceso de escritura y reescritura. Me guío por un principio que es esencial cuando uno escribe novelas, es ir siempre al principio. Cuando he avanzado me devuelvo hasta el principio, vuelvo y leo, releo y reescribo. Creo que yo reescribo más de lo que escribo.
Usted trabajó en publicidad, ¿qué aprendizajes de ese mundo aplica en su escritura?
Trabajé muchos años en publicidad, empecé como copy en una agencia y terminé de vicepresidente creativo en una agencia multinacional. Creo que lo más importante que aprendí de ese período fue el poder de sintetizar; aunque mis novelas sean largas son sintéticas y aprendí otra cosa: en publicidad todo es vertiginoso y mis novelas tienen un ritmo rápido.
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¿Qué significa la literatura para usted?
Una vez, Juan Gabriel Vásquez me regaló un libro por un cumpleaños. Y puso: “Letraherido”. Yo no supe si me estaba ofendiendo o qué; entonces, corrí y fui al baño, disimulé y abrí el diccionario de la lengua, cuando encontré que el letraherido es aquel para el que la literatura es su vida y ama la literatura por encima de todas las cosas. Para mí, fuera de la ficción, no hay salvación. Lo digo como escritor, sobre todo como persona. Yo he venido inventando historias desde niño. En el sentido de que a mí la realidad me resulta, por lo general, dolorosa, punzante y trato de evadirla. Entonces, para mí la literatura es evasión de la realidad; pero una evasión que permite que al leer tú crees tu propia realidad. Cuando leo, convierto en realidad una cosa que sé que es una mentira, que es una fábula.