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Dos niños, Edward y Alphonse Elric, tratan de traer a su madre de vuelta a la vida mediante una técnica de alquimia conocida como la transmutación humana. Intentan usar la ley del intercambio equivalente: carbono, agua y nitrógeno a cambio del cuerpo de su madre. Sin embargo, el experimento resulta ser una tragedia. Alphonse pierde su cuerpo y Edward sacrifica su brazo derecho y su pierna izquierda para sellar el alma de su hermano en una armadura. De esta forma, la trama de Fullmetal Alchemist se desenvuelve y se concentra en la búsqueda de la piedra filosofal para recuperar sus cuerpos.
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Este es un resumen muy escueto de una de las series de anime más vistas y aclamadas, y quizás es así porque, detrás de aquella trama aparentemente sencilla, la serie se alimenta de la filosofía para construir su temática.
La primera pregunta filosófica con la que nos topamos es una que se ha repetido a lo largo de la historia, la literatura y el pensamiento humano: ciencia contra religión. En los primeros episodios, los hermanos viajan a la ciudad de Leor, que está controlada por el padre Cornello y, aparentemente, es capaz de hacer milagros. En esta parte de la historia, vemos cuál es la visión de Edward sobre la religión, la creación y Dios: “los alquimistas son científicos, ya ves. No creemos en el creador, ni en Dios, ni nada parecido. Observamos las leyes físicas que gobiernan este mundo y buscamos la verdad”.
Los alquimistas buscan la “verdad”, pero esa búsqueda es peligrosa, como bien lo supo Edward al intentar revivir a su madre. Al intentar realizar la transmutación humana, por un momento el niño se vio en medio de una dimensión totalmente vacía y blanca. Frente a él, una silueta igualmente blanca lo miraba y le sonreía, a pesar de no tener ojos ni boca. “Soy lo que los humanos llaman el universo, la verdad, todo, nada, dios”, le dice aquella silueta, y lo invita a conocer aquello que ha buscado, aquello que todos los alquimistas buscan. Lo invita a saborear la verdad a cambio de un sacrificio, que resultan ser su brazo y su pierna. Un brazo y una pierna que, luego en la serie, Edward puede ver que usa esa silueta, que no son más que el reflejo de lo que desea tener.
Aquella dimensión, aquella silueta, aquella verdad, todo ese universo contrastado con el mundo por el que caminan los hermanos Elric, son análogos al mundo de las ideas y al mundo sensible de Platón. El mundo sensible no puede ser objeto de conocimiento verdadero, pues se experimenta mediante los sentidos, que son engañosos. En cambio, el mundo de las ideas se conoce a través de la razón. Acercándonos al mundo de las ideas conocemos la Verdad o, incluso, a Dios, ese dios que vemos representado en Fullmetal Alchemist y que es igual a la Verdad. Quienes realizan transmutación humana entran a esta dimensión y adquieren conocimientos alquímicos proporcionales al sacrificio que están dispuestos a hacer. Esta otra dimensión es el hogar de la Verdad, no hay objetos físicos, no hay objetos sensibles, únicamente abstracción, razón, conocimiento puro que se gana a través del dolor.
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La función de los filósofos en la antigua Grecia era adquirir conocimiento. Algo, aunque fuera poco, de aquella Verdad para transmitirla a los humanos. De forma similar, los alquimistas que intentan la transmutación humana son literalmente arrastrados a la Puerta de la Verdad y adquieren conocimientos de alquimia a cambio de un sacrificio. De esta forma, se acercan a Dios, a la Verdad, a Todo, o a la Nada. Con todo, al final, Edward renuncia a ese conocimiento y a la alquimia, a lo cual, la silueta le responde que ha sido la decisión correcta. Fullmetal Alchemist es la historia de amor entre dos hermanos, es la búsqueda de una piedra filosofal hecha a punta de vidas humanas, y es también la decisión de renunciar a ser dios para convertirse en un mortal más. Fullmetal Alchemist es, en esencia, filosofía platónica hecha sangre.