Fútbol hipertextual (Fútbol paradójico)
Nacional, aunque en polvo convertido, y en polvo siempre amante, no olvidaré un instante lo mucho que te he querido. Adiós para siempre. Abdón Porte.
Juan Carlos Rodas Montoya
Abdón Porte fue un destacado jugador de fútbol uruguayo al que apodaron “El indio” por sus facciones. Era un titular inamovible del equipo Nacional de Uruguay y, cuando llegó a sus 27 años, comenzó a decaer en su excelente fútbol y ya lo dejaban, de cuando en cuando, en la banca. No lo soportaba, no lo aceptaba porque se sabía “dueño” del medio campo del equipo de sus amores. En uno de estos partidos fue sustituido y, como casi todos los jugadores que son reemplazados, entró en una especie de depresión que lo llevó a tomar una decisión límite. Escribió dos cartas y, en una de ellas, se lee el epígrafe de esta columna.
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Se fue para el estadio que lo acogió y vio sus glorias y triunfos, se sentó en el círculo en el que el árbitro da comienzo al partido, sacó un revólver y se pegó un tiro en el centro del corazón. En la mitad de la cancha y en la mitad del corazón, Abdón Porte se fue de este mundo sin chistar, únicamente quería la titularidad, su vida, su razón de ser. “El indio” se fue en silencio en marzo de 1918 y, paradójicamente, en junio de 1930, en este mismo estadio del suicidio se da origen al primer partido de un Mundial de Fútbol. Triste y bella historia. Ese mismo año un escritor suicida escribe el primer cuento en América Latina dedicado al fútbol. Horacio Quiroga recrea la noticia de Abdón Porte en este cuento que se llama Juan Polti, half-back. Después de tantos años hoy se lee en una tribuna del estadio de Nacional: “Abdón Porte, por tu sangre”. El fútbol y la literatura son hipertextuales y, por ello, Eduardo Galeano leyó a Horacio Quiroga y, en Fútbol a sol y sombra, le hace un homenaje a este futbolista uruguayo en un apartado que tituló Muerte en la cancha.
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Posteriormente, el 31 de mayo de 2008, Enrique Vila-Matas, escribe en el periódico El País, una columna que llamó Corazón tan tricolor, en la que hace un homenaje hipertextual a Eduardo Galeano, a Horacio Quiroga y, por supuesto, a Abdón Porte. La vida es hipertextual porque recoge noticias de aquí y de allá, las vuelve color, imagen, sentido, sinestesia y nos arrincona hasta los profundos abismos de la humanidad. La noticia de un suicidio se convirtió en arte poética, en canción de soledad, en mito, en hito, en alegoría, en reflexión acerca de la muerte, pero, sobre todo, acerca de la vida efímera, pasajera y esplendorosamente enigmática. La vida es hipertextual porque articula miedos, decisiones y sensaciones y las pone a rodar en un balón de fútbol, en la escritura y en quienes, como yo, piensan que leer prodiga y unta felicidad, a pesar de las dificultades humanas. La vida es tan hipertextual que, en 2009, se publicó en Madrid un folleto que se llama Morir de fútbol, que compila estos tres textos para reconocer que sí se muere de fútbol. Un texto es un hipertexto para leer el contexto.
Abdón Porte fue un destacado jugador de fútbol uruguayo al que apodaron “El indio” por sus facciones. Era un titular inamovible del equipo Nacional de Uruguay y, cuando llegó a sus 27 años, comenzó a decaer en su excelente fútbol y ya lo dejaban, de cuando en cuando, en la banca. No lo soportaba, no lo aceptaba porque se sabía “dueño” del medio campo del equipo de sus amores. En uno de estos partidos fue sustituido y, como casi todos los jugadores que son reemplazados, entró en una especie de depresión que lo llevó a tomar una decisión límite. Escribió dos cartas y, en una de ellas, se lee el epígrafe de esta columna.
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Se fue para el estadio que lo acogió y vio sus glorias y triunfos, se sentó en el círculo en el que el árbitro da comienzo al partido, sacó un revólver y se pegó un tiro en el centro del corazón. En la mitad de la cancha y en la mitad del corazón, Abdón Porte se fue de este mundo sin chistar, únicamente quería la titularidad, su vida, su razón de ser. “El indio” se fue en silencio en marzo de 1918 y, paradójicamente, en junio de 1930, en este mismo estadio del suicidio se da origen al primer partido de un Mundial de Fútbol. Triste y bella historia. Ese mismo año un escritor suicida escribe el primer cuento en América Latina dedicado al fútbol. Horacio Quiroga recrea la noticia de Abdón Porte en este cuento que se llama Juan Polti, half-back. Después de tantos años hoy se lee en una tribuna del estadio de Nacional: “Abdón Porte, por tu sangre”. El fútbol y la literatura son hipertextuales y, por ello, Eduardo Galeano leyó a Horacio Quiroga y, en Fútbol a sol y sombra, le hace un homenaje a este futbolista uruguayo en un apartado que tituló Muerte en la cancha.
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Posteriormente, el 31 de mayo de 2008, Enrique Vila-Matas, escribe en el periódico El País, una columna que llamó Corazón tan tricolor, en la que hace un homenaje hipertextual a Eduardo Galeano, a Horacio Quiroga y, por supuesto, a Abdón Porte. La vida es hipertextual porque recoge noticias de aquí y de allá, las vuelve color, imagen, sentido, sinestesia y nos arrincona hasta los profundos abismos de la humanidad. La noticia de un suicidio se convirtió en arte poética, en canción de soledad, en mito, en hito, en alegoría, en reflexión acerca de la muerte, pero, sobre todo, acerca de la vida efímera, pasajera y esplendorosamente enigmática. La vida es hipertextual porque articula miedos, decisiones y sensaciones y las pone a rodar en un balón de fútbol, en la escritura y en quienes, como yo, piensan que leer prodiga y unta felicidad, a pesar de las dificultades humanas. La vida es tan hipertextual que, en 2009, se publicó en Madrid un folleto que se llama Morir de fútbol, que compila estos tres textos para reconocer que sí se muere de fútbol. Un texto es un hipertexto para leer el contexto.