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¿De dónde salió La Oficina?
Yo veía que, sobre todo en Bogotá y las periferias, han nacido estos proyectos que buscan reivindicar el papel de la mujer y sus luchas sociales. En La Oficina queríamos condensar toda esa información que anda un poco suelta y poderla facilitar a la gente, que estuviera en un lenguaje amable, que fuera libre, porque yo siento que a veces el movimiento feminista puede llegar a ser muy clasista y dentro de eso lo que queríamos es que estuviera fuera de esas lógicas de clase; queríamos que fuera sencillo, pero sin perder la profundidad. Es con la plataforma amplificar la voz de las personas que están en la periferia haciendo proyectos y reivindicando luchas sociales que tal vez desconocemos y que desde La Oficina hemos podido dar a conocer y reflexionar desde nuestro papel de mujeres que viven en Bogotá y pierden el espectro de qué ocurre en otros lugares.
¿Cómo definiría a La Oficina?
Yo digo que es una plataforma que reivindica los derechos de las mujeres. Ya no me gusta tanto decir que es una plataforma feminista, porque creo que tiene muchas aristas más allá del feminismo y quería desmarcarme de esta lógica del feminismo que se ha vuelto a veces violenta y que intenta decir: para ser feminista tienes que ser o tener unas cosas muy específicas. Lo que yo quería era una plataforma donde pudiera poner temas que a mí me interesaban, porque así nació, de esos temas de los que quería saber más y ponerlos en conocimiento público para poderlos discutir con otras personas y conocer sus visiones. Al final es una plataforma de creación de contenido en la que creamos contenido sobre temáticas sociales que nos parecen interesantes y relevantes, que son necesarias para la discusión.
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¿Cómo llegaron a concretarse los talleres y colaboraciones que ha realizado a través de La Oficina?
La primera vez que yo sentí que La Oficina tiene un impacto fue cuando me presenté a una convocatoria para ser profesora de enfoque de género y contra un montón de gente que tenía muchos estudios, pero poco acercamiento a la gente. Quedé yo porque tenía mis estudios, pero para ellos lo más interesante era que la persona seleccionada supiera explicar y acercarse a la gente, con un lenguaje sencillo. Esa fue la primera vez que sentí que tuvo un impacto y el taller que salió de ahí llegó a casi 150 personas, la mayoría líderes y lideresas sociales. En otros casos son personas que han ido conociendo la plataforma, como la persona de comunicaciones de Meta en Colombia conocía La Oficina y me seguía. Me contactó y me dijo que nunca habían hecho una colaboración con un creador de contenido en el país y me comentó que ellos querían que las personas, especialmente las mujeres, supieran qué herramientas tienen y que la red está dispuesta para entender que tenemos unas necesidades específicas y eso me impactó mucho, porque fui la primera. El año pasado tuvimos toda una escuela para niñas de colegio, para identificar machismos dentro de los colegios y manuales de convivencia y generar cambios en ellos. Este lo hicimos porque yo me gané una beca con la Fundación Mi Sangre y así, poco a poco, se ha ido generando un impacto positivo.
¿Cómo ve La Oficina en el futuro?
La Oficina tiene un ala que se llama ¡Resista! y esta es el ala educativa de La Oficina. Entonces, mi plan a futuro es tener una fundación donde nos dediquemos a la formación de espacios de discusión sobre derechos de las mujeres, donde hablemos sobre sexualidad, enfoque de género y enfoque interseccional; en donde podamos contratar mujeres de diferentes entornos y cada vez cambiar más mentes, siempre teniendo presente que sin mujeres no hay sociedad.
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¿Qué proceso sigue para crear su contenido?
Lo primero que hago es hacerme unas preguntas. Yo tengo una lista de temas de cosas que generalmente me parecen importantes para discutir y empiezo a pensar preguntas al respecto. Por ejemplo: ¿cuál es el rol de esto?, ¿de dónde viene?, ¿qué rol ocupa?, ¿cómo ordena la sociedad ese rol, ese papel, esa persona? Porque en La Oficina hemos hecho desde el rol de la primera dama hasta el significado de opresión y Kim Kardashian. Entonces nos preguntamos qué papel ordenador tienen estos roles y personajes, lo que representan dentro de nuestra sociedad. A partir de esas preguntas voy buscando información, generalmente es de artículos, pero no solo me quedo ahí. Hablo con otras creadoras de contenido, les pregunto a mis seguidoras cómo ven el tema, por sus opiniones, y luego de recuperar esa información que viene de muchas fuentes como la academia, pero no me gusta quedarme solo ahí, experiencia, ética propia, mi opinión de acuerdo a mis circunstancias. Con eso empiezo ya a redactar y hago un primer borrador. Luego lo simplifico, porque al inicio son puras ideas sueltas, y lo vuelvo a leer para hacerme la pregunta final: si yo no supiera nada de este tema, ¿lo podría entender? y si la respuesta es sí, ese es el producto que sale. No siempre lo que sale está diseñado para que todos lo entiendan con todos los conocimientos. La plataforma también se ha ido volviendo más compleja, porque para saber de unos temas ya uno debe haber leído otros temas que ya hemos publicado y no está mal. Me parece que ese asunto de complejidad es necesario, porque las luchas sociales no son simples, tienen matices y hay que conocerlos para poder entenderlas bien. Luego ya viene el diseño, que es de mis partes favoritas, y ya termina el producto. También les pregunto a mis seguidoras ¿qué opinan? Porque siempre hay algo que decir y no tienen que pensar igual a mí ni estar de acuerdo con todo lo que subo, pero para eso está el contenido, para generar discusión y poner el tema sobre la mesa.
¿Cómo ha sido ese proceso de juntar lo que aprendió en sus carreras con su pasión por diseñar?
Yo tengo muchos “hobbies” y uno de esos es pintar, dibujar y diseñar. Yo tengo un técnico en artes gráficas que hice cuando estaba en el colegio y a mí me encantaba, era mi parte favorita del día. Siempre he sido muy expresiva hacia lo artístico, pero ha sido interesante combinar ese rigor académico que le deja a uno la universidad, sobre todo la universidad privada, ampliarlo y decir ‘tenemos que ver más allá’. En el diseño todo lo hago yo, pero también hay más actores; al final, yo compilo todo, el diseño y la academia y el texto, pero no es un proceso que haga sola, porque no soy la única de la cual venga ese conocimiento. Creo que yo me vuelvo la interlocutora entre las grandes autoras, las personas que tienen proyectos y colaboran conmigo, y el consumidor del contenido. Entonces yo termino siendo un puente que se apalanca en fuentes, sabiduría, en escuchar, hablar, en amplificar voces y se vuelve una dinámica bien interesante.
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La Oficina tiene este sentimiento de comunidad. ¿Fue algo planeado desde el inicio? Y ¿cómo se ha ido desarrollando?
Creo que el tema de la comunidad ha sido lo más gratificante y lo que nunca vi venir. Sobre todo porque yo no soy tan social, pero esta oportunidad de poder hablar con más personas y ponerles sobre la mesa todas mis preguntas y preguntarnos eso juntas es increíble. La gente me escribe y me comparte sus experiencias, opiniones, preguntas adicionales y visiones de cómo cada una desde su contexto se relaciona con lo que estamos poniendo hoy encima de la mesa. Otra cosa que hago es poner mis procesos para decir que todas pasamos por estas dudas en estos casos y está bien y es normal preguntarnos y rechazar cosas, en estas oportunidades he recibido mucho apoyo en el sentido de te escucho y te entiendo, como un no estás sola y sé por lo que estás pasando, se he vuelto muy bonito. Se ha vuelto recíproco, porque en esta comunidad ellas me cuentan pero yo también les devuelvo parte de mi vida y de lo que hago.
¿Qué proyectos tiene andando?
En este momento se está desarrollando la colaboración con Meta, que apenas van dos publicaciones pero es mucho más. Tenemos un pódcast y dos talleres en lo que queda después de elecciones. Tenemos muchas ideas para hablar sobre desinformación, noticias falsas. La cosa con La Oficina es que todo lo que pasa es como una fortuna, yo casi nunca busco nada y es muy bonito, porque van llegando y han abierto las puertas a muchos otros proyectos. Ahora también están andando algunas colaboraciones con mujeres en España y en Marruecos, y se ha vuelto algo que trasciende fronteras.
¿Por qué llamar a esta plataforma La Oficina?
Yo empecé La Oficina con una compañera de la universidad, pero esto empezó porque nosotras nos sentábamos con otras amigas en una parte de la universidad y parecía una oficina y como todas somos politólogas hablamos de temas como los que trato en la plataforma. A ese lugar le empezamos a decir La Oficina. Nos mandábamos un artículo de cosas como que a Khloé Kardashian le pusieron los cachos y decíamos: ‘Miren esto, mañana hablemos de esto en la oficina’, en nuestro lugar. Entonces se volvió una dinámica interesante y cuando empezó la página me pareció natural ponerle ese nombre y ahora creo que tiene muchos significados. La Oficina es un encuentro de pensamientos, como son las oficinas, es un encuentro de personas y al mismo tiempo resiste la idea patriarcal de que la oficina es un lugar donde los hombres siempre están mandando o donde no podemos hacer esto o aquello. Empezó como algo muy sencillo y ahora le pongo muchos significados y la gente también se los pone.