Gabriela Mistral: la poeta humanista (Plumas transgresoras)
La escritora chilena nació en 1889 y se convirtió en una de las figuras más relevantes de la literatura chilena y latinoamericana. En 1945 se convirtió en la segunda persona de esta región en ganar un premio Nobel.
Mónica Acebedo
“Me llamaban “cuatro añitos” / y ya tenía 12 años. / Así me mentaban, pues / no hacía lo de mis años: / no cosía, no zurcía, / tenía los ojos vagos, / cuentos pedía, romances, / y no lavaba los platos . . . / ¡Ay! Y, sobre todo, a causa / de un hablar así, rimado…”. (“Poema de Chile”).
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“Me llamaban “cuatro añitos” / y ya tenía 12 años. / Así me mentaban, pues / no hacía lo de mis años: / no cosía, no zurcía, / tenía los ojos vagos, / cuentos pedía, romances, / y no lavaba los platos . . . / ¡Ay! Y, sobre todo, a causa / de un hablar así, rimado…”. (“Poema de Chile”).
El jurado del premio Nobel de Literatura en 1945 se refirió a la obra de Gabriela Mistral como “poesía lírica inspirada por poderosas emociones”. Fue la primera mujer latinoamericana en ganarse el Nobel de Literatura, y esa fue su primera transgresión. Pero, aparte de su prominente carrera literaria, Mistral fue cónsul de Chile en varias ciudades, como Nueva York, Madrid, Lisboa y Niza, actividad que era considerada como una ruptura con el papel femenino asignado por la conservadora sociedad chilena de principios del siglo XX. Adicionalmente, contribuyó a la educación.
Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga nació en Vicuña (Valle de Elqui), Chile, el 7 de abril de 1889. Ella describió su lugar de nacimiento así: “El Valle de Elqui: una tajeadura heroica en la masa montañosa, pero tan breve, que aquello no es sino un torrente con dos orillas verdes. Y esto, tan pequeño, puede llegar a amarse como lo perfecto” (“Recados: contando a Chile”). Su padre abandonó a la familia cuando ella estaba muy pequeña, situación que se refleja en varios de sus poemas. Fue criada por su madre y una hermana 15 años mayor que ella. Creció en medio de numerosas dificultades económicas, con una profunda educación religiosa (católica cristiana). De hecho, ella afirmó que su abuela la hizo leer pasajes bíblicos y que eso influyó posteriormente en su lírica: “¡Biblia, mi noble Biblia, panorama estupendo, / en donde se quedaron mis ojos largamente, / tienes sobre los salmos las lavas más ardientes / y en su río de fuego mi corazón enciendo!” (“Desolación”).
Logró completar su educación y desde muy joven empezó a trabajar como maestra, lo que la acercó a la literatura y despertó en ella una profunda conciencia social. Comenzó enseñando en pueblos rurales; fue activa en promover la educación inclusiva, ya que abogaba por la riqueza en combinar la diversidad cultural, e insistió en vincular las formas didácticas a la naturaleza y la enseñanza al aire libre: “Me tenía una familia / de árboles, otra de matas, / hablaba largo y tendido / con animales hallados” (“Poema de Chile”). También reclamó de muchas formas la inclusión para las mujeres: “Instrúyase a la mujer, no hay nada en ella que la haga ser colocada en un lugar más bajo que el hombre”, y de poblaciones indígenas en el sistema educativo. A su juicio, la educación no era exclusivamente la transmisión de conocimientos, sino era la clave para el desarrollo de la personalidad e identidad de los individuos.
Dijo una de sus biógrafas: “Yo, que conocí a Gabriela Mistral, la veo todavía tan palpitante y real como en vida. Alta, majestuosa, humilde con el pobre y altiva con el rico, vestida con la austera sencillez de un profeta, embellecía todo lo que tocaba. Mujer extraordinaria, había logrado sobreponerse a sus propios sufrimientos, a sus necesidades, para amparar en su regazo acogedor a todas las criaturas de Dios –hombres y mujeres, niños, animales– y los elementos mismos de la naturaleza. Sin hijos propios, llegó a ser madre de todos los niños abandonados, hermana de todas las mujeres maltratadas y de todos los trabajadores explotados, defensora de la paz y de la justicia” (Marie-Lise Gazarian-Gautier, citada por Maximiliano Salinas Campos, en “Gabriela Mistral: la revolución mestiza de la Tierra”, Universidad Santiago de Chile, Ed. digital Kindle, p. 23).
Empezó a utilizar el seudónimo, Gabriela Mistral, por primera vez en el poema “Del pasado”, publicado en el diario “El Coquimbo” en 1908. Ella explicó que el seudónimo fue un homenaje a dos poetas que admiraba: Gabriele D’Annunzio y Frédéric Mistral. El suicidio de su primer amor fue el detonante de su prolífica carrera literaria: “Sonetos de la muerte” (1909). En adelante escribió ensayos, artículos y varias colecciones.
Su poesía era intensa y directa. En sus versos era frecuente identificar temas como el amor, la pérdida, la infancia, la maternidad, la naturaleza, el paisaje (sobre todo el chileno de su infancia), la moral, la religión y la identidad latinoamericana. Las más conocidas: “Desolación” (1922), que exploraba diversos temas como la maternidad, la religión y la naturaleza; “Ternura” (1924), con canciones y versos infantiles; “Tala” (1938), que lamentaba la pérdida de la madre, el desarraigo, la nostalgia de la tierra...
Recopilando, Gabriela Mistral fue una de las más importantes figuras de la historia cultural de América Latina, educadora dedicada y comprometida, defensora imparable de los derechos de los niños y las niñas, de los pobres y los necesitados, salvaguarda de la democracia y, sobre todo, una de las más reconocidas poetas de su tiempo. Cierro con algunas estrofas del poema “Besos”, en el que la autora recorrió el significado de la sensualidad y el afecto inserto en un beso:
“Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles,
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan solo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos…”.