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Le mueve la voluntad de "dejar algo escrito, algo plasmado", destacó este miércoles en entrevista con el también actor y productor (Guadalajara, 1978).
"Déficit" (2007) fue su debut delante y detrás de la cámara, un experimento que con "Chicuarotes" prefirió no repetir: "Me di cuenta de que era complicado, y creo que todo el mundo se dio cuenta también. La verdad es que me divierto mucho actuando. Soy feliz siendo actor, pero me gusta separar las cosas", recordó.
García Bernal llegó a Cannes por primera vez en el año 2000 con "Amores Perros", ópera prima de Alejandro González Iñárritu que le descubrió como actor y ganó el premio de la sección paralela Semana de la Crítica.
Desde entonces, el certamen ha sido una constante en su trayectoria.
"Déficit" se exhibió también en la Semana de la Crítica y, como intérprete, ha tenido en la Croisette, entre otras, "Diarios de Motocicleta" (2004), "Babel" (2006) y "Blindess" (2008), o "La mala educación" (2004), que no estuvo en liza por la Palma de Oro.
García Bernal dice sentir como parte de su vida un festival que esta semana proyectó en las Sesiones Especiales, fuera de competición, su fábula sobre dos adolescentes que para escapar de la pobreza y de la violencia del extrarradio de la capital mexicana acaban hundiéndose todavía más en esa espiral.
"A todos es un tema que nos concierne y que nos quita el sueño, y por eso hacemos películas como esta. Es una denuncia desde la tangente que otorga la ficción", añadió el director, que eligió como protagonistas a los jóvenes Benny Emmanuel y Gabriel Carbajal.
Esta película, aplaudida en su estreno en Cannes, explora cuestiones esenciales sobre la violencia y la falta de posibilidades.
"Un entorno poco amoroso puede generar las condiciones para que alguien crezca con una falta de futuro, y esa falta de futuro te obliga a tomar decisiones en acorde a esa narrativa. Una de ellas es solucionar las cosas rápido, sacar dinero. ¿Cómo se hace eso? A través de la violencia", subrayó.
Él utiliza su cámara como arma contra esa coyuntura, como "espejo y como detonador de cosas que ya están sucediendo".
La realidad mexicana le interpela: "¿Cómo podemos conciliar el día a día con tantos muertos, con tanta impunidad? ¿Cómo podemos andar viviendo, respirando, riéndonos, bailando, con todo esto que está pasando?", se preguntó el actor, para quien la normalización de la violencia en México ha llegado a banalizarla.
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Parar esa situación no tiene solución fácil, admitió el actor, al que no le asusta utilizar su fama como plataforma de denuncia.
Con el cine "estamos retratando nuestro movimiento, pero, en realidad, nuestra esencia, nuestro ser eterno, está ahí en ese trabajo que ojalá viva por muchos años y que incluso sirva como punto de referencia para decir mira cómo era la humanidad en aquel entonces".
Él confía en que su obra forme parte de ese legado. Lo que tiene menos claro es si en próximos proyectos compaginará la actuación con la dirección: "Es muy difícil dirigir y actuar al mismo tiempo. No digo que no lo vuelva a hacer, pero para esta (última) película definitivamente tenía muy claro que no", concluyó.