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Galería Beta: del barrio San Felipe (Bogotá) a Estados Unidos

La galería, que fue fundada en 2014, se dio a conocer como un escenario para la exposición de arte urbano. Ahora, con su traslado a Estados Unidos, espera que los artistas logren llegar a un público más amplio.

Danelys Vega Cardozo
29 de septiembre de 2022 - 11:00 a. m.
Daniela Camero estudió bellas artes en la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Daniela Camero estudió bellas artes en la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Foto: Cortesía: Daniela Camero
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Usted es maestra en bellas artes. ¿Cómo se fue encaminando hacia ese mundo del arte?

De manera muy orgánica, la verdad. Nací en Venezuela y mi madre dirigía una fundación de VIH/Sida en la ciudad de Caracas, que se encargaba de recolectar fondos en pro de generar campañas para la prevención de esta enfermedad. La recolección se realizaba a través de subastas de arte y yo crecí en ese ambiente; de hecho, mis amigos y yo cargábamos los cuadros de este evento. Luego, cuando salí de Venezuela y llego a Colombia decido estudiar bellas artes en La Tadeo.

¿Por qué salió de Venezuela?

Por la situación política económica. Fue una decisión un poco forzada, pero fue la mejor elección, porque me permitió abrir caminos en el mundo del arte que quizás en Venezuela no se hubiese podido teniendo en cuenta la situación de ese momento. Yo salí de mi país hace más de 16 años, que fue justo cuando toda la situación económica con Chávez hizo que Venezuela se fuera hacia abajo.

¿Y cómo fue para usted llegar a Colombia?

Es una cultura totalmente diferente, pero ahora con el pasar del tiempo me siento más colombiana que venezolana, porque siento una afinidad muy grande con el bogotano… Me siento más que agradecida con Colombia.

En 2014 decidió fundar la Galería Beta. ¿Cómo fue ese proceso?

Surgió por diferentes razones. A nivel laboral, soy amiga de Alejandro Castaño, coleccionista de arte latinoamericano, y él en aquel momento tenía la idea de un distrito de arte de Bogotá. Yo venía dirigiendo la Galería Del Infinito (Argentina) y tenía la intención de abrir una propia y Alejandro me dijo que por qué no lo hacía en el barrio, con el fin de que más galerías fueran abriendo y se fuera convirtiendo en el distrito. En aquel momento fui la tercera galería en mudarme al barrio; la primera fue la Galería 12:00 y la segunda fue Sketch (…) Fue un proceso muy lindo abrirla en aquella época, porque empezamos a impulsar al barrio y al mismo tiempo a nosotros.

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Sí, lo que hicieron fue apoyarse entre todos para crecer…

Totalmente. Y fue algo muy lindo, porque no nos vimos como competencia, sino que entendimos que finalmente el hecho que nos ayudáramos los unos a los otros nos ayudaba a todos. Normalmente, lo que sucede es aquella cosa de que como estamos vendiendo arte todos, entonces somos una competencia, pero en nuestro caso no fue así en lo absoluto.

Ustedes dicen que se centran en obras “con un sentido abstracto, arquitectónico y conceptual”. ¿Por qué esos enfoques?

Primero, por una afinidad personal hacia estos estilos de obras. El enfoque arquitectónico es algo que permite llegar a ciertos artistas con unas técnicas un poco más amplias; por ejemplo, Guillermo Marconi es un artista cuyas obras varían en diferentes aspectos de su producción: van desde piezas escultóricas hasta piezas que involucran tecnología. Entonces, el hecho de trabajar con estos artistas que aborden estos temas implica también que se amplía la cantidad de materiales y técnicas. Un poco por eso mismo es que luego entra la rama de arte urbano.

Hablando de arte urbano, ¿por qué es importante que este tipo de arte se exponga en galerías y no se quede solo en la calle?

La rama Proyecto Zeta de arte urbano la abrimos en 2016 e inicialmente lo hicimos muy “pasito a pasito”, luego la rama se fue tomando como un pedazo muy grande de la galería y, de hecho, hasta cierto punto, ahora somos un poco más reconocidos por la parte urbana que la plástica, lo que me parece genial. ¿Qué pasa con el arte urbano? También viene de una afinidad, porque cuando estaba más chica, cada vez que viajaba, ya fuera a visitar a mi madre u otra cosa, siempre tomaba fotografías de arte urbano (…) Bogotá tiene un factor con arte urbano que uno no ve en otras ciudades: está llenando toda la ciudad. Hay pocas ciudades que tienen eso, y por eso hay una gran cantidad de artistas urbanos que están ávidos se ser expuestos en otros espacios que no sean solo la calle, porque así pueden llegar a un público más amplio. El factor venta en arte urbano es muy diferente al del arte plástico, pero aun así es necesario. La galería ha servido un poco como catalizador de ciertas ventas de algunos artistas urbanos, y la promoción de ellos dentro del ámbito de galería les permite llegar a coleccionistas de arte plástico a diferencia de solo el espectador que los ve en la calle, ampliando un montón la trayectoria de los artistas.

Mencionaba que cuando era pequeña fotografiaba arte urbano. ¿Qué le llamaba la atención de este tipo de arte?

Estaba todo dentro de las paredes, dentro del cubo blanco… También el hecho de ver el arte en la calle y toda esa cantidad de críticas e incluso solo “el arte por el arte”. Yo recuerdo que vi una imagen en Sao Paulo (ni siquiera sé que artista sería): un Wolverine y solamente estaba su cara; era una cosa totalmente amarrilla gigante, después de eso como que se despertó una curiosidad sobre qué pasaba en la calle, y hay cantidad de cosas que están como escondidas (…) El arte urbano como que busca expresarse más allá de los medios comunes; es decir, más allá del papel, se trata de expresarse en unos medios mucho más amplios y diferentes.

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En esta galería exponen artistas urbanos como Toxicómano Callejero, Erre y DjLu. ¿Cómo es el proceso de curaduría?

Eso surgió un poco por tocar la puerta; es decir, por haber visto a los artistas en calle y luego irlos contactando. Esencialmente, el catalizador de Proyecto Zeta siempre ha sido DjLu. Ahí entra un factor de amistad, pero también de confianza en lo que es su obra y su modo de pensar. Entonces, hace muchos años lo contacté y a partir de la conexión con él, se generó la conexión con otros artistas. Ahora trabajamos con Worm, un artista de Medellín, que surgió por una beca que nos ganamos con DjLu y decidimos invitar a Worm a que participara dentro de ella. Toda esta curaduría surge por la afinidad que yo tengo con ciertos artistas, pero también por las sugerencias, en este caso, de DjLu, quien considero es una de las personas con más conocimientos de arte urbano en Bogotá.

¿Por qué opina eso?

Yo he salido varias veces a pintar con DjLu y es impresionante la cantidad de gente que va señalando: “este artista es tal y este es tal”. Artistas que obviamente uno conoce, pero también otros que apenas están empezando. Entonces, él está totalmente conectado con lo que va pasando dentro del mundo del arte urbano en Bogotá, ya sea desde las exhibiciones más grandes hasta las más pequeñas (…) Es un conocimiento muy amplio del cual me siento muy orgullosa de ir tomando poco a poco.

Mencionaba al inicio que su mamá dirigía antes una fundación de VIH/Sida y pienso que de una u otra forma usted también fue mezclando esa parte social con su galería…

Sí, la rama de arte urbano un poco ha buscado eso, puesto que este tipo de arte implica una crítica social, política e incluso ambiental. Sin embargo, nosotros también hicimos una asociación con Lure Media, una empresa de promoción de eventos y que a su vez tiene una guía turística, y generamos tres subastas, antes de pandemia, a beneficio de la Fundación Pescador de Letras —que se encuentra en La Boquilla (Cartagena), un barrio, digamos, bastante pobre—, que apoya a 120 niños en materia de alimentación y educación (…) ¿Qué sucede en una subasta? Los valores son normalmente un poco más bajos, porque el objetivo es vender, así que el coleccionista se siente ávido de comprar. Entonces, en este caso, al mismo tiempo que compras una obra de arte estás apoyando y es muy lindo porque se juntan muchos entes; es decir, la galería apoya con un porcentaje, el artista con otro y el porcentaje que aporta quien adquiere la obra. Entonces, se vuelve una comunidad muy linda de apoyo.

Eso me hace pensar que más allá del lucro también hay una parte social que es importante para usted…

Un poco y por eso la afinidad con arte urbano, porque el modo de llegar o expresar se vuelve un poco más accesible, y no me refiero a lo económico, sino a que es una imagen con un mensaje que te está tratando de llegar de manera directa, entonces se vuelve accesible el conocimiento e incluso a no tener el miedo de entrar a la galería, que le pasa a veces a mucha gente, como le sucede a quien quiere entrar al museo; como que cruzar esa puerta le cuesta a ciertas personas y en el arte urbano no hay necesidad de hacerlo.

Ustedes iniciaron en el barrio San Felipe y ahí permanecieron durante aproximadamente ocho años, pero se trasladaron hace algunos meses a Estados Unidos. ¿Por qué?

Aquí entra un factor personal: una necesidad de cambio de Daniela Camero. También mi madre vive acá y es una posibilidad de un nuevo inicio, pero más que todo es la necesidad de ampliar la galería, de que crezca y los artistas lleguen a más espacios. Artistas como DjLu, Erre y Worm ya los hemos exhibido acá en Estados Unidos. La idea es que los demás artistas vayan viniendo, pero ya se empiezan a exhibir, a vender obras de ellos acá, lo que también amplía su portafolio y les permite llegar a un público mucho más extenso, porque ya es cruzar fronteras. Entonces, Estados Unidos surge por esa necesidad de crecimiento y de ampliarnos, como de ir conquistando nuevos espacios. En este caso, tenemos la maravillosa suerte de que lo estamos haciendo de la mano de una galería ya existente acá; es decir, la galería de mi mamá: RoFa Projects, y eso genera que el crecimiento acá se vuelva un poco más rápido, porque ya tenemos el apalancamiento de esta galería que es sumamente reconocida en Estados Unidos.

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¿Qué diferencias ha notado entre el público estadounidense y el colombiano?

El público acá es un poco más adulto, el bogotano era un poco más joven. No te sabría decir la razón por la que está sucediendo así, pero creo que es un tema de locación. También, pienso que San Felipe es un barrio que ya está asentado. Al inicio, cuando abrimos la galería en 2014, no entraba más de dos personas en la semana y era porque uno los llamaba por teléfono o lo que fuera, pero ahora, antes de venirme para acá, recibíamos al menos cinco personas al día. Entonces, había un público más amplio en ese sentido, acá estamos creando ese público de alguna manera, que es un poco más adulto, pero que adquiere un poco más, y ahí entra un factor de posibilidades económicas del país: Estados Unidos versus Colombia; esas es otras de las razones por las cuales también quise abrir acá: ampliar las posibilidades de ventas para la galería y al mismo tiempo para los artistas.

¿Qué le ha regalado la galería y el arte?

La verdad es un mundo en donde uno genera una cantidad de amistades, de conexiones muy lindas. Y la galería me ha permitido ampliar mi conocimiento en una cantidad de cosas; es decir, cada muestra implica un aprendizaje nuevo, por cada una de ellas es un artista nuevo. Cuando empecé con arte urbano me implicó un aprendizaje tanto a nivel técnico como conceptual. Ahora, en la galería tenemos una muestra que va alrededor de un texto, hay otro artista que trabaja con numerología, con el tarot. Entonces, es un aprendizaje constante. El arte te permite eso, porque cada artista tiene un tema que está abordando y uno no sabe de todo, así que eso implica educarse cada vez más para incluso llevar la información a los demás.

Danelys Vega Cardozo

Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com

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