Galileo Galilei, el hombre que demostró que no éramos el centro del universo
El 15 de febrero de 1564 nació, en Pisa, Galileo Galilei, también conocido como “el padre de la física moderna”, entre otros. El también astrónomo derrumbó, con las observaciones que hizo a través de su telescopio, al geocentrismo.
Danelys Vega Cardozo
Lo han señalado como el “padre de la ciencia moderna”. Siendo católico cuestionó a la iglesia por aquello que era considerado, para su época, como una verdad absoluta. El geocentrismo se derrumbó. No éramos el centro del universo. Lo que Copérnico formuló se comprobó. Un telescopio fue lo que ayudó. De la deducción a la inducción se pasó. El método científico se popularizó. Mientras tanto un hombre devoto era considerado ahora como un hereje. Una carta escrita en 1613 fue su condena. Esa que había sido enviada a un matemático. A Benedetto Castelli. Aquella en donde compartió sus hallazgos astronómicos. ¡Qué peligro presentaba aquel “pisano” para la inquisición! Si de la muerte se quería salvar, de sus palabras se debía retractar. Así lo hizo el 22 de junio de 1633. Aunque un susurro parece que se alcanzó a escuchar: “Y, sin embargo, se mueve”. Pero algún castigo debía tener aquel “revolucionario”. Y que mejor que pagar la pena en su propia casa. Arresto domiciliario, esa fue la condena. Cadena perpetua, pero en su hogar. El 8 de enero de 1642 Galileo Galilei se liberó. La muerte lo halló.
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Lo han señalado como el “padre de la ciencia moderna”. Siendo católico cuestionó a la iglesia por aquello que era considerado, para su época, como una verdad absoluta. El geocentrismo se derrumbó. No éramos el centro del universo. Lo que Copérnico formuló se comprobó. Un telescopio fue lo que ayudó. De la deducción a la inducción se pasó. El método científico se popularizó. Mientras tanto un hombre devoto era considerado ahora como un hereje. Una carta escrita en 1613 fue su condena. Esa que había sido enviada a un matemático. A Benedetto Castelli. Aquella en donde compartió sus hallazgos astronómicos. ¡Qué peligro presentaba aquel “pisano” para la inquisición! Si de la muerte se quería salvar, de sus palabras se debía retractar. Así lo hizo el 22 de junio de 1633. Aunque un susurro parece que se alcanzó a escuchar: “Y, sin embargo, se mueve”. Pero algún castigo debía tener aquel “revolucionario”. Y que mejor que pagar la pena en su propia casa. Arresto domiciliario, esa fue la condena. Cadena perpetua, pero en su hogar. El 8 de enero de 1642 Galileo Galilei se liberó. La muerte lo halló.
A Galileo Galilei las ciencias le llamaron desde muy joven la atención. Su primera inclinación por ellas no estuvo relacionada con el ‘cosmo’, sino con la salud. En 1581 empezó a estudiar medicina en la Universidad de Pisa. A los pocos meses abandonó esta carrera. Las matemáticas se convirtieron en su nueva pasión. Pasión que acompañó con la curiosidad que lo caracterizaba. Esa que lo llevó a realizar su primer experimento a los diecinueve años. Todo se engendró en la Catedral de Pisa. Un sacristán encendió una lámpara. Aquel acto captó la atención de Galilei. El movimiento oscilatorio que se producía fue lo que le interesó. Ese del que se dio cuenta que conservaba el mismo tiempo independientemente de la amplitud de la oscilación. Porque a través de sus propias pulsaciones calculó el tiempo de las oscilaciones. Con aquel descubrimiento partió a su casa. En ella quiso comprobar, varias veces, que su hallazgo era cierto. Un amigo le ayudó a lograr su fin. Dos esferas fueron amarradas separadamente. Cada una de las cuerdas en las que se encontraban sujetadas aquellos objetos fueron empujadas a una distancia diferente. Mientras los péndulos se movían, las oscilaciones eran contadas. No importaba la amplitud, pues el período de oscilación se mantenía. El isocronismo del péndulo se demostró.
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La experimentación era el método preferido por Galileo Galilei. Ese que puso a “temblar” a Aristóteles en su tumba. La Torre de Pisa, quién sabe si el filósofo griego maldijo. Porque tal parece que Galilei desde lo alto de aquel lugar desmintió la teoría propuesta por Aristóteles. El pisano, también llamado “padre de la física moderna”, contó el tiempo que tardaban en caer dos objetos de diferente peso que arrojó desde aquella torre. La masa era lo de menos. Los objetos arrojados a una misma altura caían al mismo tiempo. Sin embargo, el filósofo griego había sostenido lo contrario. Para él, el peso definía cuál de los objetos caería primero. El más pesado siempre tendría la ventaja. Pero ahora la ley de la caída libre demostraba que había errado. Mientras tanto, Newton le “agradecería” más tarde a Galilei. Aquel hallazgo fue clave para la ley de la gravedad.
Si de agradecimientos hablamos, Newton no era el único que tenía algo por agradecer a Galileo Galilei. El físico Gabriel Fahrenheit partió de un invento de Galilei para crear el suyo propio. El termómetro. Porque el pisano había creado en 1606 el primer aparato para medir la temperatura. El termoscopio. La diferencia entre estos dos objetos es que el segundo de ellos carecía de una escala de medición, se basaba solo en datos cualitativos. Y más tarde los agradecimientos les corresponderían a Nicolas Copérnico y de paso a Aristarco de Samos. Copérnico formuló la teoría heliocéntrica basándose en lo que había propuesto Samos en su libro “Sobre las revoluciones de las esferas celestes”. El heliocentrismo quitó el protagonismo a la tierra. No éramos el centro del universo. La tierra, al igual que otros planetas, giraba alrededor del sol. Y se asumió que el sol era el centro del universo. Sin embargo, en el 2020, el astrónomo James O’Donoghue, quien hizo parte de la NASA, compartió un video para demostrar que el centro de masa del sistema solar era el verdadero centro.
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Y en todo esto del heliocentrismo, Galileo Galilei desarrolló un papel fundamental. El físico pisano presentó el 25 de agosto de 1609 un telescopio que había construido maravillado por el invento de Hans Lippershey. Ese que permitía aumentar ochos veces los objetos observados. Pero Galilei no paró ahí, siguió perfeccionando su creación. Se dice que llegó a construir más de sesenta telescopios. Estos aparatos le permitieron realizar diferentes observaciones astronómicas y hallazgos. El sol y la luna dejaron de ser “perfectos”. El primero estaba acompañado de manchas. El segundo de cráteres y montañas. Sin embargo, no fueron estos los hallazgos determinantes para derrumbar al geocentrismo. Lo que observó con respecto a Venus y Júpiter fue lo que transformó el pensamiento dominante de aquella época.
En 1610, Galileo Galilei contempló a través de su telescopio las fases de Venus —muy similares a las de la luna— lo que demostró que ese planeta no giraba en torno a la tierra. También observó, para ese mismo año, unas lunas que acompañaban a Júpiter. Cuatro en total. Europa, Ganímedes, Ío y Calisto, así se le conocen en la actualidad. El astrónomo se dio cuenta de que esas lunas nunca abandonaban a aquel planeta y que de hecho se movían con él. Este descubrimiento terminó por derrocar al geocentrismo. Así que no somos el centro del universo desde hace más de cuatrocientos años. Ni la tierra, ni los que habitamos en ella.
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