George Sand: tras la máscara de varón (Plumas transgresoras)
La obra de Sand fue una defensa y una búsqueda por su libertad como mujer. Aunque firmó con nombre de hombre, sus relatos narraron su relación con la feminidad.
Mónica Acebedo
“Aunque hubiese nacido en la parte opuesta del mundo, todavía sería poca la diferencia que habría entre los dos. Condenados entrambos a sufrir, débiles entrambos, incompletos, heridos por nuestros mismos goces, inquietos siempre, deseosos de una dicha sin nombre, y fuera siempre de nosotros mismos, ese es nuestro común destino, por esto somos hermanos y compañeros en este mundo de destierro y esclavitud”, Leila.
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“Aunque hubiese nacido en la parte opuesta del mundo, todavía sería poca la diferencia que habría entre los dos. Condenados entrambos a sufrir, débiles entrambos, incompletos, heridos por nuestros mismos goces, inquietos siempre, deseosos de una dicha sin nombre, y fuera siempre de nosotros mismos, ese es nuestro común destino, por esto somos hermanos y compañeros en este mundo de destierro y esclavitud”, Leila.
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Como tantas otras escritoras, la francesa George Sand (1804-1876) desafió a la sociedad de su momento no solo por usar el nombre de un hombre para la autoría de sus escritos, sino porque, además, se vestía como uno en ciertas actividades literarias a manera de protesta. Pero también la incluyo dentro de este corpus de “Plumas transgresoras” por su vida personal, ya que fue una de las primeras mujeres de su círculo social en separarse de su marido, en lograr su sustento a partir de la literatura y por su lema de libertad y autonomía reflejada en sus escritos que abogan por los principios de la reciente Revolución Francesa. En ese sentido se refieren Alain Vaillant, Jean-Pierre Betrand y Philpippe Régnier: “Los partidarios de la igualdad de los individuos, incluso los que ostentaban el privilegio de la nobleza, también encuentran su razón de ser en ese compromiso (la libertad como premisa en la actividad literaria y periodística) que es representativo del equilibrio con el que juega este tipo de novelas. George Sand, en Consuelo o en Mauprat, por ejemplo, no dudará en reutilizar estos procesos, o incluso, más o menos, esta ideología”. (Traducción libre, Histoire de la litterature française du XIX siècle, Presses universitaires, de Rennes, 2023, ed. Kindle, p. 192).
Aurora Dupin, baronesa Dudevant, nació en París el 1° de julio de 1804. Su padre era noble y rico, mientras que su madre provenía de una familia burguesa de bajos recursos. Vivió gran parte de su infancia y adolescencia en la finca (que aparecerá en varias de sus novelas posteriores) de su abuela paterna, Marie-Aurore de Saxe, una aristócrata culta, seguidora de pensadores de la Ilustración como Voltaire y otros escritores que defendían los libros, la razón y la cultura. Probablemente, fue ella quien ejerció mayor influencia en Sand. Además, cuando su abuela murió le heredó toda la fortuna. Se casó cuando tenía 18 años con el barón Casimir Dudevant, con quien tuvo un hijo y una hija. Su matrimonio la llenó de desilusión e infelicidad. De hecho, esa temática del matrimonio infeliz se ve reflejado en la gran mayoría de su obra. Se separó en 1830 y regresó a París junto con su hija e hijo.
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Su seudónimo lo obtuvo de su amante, Jules Sandeau, quien además le ayudó a entrar en el mundo de la edición y publicación de libros. Incluso, con él publicó Rose y Blanche (1831) bajo el nombre de Jules Sand. Posteriormente, adoptó el prenombre George y siguió publicando como George Sand toda su obra. Su primera novela sola, Indiana (1832) tuvo mucho éxito. Ella describe a la protagonista de esa novela así: “Indiana es una tipología: la mujer, la criatura débil cuya función es retratar la pasión reprimida, o mejor, las pasiones suprimidas por la ley; en ella vemos la voluntad en conflicto con la necesidad, amor ciego que golpea su frente hasta sangrar, en contra de los obstáculos establecidos por la sociedad”.
Tuvo numerosos amantes, entre ellos el compositor Fréderic Chopin (1819-1849), fue amiga cercana de políticos importantes, madrina y protectora literaria de numerosos autores jóvenes, entre los que estaba, por ejemplo, Gustave Flaubert (1821-1880). Se interesó en la política y los acontecimientos posteriores a la Revolución del 48, pero sobre todo fue una escritora incansable. Trabajaba muchas horas al día y publicó varias novelas dentro de las que se destacan: Leila (1832), Jaques (1834), André (1835), Spiridion (1839), Un invierno en Mallorca (1842), El compañero (1841), Horacio (1842), Consuelo (1843), La condesa de Rudolstadt (1844), El molinero de Angibault (1845), El pecado de Monsieur Antoine (1846), La charca del diablo (en otras ediciones en español, El pantano del diablo (1846), François le Champi (1848), La pequeña Fadette (1849) y Los maestros campaneros (1853), Los apuestos caballeros de Bois-Doré (1857), El marqués de Villemer (1861), Mademoiselle La Quintinie (1863), Laura (1864). También escribió libros de memorias como Historia de mi vida (1855), Ensueños y recuerdos (1872) e Impresiones y recuerdos (1876).
Sand murió el 8 de junio de 1876. Póstumamente se publicaron varios libros con su correspondencia con las diferentes personas que conoció y también su Diario íntimo (1926).
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Es decir, su obra fue tan prolífica como variada en temática: familiar, feminista, política, histórica, campesina e idílica.
Isabelle H. Naginski en George Sand: Writing for her life sugiere que fue pionera de la novela de iniciación o novela mística con Leila (1832), en la que resalta la teoría de la novela invisible en la cual no hay trama central, no se presentan imágenes y los eventos externos no son importantes. Se trata de una escritura de ideas que claramente permiten establecer una importante transición de sus otras novelas que, por el contrario, eran novelas de imágenes. Es decir, Sand rompe con las formas ficcionales a través de una narración que no parece tener un modelo literario específico, que además denuncia la inercia de la sociedad del momento (Cap 5. New Brunswick: Rutgers UP, 1991).
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