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Gerretsen, el ojo tras la foto más icónica de Pinochet: “Quise dar a la gente un recuerdo”

Después de cubrir los conflictos que sacudieron Indochina en la década de 1960, Chas Gerretsen (80) no imaginó que llegaría al último rincón de Sudamérica para fotografiar uno de sus capítulos más oscuros: el derrocamiento del presidente Salvador Allende (1970-1973) y la instauración de una cruenta dictadura encabezada por Augusto Pinochet.

Sebastian Silva - EFE
29 de agosto de 2023 - 07:29 p. m.
AME5011. SANTIAGO (CHILE), 29/08/2023.- El fotógrafo neerlandés Chas Gerretsen posa durante una entrevista con EFE, el 16 de agosto 2023, en Santiago (Chile). Después de cubrir los conflictos que sacudieron Indochina en la década de 1960, Chas Gerretsen (80) no imaginó que llegaría al último rincón de Sudamérica para fotografiar uno de sus capítulos más oscuros: el derrocamiento del presidente Salvador Allende (1970-1973) y la instauración de una cruenta dictadura encabezada por Augusto Pinochet. EFE/ Esteban Garay
AME5011. SANTIAGO (CHILE), 29/08/2023.- El fotógrafo neerlandés Chas Gerretsen posa durante una entrevista con EFE, el 16 de agosto 2023, en Santiago (Chile). Después de cubrir los conflictos que sacudieron Indochina en la década de 1960, Chas Gerretsen (80) no imaginó que llegaría al último rincón de Sudamérica para fotografiar uno de sus capítulos más oscuros: el derrocamiento del presidente Salvador Allende (1970-1973) y la instauración de una cruenta dictadura encabezada por Augusto Pinochet. EFE/ Esteban Garay
Foto: EFE - ESTEBAN GARAY
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Testigo directo del bombardeo aéreo al palacio presidencial de La Moneda el 11 de septiembre de 1973, el fotógrafo neerlandés recordó en una entrevista una de sus imágenes más emblemáticas: la del otrora dictador chileno asistiendo a la liturgia del Te Deum una semana después de haberse hecho con el poder, además de otras fotografías que lo acercaron al Chile anterior a la tragedia.

"Fotografié las calles, restaurantes, las micros llenas de gente colgando por las ventanas y puertas, y luego las huelgas. Fotografié todos los alrededores de Santiago", rememoró Gerretsen desde el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en la capital chilena, donde se exponen hoy sus archivos inéditos sobre estos años convulsos.

“No quedaban guerras”

Gerretsen no sabía dónde ir tras terminar su trabajo como corresponsal en Vietnam, filmando y fotografiando la arremetida contra el Vietcong y los horrores de ese conflicto.

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"No quedaban guerras en ninguna parte (...) Así que decidí ir a un lugar donde quizás podía encontrar noticias e historias, al Amazonas de Brasil. Compré tickets a Salvador de Bahía pero en el viaje me ofrecieron 100 dólares más para ir a Buenos Aires", relató.

Buscando trabajo en la capital argentina recibió una oferta de la revista Time, pero debía partir a Chile. El país estaba bajo el ojo del mundo: Salvador Allende impulsaba la "vía chilena al socialismo", una apuesta pacífica por avanzar hacia una sociedad igualitaria, a diferencia de las experiencias rusa y cubana.

La huelga que cambió todo

Cuando llegó a Chile, Gerretsen "no sabía nada de política". Su vocación era más la de un aventurero que la de un corresponsal, iniciándose en la fotografía a los 16 años, mientras limpiaba ventanas en Suecia.

Con esa historia llegó a uno de los países más polarizados de la época, tanto así que algunos sectores más radicales de la izquierda lo tildaban de derechista solo por su espigado porte, cabello rubio y ojos azules.

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"Todos los europeos y de ojos azules eran identificados como derechistas (...) Mis simpatías estaban más con la izquierda que con la derecha. La izquierda quería comer y la derecha quería conservar lo que tenía", afirmó.

"La mayoría era gente muy joven que incluso sonreía mientras peleaba. Una vez fotografíe a una chica con un helado en una mano y una piedra en la otra. Pero luego vinieron los mineros, y los mineros eran adultos y querían más plata, estaban casados, tenían hijos, gastos. Toda la atmósfera cambió. Los momios se unieron a los mineros y no solo contra la izquierda sino contra el Gobierno", recordó.

Después de la huelga de los mineros de El Teniente en abril de 1973, el mayor conflicto laboral que enfrentó la Unidad Popular, las piedras cambiaron a cócteles molotov y la gente empezó a portar armas en la calle. "Se puso odioso y peligroso", recalcó.

Fotografía con sentido

Gerretsen capturó imágenes impactantes del bombardeo a La Moneda, además de registrar las últimas fotografías en que asesores de palacio aparecen con vida, siendo sacados del edificio en llamas para ser tendidos en la calle, posteriormente fusilados y desaparecidos.

Después de publicar alguna de esas imágenes inéditas en redes sociales, Gerretsen empezó a recibir solicitudes: chilenos y chilenas pedían más fotografías de un país que no conocieron.

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"Nunca habían visto en imágenes lo que le contaron sus abuelas y abuelas. Me dio escalofríos. Sentí por primera vez que mis fotografías significaban algo para alguien. Por primera vez en mi vida sentí que hice algo que valió la pena. Quise dar a la gente de Chile un recuerdo, una memoria, compartir el sentimiento de que hizo algo en mi vida", dijo.

El dictador

Poco tiempo después del golpe, la Junta Militar celebró una misa de Fiestas Patrias, un evento cercado por francotiradores en los techos, nidos de ametralladoras en las principales avenidas y puestos de control militar en las calles de Santiago.

"Que pase el flaco holandés". Pinochet, comentó, tenía una buena gestión de prensa y a él ya lo ubicaban.

"Pinochet me miró, él fue lo suficientemente astuto para pensar que la cámara era una herramienta para hablarle a a la gente. Luego fui a Hollywood y fotografié actores desde el 75 al 89. Pinochet era un actor. Cuando vi la foto en una revista entendí el tipo de foto que era", dijo sobre la icónica imagen.

La del dictador mirando al frente, sentado erguido, con los brazos cruzados y gafas oscuras, y el gesto desafiante, escoltado por el resto de la Junta Militar: así fue como el mundo vio el rostro del dictador chileno, cuyo régimen dejó más de 40.000 víctimas, contando a más de 3.200 ejecutados, 1.159 detenidos desaparecidos y decenas de miles de prisioneros políticos y torturados.

Por Sebastian Silva - EFE

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