Gertrudis Gómez de Avellaneda: defensora de los esclavos y las mujeres
Nueva entrega de Plumas transgresoras. Esta escritora es fundamental tanto en la historia de la literatura española como en la cubana y de América Latina entera. Su obra ha servido de referente en numerosos temas socioculturales y estudios de género.
Mónica Acebedo
“Pero la sociedad de los hombres no ha imitado la equidad de la madre común, que en vano ha dicho: “¡Sois hermanos!”. ¡Imbécil sociedad que nos ha reducido a la necesidad de aborrecerla y fundar nuestra dicha en su total ruina!”. Sab (1841).
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“Pero la sociedad de los hombres no ha imitado la equidad de la madre común, que en vano ha dicho: “¡Sois hermanos!”. ¡Imbécil sociedad que nos ha reducido a la necesidad de aborrecerla y fundar nuestra dicha en su total ruina!”. Sab (1841).
La hispano-cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) fue una pluma transgresora por escribir novelas, teatro, poemas y cartas en un momento de la historia cubana, en el que la mujer estaba conminada a las labores hogareñas. Pero, además, sus tramas son sumamente transgresoras, pues compara la situación de la mujer a la de los esclavos. Fue una de las principales representantes de la novela romántica en Cuba. José Severa afirma en la introducción y contraportada de una de las ediciones de su novela referencial, Sab (1841): “Por la situación específica de la mujer en el siglo XIX, Gertrudis Gómez de Avellaneda resulta, sin duda, una de las personalidades del mundo de la literatura más atractivas y ricas de la época. De las fuentes autobiográficas y de los epistolarios que se han conservado fluyen sus sentimientos y su apasionamiento, mostrándose su grandeza de espíritu, su generosidad, su comprensión y su rebeldía”. (Sab, Introducción, Cátedra, 2013, p. 11).
Gertrudis Gómez de Avellaneda, apodada Tula, nació en Camagüey, Cuba, el 23 de marzo de 1814, en el seno de una familia terrateniente, adinerada, dueña de plantaciones y esclavista, como era lo normal en ese momento de la historia. Hija de un comandante de la Marina española, Manuel Gómez de Avellaneda, y de Francisca de Arteaga y Betancourt, una mujer cubana de familia tradicional de la isla. Su padre murió cuando aún era una niña y sufrió, además, la enfermedad y muerte de varios de sus hermanos. Su madre se casó nuevamente con otro militar, con quien la escritora no tuvo buena relación, por lo que se desprende de sus cartas. Su madre y su abuelo le organizaron un matrimonio por conveniencia, pero ella rompe el compromiso porque está enamorada de otro hombre y decide huir. Ese hecho le costó la exclusión del testamento de su abuelo materno. Luego vive un tiempo en España, donde escribe la gran mayoría de su obra, ya que conoce a personas, como José Zorrilla, por ejemplo, que le ayudan a granjear su entrada en el mundo literario. Escribió poesías, novelas, teatro, artículos en revistas literarias y dejó una inmensa cantidad de cartas que se han publicado en varias ocasiones. Fue postulada a la Real Academia de la Lengua Española, pero se le negó el acceso y el puesto fue ocupado por un hombre. Se casó en 1848 con Pedro Sabater, quien murió de una penosa enfermedad. Contrajo matrimonio de nuevo con Domingo Verdugo y Massieu. Regresó un tiempo a Cuba, volvió a Madrid y murió el 1° de febrero de 1873.
A mi juicio, la obra más transgresora y que mejor refleja su postura literaria y social es Sab, que describe hechos históricos, pero además es una denuncia social por el trato a los esclavos y por la posición de las mujeres, la cual, según ella, era peor que la de los esclavos: “¡Oh!, ¡las mujeres! ¡Pobres y ciegas víctimas! Como los esclavos, ellas arrastran pacientemente su cadena y bajan la cabeza bajo el yugo de las leyes humanas. Sin otra guía que su corazón ignorante y crédulo eligen un dueño para toda la vida. El esclavo, al menos, puede cambiar de amo, puede esperar que juntando oro comprará algún día su libertad”.
Se trata de la historia de un esclavo en uno de los grandes ingenios azucareros de Cuba, Sab. Era hijo de una princesa africana y de uno de los hermanos de su patrón que había abusado de la esclava. Había nacido esclavo, pero, dada su condición de mestizo, el patrón le había dado la oportunidad de obtener la libertad cuando quisiera. Sin embargo, está secretamente enamorado de Carlota, la hija del amo, con quien compartió la crianza. La ama y la protege siempre a la sombra, porque sabe que nunca podrá declararle su amor, y por eso renuncia a su libertad. Carlota es pretendida por un hombre, Enrique Otway, quien le dice amarla y le propone matrimonio, pero en realidad él y su padre necesitan la alianza porque están en la quiebra. Sab se entera del macabro engaño. De otra parte, Teresa es una sobrina huérfana que vive con la familia de Carlota y quien está secretamente enamorada de Enrique Otway. No obstante, descubre la maldad de él y sus intenciones con Carlota, pero no puede dejar de amarle.
Es pues una novela que presenta las relaciones humanas entre amos y esclavos poco antes de que se promulgara la ley que abolía la esclavitud, está edificada a partir de hechos verídicos, es además una narración de tinte feminista, constituye una de las obras literarias de plantaciones y presenta el sistema económico en Cuba en el siglo XIX. Por último, es un documento sociológico que muestra las distintas clases económicas, en muchos casos definidas por la raza, que determinan casi todo lo que los personajes pueden hacer, desde dónde y cómo trabajan, con quiénes se pueden casar, y es una digna representante del romanticismo al ser una historia de un amor imposible en una sociedad esclavista: “Cubrió sus ojos llenos de lágrimas y gimió: porque levantándose de improviso allá en lo más íntimo de su corazón no sé qué instinto revelador y terrible, acababa de declararle una verdad, que hasta entonces no había claramente comprendido: que hay almas superiores sobre la tierra, privilegiadas para el sentimiento y desconocidas de las almas vulgares (…)”.