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Gioconda Belli pide reflexionar sobre los errores de la izquierda en Latinoamérica

La escritora nicaragüense Gioconda Belli estuvo en el Hay Festival Cartagena presentando su más reciente novela “Un silencio lleno de murmullos”.

Claudia Morales
01 de febrero de 2025 - 10:36 p. m.
La nicaragüense Gioconda Belli fue despojada de su nacionalidad en 2023.
La nicaragüense Gioconda Belli fue despojada de su nacionalidad en 2023.
Foto: Pedro Mendoza
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Gioconda Belli no pasa desapercibida. Es imposible no notar su presencia leonina y es muy fácil dejarse seducir por la ternura de esa mirada que sale de unos ojos pequeñitos y por la agudeza y honestidad de sus ideas.

Esta escritora nació en Nicaragua y participó en el proyecto de resistencia contra el dictador Anastasio Somoza y en su derrocamiento en 1979 y fue protagonista de la reconstrucción de su país. El imaginario revolucionario acabó muy pronto con el ascenso al poder de Daniel Ortega, otrora compañero de batallas, y se hundió aún más con la violencia que él desató contra los ciudadanos y las fórmulas que torció para amañarse en el poder hasta el día de hoy. Ortega se deformó en otro dictador, sumiendo a su pueblo en una grave crisis social y expulsando del país a todo aquel que criticara sus formas mesiánicas, incluida Gioconda.

Gioconda Belli ha recibido innumerables reconocimientos como los premios Biblioteca Breve, Sor Juana Inés de la Cruz, el de los Libreros, Bibliotecarios y Editores a la Novela Política del Año, Anna Seghers de la Academia de las Artes, La Otra Orilla, Mariano Fiallos Gil, Generación del 27, entre otros. Es autora, entre otros, de “La mujer habitada”, “Sofía de los presagios”, “Waslala”, “El pergamino de la seducción”, “El país de las mujeres”, “El país bajo mi piel”, “Escándalo de miel” y “Rebeliones y revelaciones”. El libro infantil “El apretado abrazo de la enredadera” es una bella metáfora de las relaciones absorbentes que anulan la identidad de otro.

Gioconda llegó a Colombia para participar en distintos encuentros organizados por el Hay Festival Cartagena, entre ellos, la presentación de su más reciente novela “Un silencio lleno de murmullos”. Esta es la entrevista que concedió a El Espectador:

¿Cómo se ha sentido en Colombia?

Colombia me gusta mucho. He estado en Jericó, en Medellín y ahora en Cartagena y cada vez encuentro mayor afinidad con la gente. Yo creo que hemos compartido históricamente mucho dolor, mucha lucha y todavía no sabemos exactamente cuál va a ser la solución de nuestros problemas. Encuentro que Colombia tiene literariamente el color y la alegría -a pesar de- que tenemos en Nicaragua.

Vamos a “Un silencio lleno de murmullos”, su más reciente novela, en la que Penélope, la hija de una exguerrillera llamada Valeria, narra la vida de su madre pasando por sus orígenes, su entrada a la revolución sandinista, su exilio a España y su muerte. Veo a Penélope como la representación de muchas hijas e hijos de esa revolución, ¿es así?

Es correcto. Hay una cita de Jean Paul Sartre que siempre me impresionó que dice que “no creo en las personas que son capaces de amar al pueblo y no aman a los seres que tienen más cerca”. Esa frase me parece relevante para que lo pensáramos muchos de los que estábamos tratando de cambiar el mundo porque realmente debes tener en cuenta las consecuencias de tu entrega a una causa. Con mis hijas lo que yo quería darles era un mejor mundo, yo no quería que ellas vivieran en un país que pasó 45 años en una dictadura. Pero no se pudo, ya se podrá en otro momento.

La novela narra otros aspectos como la forma como los hijos conocen y reconocen a sus madres. Hablemos de eso.

Si, es que nosotras como madres somos una cosa y como mujeres somos otra. Esa mujer que hay detrás de la madre es la que yo quería reivindicar. El silencio en el que llega Penélope a la casa de Valeria cuando ya está muerta la obliga a entrar a una intimidad de su mamá que nunca conoció cuando ella estaba viva. Ahí por fin entiende a su madre.

Claro, y por eso podríamos decir que la novela es una historia de reconciliación.

Si, y no solamente con la madre sino también políticamente con ese país que está constantemente en lucha consigo mismo, por eso menciono el mito de Sísifo. Y Valeria ha vivido queriendo subir la piedra del mito, pero esa piedra termina por destruirla. Y también es una reconciliación con el significado de la maternidad y con la liberación de la culpa por no ser el tipo de madre tradicional.

Gioconda, junto con su poesía, creo que “El país bajo mi piel” -que es un relato de no ficción-, “Un silencio lleno de murmullos” es el texto en el que más desnuda su ser. Y la novela, además, me deja una triste sensación: la de ser un texto con un velo de despedida. ¿Qué piensa de eso?

Si, estoy entrando en otra época porque la posibilidad de regresar a Nicaragua está bastante difícil. Ese régimen va a caer en algún momento, pero puede ser que ya no lo vea. Yo soy una persona a la que le gusta soñar y me gusta comprometerme y, en ese sentido, quiero comprometerme más con la literatura. El activismo político me dio los elementos para crear, pero ahora me doy cuenta de que lo que se ha logrado con mi palabra es mayor que lo que logré con mi militancia política. Antes me sentía más militante que escritora y ahora estoy dejándome ser escritora. Y sobre lo que dices acerca de los libros que reflejan mi ser, tienes razón y agregaría que es más bien una trilogía: “La mujer habitada” que es cuando se organiza la revolución; “El país bajo mi piel” que es mi propia participación y “Un silencio lleno de murmullos” que ya es una reflexión posterior.

Penélope relata lo siguiente sobre Valeria: “Me dolía ver la leyenda revolucionaria perecer, pero la matanza emprendida por Ortega había cavado su tumba. Sentí pena por mi madre. Creo que empezó a morir cuando se percató de que esa gesta que le dio sentido a su vida se había convertido en humo negro, indistinguible de la perversa era que iniciaron Ortega y su mujer al retornar en nombre del sandinismo para endiosarse en el poder”. Esa es Valeria. ¿Y, usted, también empezó a morir cuando se derrumbó el sueño sandinista?

No. Valeria es un tipo de persona que decidió olvidarse de eso y decidió verlo como un error, y yo no pienso eso. Ese es el personaje de ficción y en mi caso pienso que debemos aprender de todos los errores y lo que deberíamos hacer mejor actualmente es una reflexión seria sobre todos los errores de la izquierda en América Latina. Es que mira, vuelve la izquierda al poder y otra vez comete los mismos errores. Y la derecha nos deja con Milei y la falta de ética y de verdad. La izquierda tiene un chip autoritario que vuelve y tampoco queremos eso.

“La vejez es como una guerra de baja intensidad donde el ejército enemigo que es el tiempo va conquistando áreas del cuerpo”, escribió Valeria en sus diarios. Hablemos de eso, de la vejez.

La vejez es un estado de ánimo y también es un estado físico, pero no es una enfermedad. Yo me siento muy privilegiada de haber llegado a la edad que tengo y de estar en buen estado, flexible y con mi mente abierta.

¡Y más bella, Gioconda!

(Carcajada) Yo creo que hay una manera de ser bella y está relacionada con estar sana. Pero la vejez para muchas mujeres es trágica porque le meten mucha energía a la belleza física y eso se puede conservar, pero lo que más te conserva la belleza es lo que tienes en tu interior.

“Pienso que la sexualidad ha sido una de mis fortalezas. Jamás le he negado su valor en mi vida, ni he perdido nunca la conciencia de que soy un ser sexual. Estoy convencida de que ése es el gran poder que he blandido porque me da un ascendiente en el mundo de los hombres”. Ahora me gustaría ampliar la idea de la sexualidad en la mente de Valeria y en la suya.

La sexualidad la relaciono con el cuerpo femenino que siempre ha sido manzana de la discordia porque tiene demasiado impacto en la mentalidad masculina que está condicionada para dominar. El cuerpo femenino siempre se convierte en un objeto de deseo, pero nosotras deberíamos ser sujetos de nuestra propia sexualidad. Y ese cambio de perspectiva hay que alimentarlo con sustancia, personalidad y fuerza. Tu puedes ser sensual, atractiva, tener ese elemento del ser y tratar de embellecer el mundo con la empatía, el cuidado, la solidaridad, la estética.

Usted tiene en común con sus personajes literarios que son mujeres que luchan por conquistar su espacio y su vida, ser las heroínas de su propia historia. Alma Guillermoprieto, escritora y periodista mexicana, escribió un libro titulado ¿Será que soy feminista?, en el que dice que la lucha de las mujeres, hoy con la voz fuerte del feminismo, es la más grande revolución de toda la historia. ¿Está de acuerdo?

Totalmente. La más grande revolución del Siglo XX es la de las mujeres y lo que realmente cambió nuestra vida cotidiana. Pensemos en la vida de las mujeres cuando eran solamente domésticas y el hecho de que haya entrado a lo público, que pueden participar y cambiar las cosas alrededor de ella. El feminismo empezó con las mujeres hablando de sus propios problemas y fue abriendo una conciencia de los derechos que no tenían y que deberían tener. Debemos crear un ‘masculinismo’ porque el hombre también debería analizar su situación y cómo las bases de su identidad están mal puestas porque están en la dominación, la falta de empatía y de emotividad. La única manera en la que el feminismo puede avanzar es si logra incorporar a los hombres a esa lucha que es la lucha por la felicidad de ambos.

Es tan bello como duro lo que escribe sobre la maternidad y es cierto que ser mamá no es siempre una realidad romántica. Ese es un asunto que relata en “Un silencio lleno de murmullos” y que se refleja en Eugenia, la hija que Valeria tuvo y que prefirió dar en adopción para no abortar. Me gustaría saber cómo conjuga el deseo de tener hijos con la libertad de no querer tenerlos.

Es una opción absolutamente personal. No se puede obligar a las mujeres a ser madres y entiendo que hoy muchas no quieren serlo porque la manera como la sociedad trata a la mujer madre y todo lo que tiene que resolver con su vida es muy absorbente. La maternidad tendría que ser más apoyada socialmente. Yo me imagino un mundo donde la maternidad fuera un trabajo colectivo y donde el mundo laboral no fuera organizado para hombres que tienen esposas sino para mujeres que tienen hijos.

Con la distancia de los años, con la transformación de Daniel Ortega y los abusos de su gobierno, y ahora desde su exilio, ¿cómo se ve cuando se revisa como la mujer del Frente Sandinista y la de hoy?

Me observo mucho mejor (carcajadas). Pienso que he crecido porque he aprendido muchas cosas. Por ejemplo, yo ingenuamente creía tanto en el bien y no le daba la suficiente importancia a ese elemento que es el mal y que existe. Pero aprendes cuando lo ves de frente y entiendes que puede haber una traición profunda de personas que vos creías que no lo harían. Otra cosa que aprendí fue a construirme un centro y eso yo no lo sabía cuando entré a la revolución. Por ejemplo, esto de no estar entrar a Nicaragua, pero yo siento que mi país está en mí. Ese país es tan chiquito que es portátil y lo llevo conmigo. Donde quiera que esté yo sé quién soy.

¿Qué piensa, qué siente, cuando ve las noticias de su país? Lo último es que la Asamblea Nacional de Nicaragua —controlada por el Gobierno— aprobó la ampliación del periodo presidencial de Daniel Ortega y Rosario Murillo hasta 2028.

Me duele, pero sobre todo me asombra la incapacidad de ver el daño que están haciendo él y su mujer, de ver la arbitrariedad con la que actúan y de ver que mi país está entrando en un terreno de un absolutismo que va a costar mucho acabar.

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Magdalena(45338)02 de febrero de 2025 - 12:06 a. m.
La corrupción señora escritora Belli de todos los torcidos,no solo de izquierda sino de derecha nos tienen desesperanzados.
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