El Magazín Cultural

Glauber Rocha: entre dios y el diablo

De la película “Dios o el diablo en la tierra del sol”, del director homenajeado en el Festival, dijo Luis Buñuel que era única en la historia del cine. Esta es la vida de un cineasta que rompió con todos los esquemas del cine.

FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ
02 de marzo de 2018 - 03:03 a. m.
El Ficci 58 rinde homenaje a Glauber Rocha, considerado el líder del Cinema Novo. / Cortesía
El Ficci 58 rinde homenaje a Glauber Rocha, considerado el líder del Cinema Novo. / Cortesía

Su funeral fue un reguero de dolores concentrados en su ataúd, y la voz de un poeta diciendo que el llanto de Glauber Rocha había sido el llanto que todos los brasileños debían llorar, y el silencio de un músico, y el sollozo de la madre de otro hombre que veía en Rocha la no mirada de todos los hijos, y una línea sin fin de recortes de periódicos que hablaban de libertad sexual donde no la había, de justicia donde no había justicia, de revoluciones donde sólo había unos cuantos revolucionarios y de un cineasta que había roto con todos los esquemas del cine. Su funeral fue el dolor de millares, y el dolor del Brasil que padecía día a día las órdenes de los poderosos, sus decisiones, sus grupos de la muerte y su propia muerte, y fue la noticia previamente anunciada por sus detractores y sus amigos, e incluso por él mismo, que decía que no iba a vivir más de 42 años. “Muerto”, decía un papel a mano escrito por algún oficial de la Fuerza Aérea Brasileña para referirse a él. “Muerto”, como si fuera una victoria.

El Che Guevara murió a los 38. Yo, máximo, a los 42. Me tendré que sentir por muy bien servido teniendo en cuenta que soy latinoamericano.

Glauber Rocha, Vitoria da Conquista, Salvador, cine, música, rebelión, ingenio, intuición, estudio, disciplina, Marx y el Che. Su cuarto era un cúmulo de papeles tirados en el piso, de libros abiertos, ceniceros desbordados de colillas de cigarrillos, afiches de algunas películas —todas menos las suyas—, discos sin carátula, camisas y pantalones dispersos, y una máquina de escribir que Rocha aporreaba día y noche, traca, traca, traca, para sacar hojas y hojas de guiones, ensayos, pensamientos, discursos, proyectos y relatos, poemas a medio acabar y pequeños fragmentos de utopías. En ocasiones escribía desnudo, pues solía decir que la desnudez era la naturalidad del hombre, su estado más puro, y que era un acto de dignidad cultivarla, y desnudo fumaba, y desnudo se paseaba por su habitación, y desnudo se indignaba, y desnudo se emborrachaba, y desnudo lloraba.

Todos los cineastas me traicionaron. No me perdonaron jamás haber hecho Dios o el diablo en la tierra del sol a los 23 años.

Antes de que se convirtiera en el creador del Cinema Novo, de que sus filmes hubieran ganado premios por todo el mundo, de que luego de haber visto Dios o el diablo en la tierra del sol Luis Buñuel dijera que era una película única en la historia del cine, de que los políticos lo declararon loco para acallarlo, de que las mujeres lo buscaran para tener hijos con él, de que la dictadura lo hubiera encerrado once días en un calabozo, de que los periodistas y los críticos lo hubieran asfixiado, y mucho antes de que hubiera creado Barravento, Dios o el diablo…, Antonio Das Mortes, Tierra en trance, y de haber dado a entender que para matar al diablo primero había que matar a dios, Glauber Rocha era un aplicado estudiante de derecho que había abjurado de dios y sus mandamientos, del poder y de los mesías, y jugaba a las revoluciones, disparando envenenados dardos con sus frases a todo aquel que caminaba sin rumbo, y más que nada, a aquellos que se aprovechaban de los que caminaban sin rumbo.

La finalidad del artista es enfurecer.

Él enfurecía y se enfurecía. En Italia, 1980, cuando premiaron a Louis Malle en el Festival de Venecia por Adiós muchachos, gritó que los italianos estaban acostumbrados a echarles leones a los gladiadores, y que él era uno de esos gladiadores. Atacó a Malle, dijo que era un producto del establecimiento, de las grandes productoras y del sistema capitalista. Entonces, mientras Malle recibía el León de Oro, Rocha propuso que Italia tuviera un dictador y explotó porque nadie había comprendido su obra maestra, Tierra en trance. Los periodistas que cubrían al laureado se fueron tras el brasileño para preguntarle quién debía ser ese dictador. Rocha respondió que Fellini, se levantó de su silla, sonrió, y salió a caminar, hablando solo en un comienzo, pero siendo consciente de que más tarde o más temprano iba a estar perseguido por decenas de cámaras, micrófonos, y por un público que, aunque no lo comprendía, lo ovacionaba y quería escucharlo. Rocha decía lo que todos querían decir y no se atrevían. Rocha era la voz de los que no tenían voz.

El arte no es sólo talento, sino, principalmente, valentía.

Su furia lo llevó a la valentía, y la valentía, a crear, a hacer un mundo distinto, denunciando primero aquel que nadie quería reconocer, el del hambre y los marginados, el de Latinoamérica, y formando luego el suyo sobre las ruinas de aquel. El suyo fue el de ellos, y el de ellos fue el suyo, más allá del dinero, del conocimiento y las posibilidades. Él retrató ese mundo, le dio vida, a veces con palabras, a veces sólo con imágenes y sonidos, como en Tierra en trance, una película que, decía, no era teatro, ni cine como se había acostumbrado, ni música, sino todo ello y más, mucho más. Era filosofía. Con su cámara, Glauber Rocha atravesó la historia de América, la verdadera historia de América, la de los hombres como él, la de los excluidos y explotados, aquella que jamás se contaba en los libros de texto de las escuelas ni en las películas de Hollywood. Atravesó campos y campesinos, se metió en el alma del diablo y de su dios, se inmiscuyó en la barbarie de las dictaduras brasileñas, en los motivos de tanta sangre y en sus consecuencias directas, el hambre y el dolor y la venganza.

El Cinema Novo apoyó la utopía brasileña. Si es feo, irregular, sucio, confuso y caótico, es, al mismo tiempo, bello, brillante y revolucionario.

Por FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

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