“Goyescas”: la tragedia de amor de dos majos
Enrique Granados, quien se enamoró de la psicología de Goya, compuso hace más de 100 años una “Suite” para piano” inspirada en las obras del pintor. Pocos pianistas en el mundo han logrado interpretarla en su totalidad. Uno de ellos es el colombiano Manuel Arango, quien se presentó el jueves 2 de febrero en el Teatro Estudio Julio Mario Santo Domingo.
Danelys Vega Cardozo
Una mujer sostiene entre sus brazos el cuerpo de un hombre ataviado de blanco, quien se encuentra recostado sobre un muro de ladrillos. Los ojos de ambos están cerrados mientras sus bocas están abiertas, parecieran lamentarse de algo, quizá de la muerte: en frente de él, pero en el piso se logra ver una espada. “No conviene sacar la espada muchas veces: los amores exponen a pendencias y desafíos”, escribió Ayala en su manuscrito sobre aquella escena, que no es más que uno de los grabados de Francisco de Goya: “El amor y la muerte”. Se dice que pasaron los años y un día el compositor y pianista Enrique Granados, apasionado por la pintura, se enamoró de unas majas: las pintadas por Goya. De a poco fue llenando su casa de las obras de aquel pintor. No fue suficiente. Tenía que hacer algo más. Y lo hizo.
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Una mujer sostiene entre sus brazos el cuerpo de un hombre ataviado de blanco, quien se encuentra recostado sobre un muro de ladrillos. Los ojos de ambos están cerrados mientras sus bocas están abiertas, parecieran lamentarse de algo, quizá de la muerte: en frente de él, pero en el piso se logra ver una espada. “No conviene sacar la espada muchas veces: los amores exponen a pendencias y desafíos”, escribió Ayala en su manuscrito sobre aquella escena, que no es más que uno de los grabados de Francisco de Goya: “El amor y la muerte”. Se dice que pasaron los años y un día el compositor y pianista Enrique Granados, apasionado por la pintura, se enamoró de unas majas: las pintadas por Goya. De a poco fue llenando su casa de las obras de aquel pintor. No fue suficiente. Tenía que hacer algo más. Y lo hizo.
Inspirado en aquellas pinturas, escribió una historia de amor en dos cuadernos, una historia para piano: “Goyescas, los majos enamorados”. Entonces, seis movimientos intentan transportar al oyente a distintos escenarios de amor: desde la conquista de un majo a una maja hasta el espectro de un hombre que visita a su amada para cantarle una canción de amor. El fantasma desaparece tocando las cuerdas de su guitarra. Aquí los protagonistas no vivieron felices para siempre, aquí la tragedia aparece y la muerte destruye todo, como en “El amor y la muerte” de Goya, que, de hecho, corresponde al quinto movimiento de la “Suite para piano” de Granados. La muerte no se detuvo ahí: siguió dejando víctimas a su paso, como aquellas del 24 de marzo de 1916.
Ese día, un compositor español partió de Folkestone (Inglaterra) con su esposa, en el barco de vapor Sussex, con destino a Dieppe (Francia). No llevaban ni dos horas en el mar cuando un submarino de guerra alemán lanzó un torpedo que destrozó en dos el navío. Los alemanes se habían confundido, pues creyeron que aquello era un barco minador. La popa se hundió y algunos se lanzaron al agua, entre ellos Granados. Alguien lo rescató en una lancha, pero no duró mucho en ella. Se zambulló de nuevo en el agua, pues su esposa se estaba ahogando y el mar se los llevó a los dos. “¡Qué lejos, oh qué lejos de ti y de mí y de todo, en esto —los olivares de la madrugada—, al oír la palabra alerta —¡muerte! — dentro de la armonía de mi alma —mar inmenso de duelo o de alegría—, a la luz amarilla de esta luna poniente y sola, España!”, escribió Juan Ramón Jiménez en su poema “Humo y oro”, dedicado a Granados y su esposa, tras conocer la noticia de la muerte de aquellos enamorados.
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Del compositor quedaron, entre otras cosas, sus apuntes y libretas de estudio y, por supuesto, sus “Goyescas”, que pocos pianistas han podido tocar completa, llegando a interpretar solo algunos de sus movimientos. Granados compuso una pieza adicional partiendo de ese universo de Goya: “El pelele”, que suele ser interpretada junto a las “Goyescas” —aunque no haga parte de su conjunto—, como lo ha hecho el pianista colombiano Manuel Arango, quien se dedicó a explorar el mundo de Goya, Granados y sus majos enamorados en su tesis doctoral en Música. Hace un par de años, aprovechando que estaba en España, visitó el Museo del Prado. Allí fue atrapado por el “síndrome de Goya”, como lo denomina él: se enamoró de las obras del pintor, de sus paletas de colores, como le pasó a Granados. Se dijo que algún día debía tocar “Goyescas”.
Ya ha cumplido su promesa siete veces: seis en Montreal (Canadá) y el jueves 2 de febrero en el Teatro Estudio Julio Mario Santo Domingo. La primera vez que interpretó la “Suite para piano” de Granados, todo se le salió de control: desde los tiempos hasta la memoria, quizá por lo nervioso que estaba. Decidió asimilar lo que le había sucedido y siguió adelante, porque “el trabajo diario es una lección de humildad”. Entonces, al otro día se levantó y volvió a empezar: “Comencé y recomencé”. Las siguientes veces las cosas fueron mejorando, aunque sabe que todavía le faltan años para perfeccionar “Goyescas”, que le han permitido conocer sus límites en cuanto al estrés, debido a lo difícil que es su interpretación en el aspecto técnico e incluso intelectual por la “complejidad de los pasajes, los contrastes emocionales, la elaborada ornamentación y densa textura”, pero “lo más difícil es encontrar el tono, como diría Gabriel García Márquez. Yo quisiera encontrar el mío, ojalá lo lograra”.
Cuando está interpretando aquella “Suite” de Granados hay cosas con las que conecta más que otras. “Hace poco murió una tía que quería mucho; entonces cuando llega la muerte del majo, siempre pienso en ella. Me llega ese recuerdo”. Y, de repente, se imagina que las “Goyescas” hablan de los paisajes de Colombia y no tanto del majo y la maja, sino de Efraín y María. De hecho, estudiando los apuntes y libretas del compositor español para su tesis, halló un poema de Jorge Isaacs que aparece en su novela “María”. “Yo pienso que pensaba musicalizarlo, porque casi todos los otros poemas que están en uno de sus cuadernos de apuntes están musicalizados”.
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El 11 de diciembre de 1910, Granados le envió una carta a otro compositor y pianista español: Joaquín Malats. En aquel papel no solo le dijo que sería el primero en España en tener el ejemplar de “Goyescas”, sino también el de otra obra. “Querido Joaquín: recibí tu carta con gran alegría: ya había escrito a Édition Mutuelle para que me mandasen otras pruebas. Verdaderamente, “Azulejos” son deliciosos. Rosina me ha regalado el original de Isaac y lo guardo como oro en paño. Lo hecho mío poco me importa tenerlo. ¿Quieres que lo tengamos entre los dos?”.
A Arango siempre le ha llamado la atención la relación entre arte, literatura y pintura. Quizás aquello se deba, en parte, a que su padre y su abuelo fueron pintores. “Yo no sé hacer una línea, pero me gustan mucho las artes plásticas”. Quiere seguir explorando ese mundo de la musicalización de obras y tal vez lo haga a través del escultor antioqueño Marco Tobón Mejía, pues su hija fue pianista y organista. Quizá por ahí encuentre algo, porque eso de la musicalización no es para él: “Eso es para los compositores que son tan creativos, yo solo toco su música”.
Y entonces se sienta en el piano, se escuchan pájaros cantar, aunque no hay ninguno cerca. Por un momento corto, pareciera que sonara “Bésame mucho”, el bolero de Consuelo Velásquez. Pero todo aquello tan solo corresponde a uno de los movimientos de “Goyescas”. “Los críticos decían que la música de Granados era como estar pasando las manos por piedras preciosas, porque es algo muy refinado”. Tan refinado como para explorar varios estados de la condición humana: la felicidad, el enamoramiento, pero también la tristeza y la muerte que conlleva el amor, “que al final es el mismo porque no hay finales felices, sino prematuros”.
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