Guillermo Angulo: “Todo lo que escribo es autobiografía, porque carezco de imaginación”
El periodista Guillermo Angulo presenta el libro “Gabo+8”, en el que narra recuerdos con varios amigos suyos, acompañado de fotografías tomadas por el autor a lo largo de su carrera. En entrevista para El Espectador, Angulo reflexiona sobre la desmemoria y el periodismo.
María Paula Lizarazo
Lo que nos cuentan, como lo que leemos, hace parte de nuestros recuerdos. Tal vez uno de los enigmas de la literatura sea cómo confluyen esos recuerdos en nuestra memoria con lo que vivimos empíricamente. Carlos Fuentes se pregunta en el cuento Chac Mool: “si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué?”. En otro cuento, un personaje de Roberto Bolaño admite: “Uno nunca termina de leer, aunque los libros se acaben, de la misma manera que uno nunca termina de vivir, aunque la muerte sea un hecho cierto”.
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Lo que nos cuentan, como lo que leemos, hace parte de nuestros recuerdos. Tal vez uno de los enigmas de la literatura sea cómo confluyen esos recuerdos en nuestra memoria con lo que vivimos empíricamente. Carlos Fuentes se pregunta en el cuento Chac Mool: “si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué?”. En otro cuento, un personaje de Roberto Bolaño admite: “Uno nunca termina de leer, aunque los libros se acaben, de la misma manera que uno nunca termina de vivir, aunque la muerte sea un hecho cierto”.
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El libro Gabo+8, del periodista Guillermo Angulo, es el recuento de algunos recuerdos de Angulo con varios amigos suyos que van apareciendo a lo largo de los relatos, como García Márquez, Hernando Valencia Goelkel, Carmen Balcells, Alberto Aguirre, Manuel Mejía Vallejo, Rodrigo Moya, Susan Flaherty, Rogelio Salmona y Hernán Díaz. El protagonismo del mismo García Márquez, así como la presencia de Álvaro Mutis, Manuel Zapata Olivella, entre otros, hace que este libro de memorias también sea un recorrido por parte de la literatura colombiana y por ciertos momentos históricos de la segunda mitad del siglo XX.
En 1955, Guillermo Angulo vivía en México. Ese año, el escritor Rodrigo Arenas Betancourt vio unas fotos que tomó en una Semana Santa. “Yo tengo un cuate en Colombia, Gabriel García Márquez, le voy a enviar las fotos tuyas a ver si las publica”, le dijo Arenas a Angulo, dando pie a una amistad de décadas. Finalmente se publicaron en El Espectador bajo el título Colombiano hace cine neorrealista en México: eran fotografías, no cine.
Angulo y García Márquez se encontraron casualmente en París, dos años más tarde, en el mismo cuarto de hotel: “Maestrico, ¿usted qué anda haciendo en mi cuarto?”, le preguntó García Márquez.
Angulo reflexiona en entrevista para El Espectador que Gabo+8 “en rigor no es una biografía. Son recuerdos de ocho amigos importantes, entre los que están Manuel Mejía Vallejo, Alberto Aguirre, Hernando Valencia… Es una cosa personal. En realidad todo lo que yo escribo es autobiografía, porque carezco de imaginación, yo no soy capaz de inventarme un cuento, no me sale. Pero si me cuentan una historia, la cuento como me la contaron, o como me pasó a mí, y eso es este libro: son cosas de las que yo fui testigo en la mayoría de ellas o que Gabo me contó”.
La escritura de Gabo+8 comenzó en un avión camino a México, en abril de 2014. El libro es sobre la pérdida de la memoria, el laberinto de la desmemoria: una paráfrasis del General en su laberinto. “A mí el libro me resultó por una pura casualidad que no he acabado de comprender muy bien. Yo escribo un poco para mí, tengo una obsesión muy grande con las orquídeas. En este momento he llegado a la conclusión de que las orquídeas son exactamente el amor en la pandemia, porque las orquídeas son sólo sexo, no tienen ninguna otra función, los colores están hechos para atraer a algún polinizador. El gran problema del amor entre las plantas es la inmovilidad. El polinizador viene, toma el polen y se lo lleva a otra planta que tiene que estar fértil y que también tuvo que haber atraído al insecto, es decir, es una serie de casualidades”. Y agrega que a Darwin le preguntaron por qué de una flor que produce un millón de semillas, sólo nace una flor o no nace ninguna, y el científico respondió que era así como trataba de explicar que la suerte prevalece. “Hay una casualidad. Yo estaba escribiendo este libro sin pensar en publicarlo. Conseguí editor sin buscarlo”. El editor Juan David Correa supo que Angulo estaba escribiendo sobre algunos recuerdos con amigos suyos, y lo llamó.
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A raíz de la pandemia, Angulo vive en el campo. Todos los días está pendiente de alrededor de veinte orquídeas que están por florecer. Piensa en la relación entre las intuiciones poéticas y las intuiciones científicas: “Resulta que Gabo habla de dos pestes, la pérdida de sueño y la pérdida de la memoria. Gabo tuvo una intuición de algo que es científico y es que si uno pierde el sueño, pierde la memoria, porque la memoria que uno tiene en el día desaparece si uno no duerme; mientras uno está dormido, esas cosas que pasaron en el día, esa memoria volátil, se hace fija. Un americano, por explicar este fenómeno, se ganó el premio Nobel de Medicina”.
Asegura que ha hecho de todo. Cuando le preguntan por su oficio, dice que es jardinero, pero eso está ligado a la fotografía. “Yo tengo contacto con unos cuatro botánicos de nivel mundial. Con ellos tenemos conversaciones de tipo científico sobre las flores, los polinizadores, etc. Es una forma también de hacer periodismo en medio de las plantas. A mí me gusta el periodismo porque estás en medio de la gente, es decir, yo pienso que el fotógrafo es un intruso y esa intrusión no se perdona sino cuando es oficio. Yo soy un fotógrafo de la calle, de prensa, eso es lo que a mí me gusta, estar entre la gente y retratar lo que pasa. Si no puedo contar algo con fotos, lo cuento en palabras. Por ejemplo, yo no les tomo fotos a los amigos. A Gabo le tomé tres fotos cuando lo conocí y nunca volví a hacerlo, hasta que me di cuenta de que se iba morir: ‘Gabacho, vamos a hacer unas fotos, en tu estudio, en el jardín’, y él me dijo: ‘¿cuánto me pagas?’, lo último que se pierde es el humor. Fui y le hice una serie de fotos”.
El fotorreportero mexicano Rodrigo Moya ha dicho que Guillermo Angulo es su maestro. Pero Angulo lo niega. Le dio algunos consejos sobre la luz. Pero la verdad es que “la fotografía no se puede enseñar, es una manera de ver el mundo. Cada fotógrafo tiene una ventana y esa ventana es personal. Cada uno tiene su forma. Eso no se enseña”.
Cada quien mira, recuerda y cuenta diferente. Angulo vigila sus flores y les toma fotografías a diario: “Todavía no les hablo, pero para allá voy”.