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Las medidas de reactivación se han puesto en marcha y las calles de Bogotá vuelven a poblarse. Restaurantes, bares y sitios de encuentro reciben a las personas que durante año y medio permanecieron en casa, y que ahora pueden encontrarse para compartir presencialmente, para ser ante el otro un cuerpo que celebra, que brinda, que agradece la posibilidad de estar juntos. El lenguaje de este encuentro sigue siendo el del cuidado, y no dejaremos de lado ni el tapabocas, ni la ventilación, ni ninguno de los múltiples aprendizajes que hemos cosechado individual y colectivamente. Pero volveremos a habitar nuestra ciudad y volveremos, además, a los escenarios culturales que supieron acompañarnos desde lo virtual y que ahora agradecen y celebran nuestra presencia física.
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Los grandes escenarios de la creación palpitan con las visitas de sus audiencias, vuelven a fluir desde el encuentro con el público y refuerzan su vocación al permitir conversaciones donde el asombro expande los horizontes de la vida cotidiana. La fuerza vital de estos escenarios es indiscutible, y creo que como bogotanos eso lo sabemos hoy mejor que nunca, porque la pandemia nos enseñó a echarlos de menos, a extrañarlos. Pero quiero mover el foco de los grandes escenarios y extender una invitación más local, más pequeña en tamaño, pero de igual importancia.
Volver a habitar la ciudad implica volver a habitar el barrio. Deambular por las calles cercanas a nuestras viviendas, regresar a los parques y a los espacios que quedan a un paseo de distancia. Durante estos meses hemos aprendido el valor de lo doméstico y redescubierto la importancia de lo cercano, por eso, ahora que podemos volver a encontrarnos, hagámoslo no solo en los grandes escenarios, sino también en esos pequeños lugares que están allí, en el barrio, en la calle de al lado, y que cuentan con nosotros, como vecinos de su comunidad, para apoyarlos y dotarlos de vida.
El café donde se hacen pequeños conciertos, la librería donde hay lecturas en voz alta, el teatro que ofrece funciones de títeres para niños. Todas esas creaciones en el barrio, todas esas creaciones que han estado allí, acompañando nuestras vidas, y que ahora vuelven a reunirnos. Descubramos y atesoremos la creación cercana, la de nuestra comunidad, y que nuestra presencia cotidiana allí, en esos lugares, sea también una forma de crear.