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                                                                                                                                Hablarán de Fabiola Calvo y sus luchas

                                                                                                                                La persistencia de una mujer que ha visto el rostro de la violencia, el dolor, el exilio y la tragedia, pero vibra en periodismo y defensa de la mujer.

                                                                                                                                Redacción Cultura

                                                                                                                                Fabiola Calvo Ocampo, autora del libro “Hablarán de mí”. / Archivo
                                                                                                                                Foto: GABRIEL APONTE
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Nacida en Pereira pero criada en Cartago (Valle), fue la cuarta de seis hermanos de una familia conformada por un comerciante de Marmato (Caldas) y una “valiente, digna y sabia” mujer de Risaralda. Aunque su padre era conservador y defendía las ideas de Alzate Avendaño, en su hogar se respiró cultura. Había concurso de oratoria, torneo de ajedrez, se leía el Magazín Dominical de El Espectador en voz alta. Sus hermanos acumulaban más libros que juegos. Shakespeare era tan conocido como Zalamea.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                En 1971 se fue a estudiar a Bogotá y entró a la Universidad Nacional, que vivía en agitación. La voz de Marcelo Torres dominaba, pero los recuerdos de Camilo Torres eran memoria vigente. Circulaban activistas de todos los grupos, tanto como los colectivos de arte. Cansada de paros, regresó a Pereira al año siguiente y, como era normalista, entró a dictar clases. Y también a aprender de política en reuniones sindicales o con los Usuarios Campesinos. Sus hermanos Jairo y Óscar William ya eran dirigentes de izquierda.

                                                                                                                                Entonces empezaron las dificultades. En 1975, el Ejército capturó a su hermano Jairo, que se fue con el Epl, y después de un consejo verbal de guerra, terminó preso en la isla Gorgona. Lo defendió el abogado Eduardo Umaña Luna. Luego vinieron el Estatuto de Seguridad de Turbay, las desapariciones, las capturas, los torturados. Por esos días alcanzó su grado de educadora en la Tecnológica de Pereira, pero oficiaba más como defensora sin serlo. Eran demasiados amigos presos y se formó una familia para protegerlos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Por esos días ella trabajaba en el periódico La Tarde de Pereira, dictaba clases de economía, ayudaba a Óscar William en el periódico Unión y terminaba su primer libro, Diez hombres, un ejército, una historia. “Se respiraba entusiasmo, la idea de la constituyente, expuesta por Óscar William, era una bandera enorme, pero fuimos ingenuos. Nunca pensamos que invocar el Estado de Derecho diera para que se desatara tanta violencia. Todo aquel que habló de la solución pactada, se volvió sospechoso”.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No tenía otra opción. En febrero de 1987 le llegó la noticia del asesinato de su hermano Jairo. Otro caso impune. Entonces, de la mano del Comité Español de Ayuda al Refugiado, empezó a rehacer su vida junto a su esposo médico. Terminó un doctorado en sociología, ayudó a constituir la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género, escribió para México y Colombia. Cuando pensaba en regresar algo había que hacer, hasta que falleció su hijo mayor en un accidente absurdo en una piscina. Entonces sintió que era el momento destinado.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Retornó en 2007 y su disciplina le fue dando la medida del acomodo. Pasó por la Subsecretaría de Mujer y Género en la Alcaldía de Bogotá, asumió la Red Colombiana de Periodistas con Visión de Género en Colombia, le salieron clases, corresponsalías, investigaciones, la editorial Acracia (Tierra de libertad) empezó a publicar sus libros. Y en esas vueltas de la vida apareció Ni reinas ni cenicientas, donde mostró su vocación para dar a las mujeres el espacio que corresponde en una sociedad que apenas ahora las escucha.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Esa es Fabiola Calvo, menos diplomática que su madre Pastora, fallecida en 2010. Tan elocuente como su padre, que a los 92 años sigue contando historias. Con la vehemencia de sus hermanos sacrificados y sus hermanas cómplices de sueños. “Es peligroso hablar, amigo”, lee un verso de su sobrino, Andrés Felipe Llano asesinado en Cartago en 2008. Luego uno de su autoría a la panela, “esbelta y sensual”. Elogia a sus hijos en la ruta de la medicina y la psicología. Después se va, porque tiene agenda pendiente.

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Fabiola Calvo Ocampo, autora del libro “Hablarán de mí”. / Archivo
                                                                                                                                Foto: GABRIEL APONTE
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Nacida en Pereira pero criada en Cartago (Valle), fue la cuarta de seis hermanos de una familia conformada por un comerciante de Marmato (Caldas) y una “valiente, digna y sabia” mujer de Risaralda. Aunque su padre era conservador y defendía las ideas de Alzate Avendaño, en su hogar se respiró cultura. Había concurso de oratoria, torneo de ajedrez, se leía el Magazín Dominical de El Espectador en voz alta. Sus hermanos acumulaban más libros que juegos. Shakespeare era tan conocido como Zalamea.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Entonces empezaron las dificultades. En 1975, el Ejército capturó a su hermano Jairo, que se fue con el Epl, y después de un consejo verbal de guerra, terminó preso en la isla Gorgona. Lo defendió el abogado Eduardo Umaña Luna. Luego vinieron el Estatuto de Seguridad de Turbay, las desapariciones, las capturas, los torturados. Por esos días alcanzó su grado de educadora en la Tecnológica de Pereira, pero oficiaba más como defensora sin serlo. Eran demasiados amigos presos y se formó una familia para protegerlos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Por esos días ella trabajaba en el periódico La Tarde de Pereira, dictaba clases de economía, ayudaba a Óscar William en el periódico Unión y terminaba su primer libro, Diez hombres, un ejército, una historia. “Se respiraba entusiasmo, la idea de la constituyente, expuesta por Óscar William, era una bandera enorme, pero fuimos ingenuos. Nunca pensamos que invocar el Estado de Derecho diera para que se desatara tanta violencia. Todo aquel que habló de la solución pactada, se volvió sospechoso”.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No tenía otra opción. En febrero de 1987 le llegó la noticia del asesinato de su hermano Jairo. Otro caso impune. Entonces, de la mano del Comité Español de Ayuda al Refugiado, empezó a rehacer su vida junto a su esposo médico. Terminó un doctorado en sociología, ayudó a constituir la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género, escribió para México y Colombia. Cuando pensaba en regresar algo había que hacer, hasta que falleció su hijo mayor en un accidente absurdo en una piscina. Entonces sintió que era el momento destinado.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Retornó en 2007 y su disciplina le fue dando la medida del acomodo. Pasó por la Subsecretaría de Mujer y Género en la Alcaldía de Bogotá, asumió la Red Colombiana de Periodistas con Visión de Género en Colombia, le salieron clases, corresponsalías, investigaciones, la editorial Acracia (Tierra de libertad) empezó a publicar sus libros. Y en esas vueltas de la vida apareció Ni reinas ni cenicientas, donde mostró su vocación para dar a las mujeres el espacio que corresponde en una sociedad que apenas ahora las escucha.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Esa es Fabiola Calvo, menos diplomática que su madre Pastora, fallecida en 2010. Tan elocuente como su padre, que a los 92 años sigue contando historias. Con la vehemencia de sus hermanos sacrificados y sus hermanas cómplices de sueños. “Es peligroso hablar, amigo”, lee un verso de su sobrino, Andrés Felipe Llano asesinado en Cartago en 2008. Luego uno de su autoría a la panela, “esbelta y sensual”. Elogia a sus hijos en la ruta de la medicina y la psicología. Después se va, porque tiene agenda pendiente.

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Por Redacción Cultura

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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