Hans Asperger, de “héroe” a “villano”
Cada 18 de febrero se conmemora el Día Internacional del Síndrome de Asperger en honor al natalicio de Hans Asperger, el médico austriaco que describió por primera vez esta condición. Sin embargo, en los últimos años, se han hallado documentos que lo relacionan con el nazismo y que lo responsabilizan de colaborar de manera indirecta con la eutanasia infantil practicada durante el Tercer Reich.
Danelys Vega Cardozo
Los amigos no eran frecuentes en la vida de aquel hombre, mientras que los animales acompañaban sus días. Algo que se puede permitir quien crece en una granja. Sin embargo, su infancia no estuvo desprovista de compañía humana. No solo por sus padres, sino también por sus dos hermanos. Mientras tanto, él se dedicaba a recitar palabras de otro. Composiciones literarias que no eran de su autoría, pero que disfrutaba pronunciarlas. Los poemas de Franz Grillparzer. Y los años fueron pasando y con ellos los intereses se fueron despertando. Hacía la medicina se fue encaminando. La Universidad de Viena sería la institución académica que lo formaría en esta ciencia de la salud. Hasta que un día el título de médico le llegó. Y con el título también aparecieron las responsabilidades, y por supuesto las decisiones que suelen acompañarlas. Había que elegir un nuevo sitio de trabajo. El lugar en donde pasar la mayor parte de su tiempo. Hubo un ganador. Hans Asperger con el Hospital Infantil de la Universidad de Viena se quedó.
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Los amigos no eran frecuentes en la vida de aquel hombre, mientras que los animales acompañaban sus días. Algo que se puede permitir quien crece en una granja. Sin embargo, su infancia no estuvo desprovista de compañía humana. No solo por sus padres, sino también por sus dos hermanos. Mientras tanto, él se dedicaba a recitar palabras de otro. Composiciones literarias que no eran de su autoría, pero que disfrutaba pronunciarlas. Los poemas de Franz Grillparzer. Y los años fueron pasando y con ellos los intereses se fueron despertando. Hacía la medicina se fue encaminando. La Universidad de Viena sería la institución académica que lo formaría en esta ciencia de la salud. Hasta que un día el título de médico le llegó. Y con el título también aparecieron las responsabilidades, y por supuesto las decisiones que suelen acompañarlas. Había que elegir un nuevo sitio de trabajo. El lugar en donde pasar la mayor parte de su tiempo. Hubo un ganador. Hans Asperger con el Hospital Infantil de la Universidad de Viena se quedó.
Un régimen autoritario se formaba. Austrofascismo decían por ahí. Un canciller se convertía en dictador. Aquel que en 1934 una constitución proclamó. Su nombre era Engelbert Dollfuss. Ese que era conocido, entre otras cosas, por ser el líder supremo del Frente Patriótico. Partido político austríaco que logró convencer a un médico. Aquel que se afilió el 10 de mayo de 1934. Pero también hubo tiempo para el amor y de paso para la paternidad. Así que Asperger en esposo y padre se convirtió.
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Y en 1944 mientras el mundo se sumía en la segunda tanda de una guerra, aquel hombre se dedicaba a describir una condición que denominó como “psicopatía autista”. Cuatro pacientes. Cuatro jóvenes con características similares. “Falta de empatía, ingenuidad, poca habilidad para hacer amigos, lenguaje pedante o repetitivo, pobre comunicación no verbal, interés desmesurado por ciertos temas y torpeza motora y mala coordinación”, mencionan Josep Artigas-Pallarès e Isabel Paula como conductas que compartían estas personas. Esas que también fueron denominadas por Hans Asperger como “pequeños profesores” dado el nivel de detalle y precisión con que hablaban se sus temas favoritos. En total serían alrededor de once pacientes lo que este médico lograría describir a través de sus publicaciones. Aquellas que fueron pasadas por alto durante muchos años. El idioma impuso una barrera. Hasta que a alguien se le ocurrió en 1981 hacer una traducción. Fue así como los textos de Asperger pasaron del alemán al inglés. Una mujer había sido la responsable de aquel acto. Lorna Wing. La primera persona en acuñar el término Síndrome de Asperger. Hans Asperger describió la condición, pero Lorna Wing la denominó.
Condición porque el síndrome de Asperger no es considerado como una enfermedad, sino como una variante del neurodesarrollo. Aquella que se encuentra incluida dentro de los trastornos del espectro autista (TEA), pero que como comenta Lina Ruiz, psiquiatra infantil, no debe confundirse con el autismo propiamente dicho. Y es que las personas con asperger tienen un alto funcionamiento, tienen mejores habilidades, aunque comparten ciertos rasgos comunes con el autismo como las conductas repetitivas o las dificultades en el lenguaje. Sin mencionar que quienes presentan este trastorno suelen destacarse en un área o desarrollar una habilidad en específico. “Son muy brillantes en un aspecto, pero tal vez en los otros aspectos no tienen ningún tipo de logro, entonces eso también les hace la vida muy difícil”, menciona Ruiz.
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De hecho, Hans Asperger creía que los “pequeños profesores” debían ser integrados socialmente. Abogaba por que ellos fueran tenidos en cuenta a nivel educativo. Por “ajustar” el sistema de una forma en que pudieran aprender mejor. Aquella en donde fueran motivados a través de sus propios intereses personales. Sin embargo, hasta el “héroe” tiene sombras oscuras. Esas que la historia no perdona. Los niños son protagonistas de este relato. Los menores que fueron exterminados en nombre de la “perfección”. Eutanasia infantil. El método nazi para acabar con los infantes defectuosos. Am Spiegelgrund, un centro de rehabilitación en Viena fue uno de los sitios donde se llevaba a cabo aquel plan de exterminio. Al parecer un médico austríaco colaboraba con el Tercer Reich. Dicen que hasta en su correspondencia escribía “¡Heil Hitler! Entonces decenas de niños con “discapacidades” fueron enviados al “matadero”. Hans Asperger cumplió con la obligación que le correspondía a él y a cualquier médico austríaco durante aquella época.
Pero la “manzana podrida” también fue un fruto sano. Libre de contagios. Hubo un tiempo en que la recompensa aún no había corrompido al fruto. Hubo una época en que los beneficios propios aún no eran el centro. Hasta que hubo un día en que el éxito pudo más que la autenticidad. Entonces, Hans Asperger pasó de considerar que no había criterios determinantes y rígidos para realizar un diagnóstico a esos niños “imperfectos”, a referirse a ellos usando palabras como malicia, crueldad y rasgos sádicos. Hasta los médicos que salvan vidas, asesinan. No hay que olvidar que hubo un tiempo, en 1943, que un médico llamado Hans Asperger escribía en su informe las siguientes palabras: “El autismo muestra particularmente bien cómo personalidades anormales son capaces de desarrollarse y ajustarse al entorno. Y esto nos da el derecho y nos obliga a defender a estos niños”.
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Las palabras de Asperger aún permanecen. De médico a médico, tal vez se entienden. Porque Lina Ruiz dice que las personas con este trastorno del espectro autista pueden desarrollarse con normalidad, no en todos los casos, pues se debe partir de que son también seres humanos; únicos y con capacidades distintas. Sin embargo, afirma que hay que ayudarlos a que puedan relacionarse de una forma adecuada, puesto que, la mayoría de ellos, se encuentran interesados en socializar, pero su condición les dificulta lograrlo. “Es bueno que los demás sepan que no todos somos iguales y que hay una diversidad de funcionamiento social, que hay una diversidad de funcionamiento cognitivo, pero que a la vez podemos compartir los mismos espacios laborales, de estudio y familiares”.