Harry Smith, el coleccionista insaciable
El artista, quien incursionó en la pintura, el cine y la museología, entre otras disciplinas, es recordado por su “Anthology of American Folk Music”, que ayudó al renacimiento del folklore estadounidense en 1960. Hoy se conmemora el centenario de su natalicio.
Danelys Vega Cardozo
Desde su adolescencia, Harry Smith se convirtió en un observador, el observador que se sintió atraído por aspectos culturales de los nativos americanos, quizás influenciado por Mary Louise, su madre, quien era maestra en la Reserva India Lummi. Aquel hombre podía pasar hasta cuatro meses grabando y tomando fotografías de los rituales de los indígenas Lummi y Salish. “Era un intento de escribir la desconocida vida india. Diagramar las imágenes fue tan interesante que luego empecé a interesarme por la música en relación con la existencia”, dijo algún día. El interés fue tanto que muchos años después editó una antología que terminó marcando el renacimiento del folk en Estados Unidos en 1960: Anthology of American Folk Music.
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Desde su adolescencia, Harry Smith se convirtió en un observador, el observador que se sintió atraído por aspectos culturales de los nativos americanos, quizás influenciado por Mary Louise, su madre, quien era maestra en la Reserva India Lummi. Aquel hombre podía pasar hasta cuatro meses grabando y tomando fotografías de los rituales de los indígenas Lummi y Salish. “Era un intento de escribir la desconocida vida india. Diagramar las imágenes fue tan interesante que luego empecé a interesarme por la música en relación con la existencia”, dijo algún día. El interés fue tanto que muchos años después editó una antología que terminó marcando el renacimiento del folk en Estados Unidos en 1960: Anthology of American Folk Music.
Aquella antología, que en realidad era una recopilación de tres álbumes, desveló un mundo musical estadounidense inexplorado hasta ese momento. Y lo hizo a través del folklore americano, el góspel, el blues, la música de violín y el cajún, entre otros. “La Antología no fue un intento de conseguir todos los mejores discos, sino que muchos de ellos se seleccionaron porque eran extraños: una versión importante de la canción, o una que procedía de un lugar concreto”. Cada canción que hizo parte de aquella recopilación estuvo acompañada por resúmenes, por una especie de titulares de diarios falsos que destacaban por su humor negro. “Sueño orgulloso fabricado destruido en el naufragio. Los pobres marginados mueren primero”, escribió para una canción sobre el Titanic. “Boweavill sobrevive a un ataque físico tras responder hábilmente a las preguntas de un granjero”, fue como introdujo a Mississippi Boweavil Blues, de Charlie Patton. En realidad, lo que le gustaba a Harry Smith era coleccionar discos y grabaciones, así como libros y artefactos, y todos iban a parar al mismo lugar: a su trabajo artístico.
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Hizo películas, pero no disfrutaba tanto ese proceso como sostener un pincel en su mano para crear una obra. Un día mezcló dos de sus pasiones: el jazz y la pintura, porque hizo una serie de cuadros en donde cada pincelada representaba una nota musical. “El más complejo es este, uno de los discos de Charlie Parker. Esa es una pintura realmente compleja. Me llevó cinco años. Al igual que dejé de hacer películas después de que el último dibujo a mano me llevara varios años, dejé de pintar después de que me llevara varios años. Era demasiado agotador. Hay un punto para cada nota y las frases que componen las notas están coloreadas de una determinada manera o hechas en un determinado camino”. Y él trazó un camino con poco dinero en su bolsillo, así que muchas veces dependió de terceros para sobrevivir, a veces gracias a préstamos y otras veces por cuenta de las ganancias que le dejaban sus obras. Ni siquiera la comida le importaba tanto, no tanto como los libros.
Los libros que solían amontonarse en el suelo de una habitación de hotel, que casi siempre fue el mismo: Hotel Chelsea. Aquel lugar fue su refugio, pero también fue el hospedaje de muchas personalidades reconocidas, como Simone de Beauvoir, Robert Oppenheimer, Jean-Paul Sartre, Charles Bukowski, Bob Marley, Madonna, Frida Kahlo, Bob Dylan, entre otros. Con el último del listado compartió algo más.
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Se dice que Bob Dylan se vio influenciado por su Anthology of American Folk Music. No fue el único. Lo mismo le ocurrió al músico de folk Pete Seeger y al guitarrista John Fahey, entre otros artistas. “La Antología era nuestra biblia…. Nos sabíamos todas las palabras de todas las canciones, incluidas las que odiábamos. Dicen que, en el Parlamento británico del siglo XIX, cuando un diputado empezaba a citar a un autor clásico en latín, toda la Cámara se levantaba en bloque y terminaba la cita con él. Era así”, confesó un día el cantante Dave Van Ronk.
Mientras para Dave Van Ronk aquella antología fue su biblia, para Harry Smith quizás fue un filósofo griego: Pitágoras, a quien solía recurrir con frecuencia. Aunque la inspiración que transformó sus películas vino de otro lugar más ligado al mundo musical, de la mano de un compositor de jazz: Dizzy Gillespie. Cuando lo escuchó toca por primera vez le llegaron a su mente “todo tipo de destellos de colores”. “Puedo poner música a mis películas”, pensó. Tiempo después, el desaparecido club nocturno de jazz Jimbo’s Bop City fue testigo de la proyección de sus cintas. Durante aquella época quien algún día lo inspiró se convirtió en su espectador: Dizzy Gillespie, así como Thelonious Monk y Charlie Parker, otros dos jazzistas. Pero no todo fue música, cine y libros, también hubo espacio para la colección de objetos.
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Figuras de cuerdas, aviones de papel, tejidos seminolas (trajes de un pueblo nativo americano), cartas de tarot y huevos de Pascua hacían parte de su colección, de esa colección que, al igual que sus libros, terminaban siendo exhibidos en su habitación del Hotel Chelsea. “Tiene algo que ver con el deseo de comunicar de alguna manera, la colección de objetos. Todos son métodos para comunicar según el trasfondo cultural que tengan. Por eso me interesa conseguir distintos tipos de objetos. Parece evidente, desde que empecé a coleccionar discos, que hay correlaciones concretas entre las expresiones artísticas en una situación social determinada, como una coherencia en las líneas pequeñas en el arte aborigen australiano. Y la música es lo mismo, palabras cortas. Puede estar relacionada con el lenguaje. Mi interés reciente se ha centrado mucho más en la lingüística que en la música, porque es algo que se puede transcribir satisfactoriamente”.