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Su honestidad narrativa lo tiene como referente importante entre los escritores contemporáneos. La historia de su vida está en varios de los libros que ha publicado. Especialmente, en Ordesa, su más reciente obra. Destacada, por cierto, como uno de los mejores libros del año pasado en España. En cada página de Ordesa, podemos sentir la tristeza y la oscuridad que sintió al perder a sus padres, y lo que ellos significaron en su vida. Ojalá pudiera medirse el dolor humano con números claros y no con palabras inciertas. Ojalá hubiera una forma de saber cuánto hemos sufrido, y que el dolor tuviera materia y medición. Hay seres humanos que pueden soportarlo, yo nunca lo soportaré…
Hay mucho dolor desde esas primeras líneas. Vilas abre su corazón para hablar de la muerte, de la culpa de fallarle a sus seres queridos, de cómo lidió con su alcoholismo y las infidelidades que lo condenaron a acabar divorciado. El amor también está presente: Mi madre era infinita. Mi madre era el presente. La fuerza de sus instintos la conducen a mi presencia… Mi padre era el maestro, yo el discípulo. Vigilábamos la vida, el mar, las estrellas, las montañas, las cataratas, las ballenas, los elefantes, las sierras, la nieve, los vientos.
Ordesa, una sublime invitación a amar la vida pese a lo dura que puede llegar a ser.
¿Esperaba usted el impacto emocional que ha tenido entre sus lectores su nuevo libro?
No, no me lo imaginaba. Escribí el libro con todo el cariño y esfuerzo del mundo pero una vez que el libro sale a la venta no sabes lo que va a pasar. Pensé que la promoción sería cuestión de una semana y mira por dónde vamos. Me siento muy feliz al escuchar testimonios, por ejemplo, de gente que después de leer Ordesa, dan prioridad a las llamadas de su madre. Si mi libro ha causado esto, maravilloso.
¿En qué sentido Ordesa puede ser leído, como un libro confesional o un texto que busca exponer la condición humana en general?
De ambas maneras. Me gusta que el lector se identifique con mi historia.
¿Por qué la familia siempre está presente en sus historias?
Es lo que somos los seres humanos. Nacemos en una familia. Sabemos crear una familia con mayor o menos éxito, pero siempre partimos de ahí. Ahí es donde está el amor incondicional. Y yo escribo también desde ese amor. Cuando me divorcié y tuve que pedir dinero, sabes a quién pedí plata, la tuve que pedir a mi hermano. Es en la familia donde hay alguien dispuesto a dar por ti todo. Los amigos son importantes pero ve y pídeles dinero.
¿Qué es Ordesa, por qué eligió ese título tan raro?
El valle de Ordesa son montañas de la cordillera de los Pirineos. Le di ese título al libro porque las montañas, igual que el mar y el desierto siempre están ahí. Eso no cambia. Lo permanente frente a la condición efímera del ser humano está en esa condición de la naturaleza. Esas montañas fueron testigos del amor que me tuvo mi padre.
¿Su libro está escrito desde el amor o desde la culpa?
Desde ambas cosas. Amor sin culpa no es amor.
¿Usted por qué afirma en el libro que no se puede renunciar a la catástrofe, que es el gran orden de la literatura, acaso tiene que haber dolor para que haya historia?
Efectivamente. Reivindico el dolor como una condición más de la naturaleza humana. Es crucial en nuestra experiencia por la vida. Vivimos en un tiempo en el que está mal visto hablar de nuestro dolor, incomoda a la gente pero tenemos que hacerlo, forma parte de nuestra condición. No creo que haya algún ser humano que pase por este mundo sin haber sentido dolor en algún momento de su vida. Así que hablar del dolor está bien. Hay que recordarlo. No solo somos alegría y cosas maravillosas. Hay desgracia, hay dolor y hay sufrimiento. Un escritor tiene que atender eso.
¿Hay menos dolor después de haber escrito Ordesa?
El dolor sigue ahí. La catarsis es ponerle nombre a las cosas. Si consigues nombrar y visualizar tu dolor, entonces podrás convivir con él. Esa es la catarsis desde la Grecia clásica. Es decir, se necesita poder hablar de lo que nos aterroriza, de lo que nos causa espanto. Sacarlo de adentro. Si lo narras y lo cuentas, el dolor automáticamente se objetiva. Al objetivarlo cobra una dimensión casi material y entonces ya puedes vivir sin que te afecte. Ahí tu vida se ensancha. Creo que necesitamos integrar el dolor a nuestras vidas.
¿Un hijo que ha entendido las fallas que tuvieron sus padres en la manera en que se relacionaron con él debe saber cómo relacionarse con sus propios hijos? ¿Usted es mejor papá de lo que fue su papá?
No creo que sea mejor. El malentendido entre padres e hijos es eterno. Forma parte de la condición humana. Mis hijos están en los 20 y piensan lo mismo que pensaba yo de mis padres a esa edad.
¿Qué opinan de lo que ha contado?
Todavía no lo han leído. No les interesa. Creo que piensan que mi libro no les concierne. Sugerí al menor leerlo y me dijo que lo va a leer el día que yo muera. (Risas) Lo comprendo. Seguramente, a los 50 va a pensar diferente.
¿Ya ha pensado en su próximo libro?
Sí, También será autobiográfico.