Héctor Osuna fue elegido como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua
El pasado 28 de octubre la Academia Colombiana de la Lengua eligió por unanimidad al caricaturista Héctor Osuna, a quien hicieron académico honorario de la institución.
El nombramiento incluye al caricaturista Héctor Osuna en la más antigua de las academias americanas, cuya misión es, según el Banco de la República, el “trabajar asiduamente en la defensa y progreso de nuestro idioma y velar porque su natural crecimiento no perjudique su propia índole”. Desde 1960, la Academia Colombiana de la Lengua ha sido asesora del Gobierno en temas relacionados con el idioma.
El nuevo miembro, Héctor Osuna, empezó su carrera como caricaturista el 6 de marzo de 1959, cuando el periódico El Siglo publicó una caricatura del general Rojas Pinilla poniéndose de ruana al Senado de la República. Le fue otorgada una beca para estudiar pintura en España y tras su regreso, se dedicó a realizar obras en óleo. Empezó a publicar con El Espectador desde mediados del siglo XX, con una tira titulada “Rasgos y Rasguños”, donde se preocupaba por cada detalle del dibujo y en la que representaba con ojo crítico a políticos, militares y revolucionarios por igual.
Con la habilidad de su pluma, desarmó las armaduras de aquellos a quienes pintaba, mostrando el centro de su ser. Para esto utilizó a la mascota de Alfonso López Michelsen, se valió de los caballos para ser un símbolo de la represión durante la presidencia de Julio César Turbay y puso a un elefante a la espalda del monseñor Pedro Rubiano, todo con un humor mordaz del que pocos en el poder han logrado escapar.
Recibió dos premios nacionales de periodismo y rechazó el premio Simón Bolívar a la Vida y Obra hasta el año 2014. Su legado hizo que quedara asentado en la cultura como “el artista inclemente de Colombia”. Actualmente, vive en Cajicá, donde lo reconocieron como “un residente ilustre” por sus aportes al pueblo, en donde sugirió que recuperaran el águila que se alza sobre el parque central como un símbolo de la libertad.
Fue cercano con el nobel colombiano Gabriel García Márquez, quien escribió “Todo en él es de un rigor sacramental: su atuendo metódico, su urbanidad milimétrica, su edad de niño. Uno podría creer que su sentido más útil es el de la vista. Pero hablando con él se descubre que no está tan pendiente de los gestos como de los pensamientos menos pensados que se quieren esconder detrás de las palabras”, para describir a Héctor Osuna.
El nombramiento incluye al caricaturista Héctor Osuna en la más antigua de las academias americanas, cuya misión es, según el Banco de la República, el “trabajar asiduamente en la defensa y progreso de nuestro idioma y velar porque su natural crecimiento no perjudique su propia índole”. Desde 1960, la Academia Colombiana de la Lengua ha sido asesora del Gobierno en temas relacionados con el idioma.
El nuevo miembro, Héctor Osuna, empezó su carrera como caricaturista el 6 de marzo de 1959, cuando el periódico El Siglo publicó una caricatura del general Rojas Pinilla poniéndose de ruana al Senado de la República. Le fue otorgada una beca para estudiar pintura en España y tras su regreso, se dedicó a realizar obras en óleo. Empezó a publicar con El Espectador desde mediados del siglo XX, con una tira titulada “Rasgos y Rasguños”, donde se preocupaba por cada detalle del dibujo y en la que representaba con ojo crítico a políticos, militares y revolucionarios por igual.
Con la habilidad de su pluma, desarmó las armaduras de aquellos a quienes pintaba, mostrando el centro de su ser. Para esto utilizó a la mascota de Alfonso López Michelsen, se valió de los caballos para ser un símbolo de la represión durante la presidencia de Julio César Turbay y puso a un elefante a la espalda del monseñor Pedro Rubiano, todo con un humor mordaz del que pocos en el poder han logrado escapar.
Recibió dos premios nacionales de periodismo y rechazó el premio Simón Bolívar a la Vida y Obra hasta el año 2014. Su legado hizo que quedara asentado en la cultura como “el artista inclemente de Colombia”. Actualmente, vive en Cajicá, donde lo reconocieron como “un residente ilustre” por sus aportes al pueblo, en donde sugirió que recuperaran el águila que se alza sobre el parque central como un símbolo de la libertad.
Fue cercano con el nobel colombiano Gabriel García Márquez, quien escribió “Todo en él es de un rigor sacramental: su atuendo metódico, su urbanidad milimétrica, su edad de niño. Uno podría creer que su sentido más útil es el de la vista. Pero hablando con él se descubre que no está tan pendiente de los gestos como de los pensamientos menos pensados que se quieren esconder detrás de las palabras”, para describir a Héctor Osuna.