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La acción de legar supone cierto trámite, cierta transferencia que provoca el movimiento de un bien, no siempre material, entre personas. Con la reciente pérdida de uno de los padres del teatro colombiano, Santiago García, una de las palabras que más se está utilizando en el gremio es: legado. Parece una especie de verdad incuestionable el que hay una herencia intelectual en el ambiente que toca a todos los hacedores de las artes escénicas. Una verdad que yo mismo no me atrevo a cuestionar aún viendo las redes llenas de fotos de jóvenes que cuentan sus anécdotas con el viejo García, pero ¿cuántos de ellos vieron la era dorada de un teatro que formulaba preguntas tan poderosas que provocaban una herida en cualquiera que asistiera a una sala para verlos?
Las calles del barrio la Candelaria guardan las huellas de muchos creadores escénicos, que podrían llamarse sus herederos, resultado de más de setenta años de creación y pedagogía. Muchos de ellos se destacan en la escena en actual; Carolina Vivas, fue miembro del TC (Teatro La Candelaria) en la década de los ochenta, es una de las dramaturgas que mayor interés despierta actualmente en el país; su proyecto Umbral Teatro, fundado con Ignacio Rodríguez, pugna por mantener un equipo de trabajo vivo y activo de investigación que al defender la permanencia de los integrantes permite el continuo desarrollo de una u otra pregunta más allá de una puesta. Según Vivas, una de las herencias intelectuales concretas de su experiencia con García consiste en “Contemplar la escena como vértice en donde es posible resolver la diferencia” para ella, “No se trata de que les enseñara si no más bien de que provocara espacios que permitieran la formulación de preguntas que se resolvían en colectividad desde la escena”.
Para Fanny Baena, integrante del TC durante dieciocho años, directora y dramaturga de VB Ingeniería Teatral, el trabajo escénico es un “compromiso profundo con la realidad del país y cuya búsqueda permanente por nuevos leguajes pugna por el desarrollo de una dramaturgia propia” García, que fue conocido por los procedimientos teóricos sobre la creación colectiva era un investigador que permanentemente ponía en tensión la necesidad de construir una tradición dramatúrgica y un dialogo con el teatro del mundo.
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Por su parte, Fabio Rubiano, participante del taller permanente de investigación teatral, director y dramaturgo del Teatro Petra, fundado hace ya treinta años junto con Marcela Valencia, una de las compañías con mayor circulación internacional del país, ingresó cuando era estudiante de la Escuela Distrital de Teatro (actualmente Asab), experiencia que lo motivó a formar el grupo “el mecanismo del taller funcionaba tomando un tema semestral, que se investigaba hasta el cansancio, sobre ese tema se hacía una serie de improvisaciones teatrales para explicar lo teórico, o sea que se utilizaban los mecanismos escénicos, actorales, iluminación, dramaturgia y personajes para abordarlo, y es así como yo he seguido trabajando el resto de la vida”. Aunque el Teatro Petra desarrolla una dramaturgia de autor, la colectividad es un procedimiento que influye en todo el proceso creativo. “Santiago se inventa la creación colectiva y nosotros somos hijos de ello” concluye.
Su amigo, compañero de escena y aventuras creativas, César “Coco” Badillo, es actor y dramaturgo, actualmente activo en el TC. Desde hace ya más de treinta años, su proyecto artístico personal va más allá de La Candelaria y su re invención como artista esta mediada por el proceso de creación que sigue movilizando el trabajo creativo del grupo. Nos comenta, en medio del dolor por la pérdida que “La creación colectiva no es una guerra contra el autor, es una posición, una forma de producción y es un cuestionamiento a los patrones duros del teatro. Pero no es una iglesia, no puede ser porque entonces no seríamos artistas”.
Muchos nombres podrán quedarse en el tintero, muchas apuestas de permanente investigación son parte del aparato intelectual que hoy por hoy constituye el legado de un hombre como García. Su herencia, en manos de nombres como los anteriores, son promesas cumplidas que no dejan de pugnar por un teatro real, vivo, latente que no deja de reinventarse a diario.