Herta Müller: la identidad del escribir
Rebeca García Nieto, biógrafa, habló sobre el proceso de investigación y el estilo de escritura de la autora rumana-alemana. La memoria, la familia y una Europa enmarcada por las dictaduras y las guerras enmarcan su narrativa.
Andrés Osorio Guillott
Todo lo que tengo lo llevo conmigo. Un título que al leerlo lleva el oleaje que carga consigo la poesía. El nombre de un libro impregnado de nostalgia, de memoria. Y si bien la literatura en general, entre muchas otras enseñanzas, te lleva a cultivar la paciencia y la curiosidad entre sus líneas e historias, la narrativa de Herta Müller te obliga a mantener los ojos un poco más abiertos, a tener la actitud de espera para que la expectativa halle su emoción en frases memorables o en sentencias que dan cuenta de las vidas personales y los traumas colectivos que deja una guerra a su paso: exilios, desaparecidos, muertes y mil preguntas sobre el dolor arraigado a la violencia y la pérdida.
“En 2001 comencé a consignar conversaciones con personas de mi pueblo que en su momento habían sido deportadas. Yo sabía que también Oskar Pastior había estado en un campo, y le conté que me gustaría escribir sobre ello. Él quiso ayudarme con sus recuerdos. Nos reuníamos con regularidad, él contaba y yo anotaba. Pronto surgió el deseo de escribir el libro juntos.
Cuando Oskar Pastior murió repentinamente en 2006, yo tenía cuatro cuadernos llenos de notas manuscritas, además de esbozos para algunos capítulos. Tras su muerte me quedé como paralizada. La cercanía personal derivada de mis anotaciones engrandeció aún más la pérdida.
Solo después de un año, y tras una larga lucha interior, me decidí a despedirme del “nosotros” para escribir sola una novela. Pero sin los detalles de Oskar Pastior sobre la vida cotidiana en el campo no habría podido hacerlo”, escribió Müller en el epílogo de Todo lo que tengo lo llevo conmigo.
Le recomendamos: Herta Müller: poesía y exilio
La historia de Herta Müller es otro testimonio de las guerras y las dictaduras de Europa en el siglo XX. Entre poesía y prosa, la autora rumana ha logrado una obra que relata desde el régimen de Nicolae Ceausescu hasta la violencia ejercida por la Unión Soviética tras la posguerra. La familia, el exilio y la memoria individual y de los pueblos son temas que atraviesan su literatura.
¿Cómo llegó usted a la obra de Herta Müller?
No había leído nada de Herta Müller hasta que ganó el Premio Nobel en 2009. Me llamó mucho la atención que en el discurso de aceptación del premio hablara tanto de su vida y, por supuesto, la forma en que lo hacía. El discurso era pura literatura. Me pareció una forma de escribir completamente distinta, única, me atrevería a decir.
¿Cómo fue todo el proceso de escribir su biografía?
Herta Müller. Una escritora con el pelo corto no es una biografía al uso, forma parte de una colección de biografías literarias muy particulares publicadas en la editorial Zut, cuyo director editorial es el escritor Juan Bonilla. Para que se haga una idea, el libro que abrió la colección fue una biografía de Thomas Pynchon firmada por el escritor Andrés Ibáñez. Pynchon es uno de los escritores más inaccesibles y se sabe muy poco sobre su vida. Más que una biografía, mi libro es un ensayo biográfico. Como escritora no me interesaba tanto la vida de Herta Müller –sobre eso ya ha escrito ella y muy bien– como qué relación guarda su biografía con su obra. No llegué a contactar con ella, leí todo lo que había escrito en sus ensayos autobiográficos y lo que había contado en conferencias y entrevistas, consulté muchas tesis doctorales sobre ella y libros de expertos como Norbert Otto Eke, Bettina Brandt o Valentina Glajar. También consulté libros, entrevistas, incluso blogs, de personas que la han conocido en distintos momentos de su vida, como los miembros del Aktionsgruppe Banat, un grupo de poetas con los que estuvo muy vinculada en su juventud. Lo que hago en mi libro es ver cómo todo eso se acaba plasmando en su ficción e indago en algunas cuestiones como la influencia de la censura en los escritores que viven en una dictadura o qué consecuencias tiene para un escritor utilizar su vida como material de trabajo. En el caso de Herta Müller, tuvo problemas con los vecinos de su pueblo natal y con la Securitate, la policía secreta del régimsen de Ceaușescu.
Le sugerimos: ¿Quién es, de dónde viene Herta Müller?
¿Cómo puede definir o describir los procesos de escribir una biografía a diferencia de otros géneros literarios? ¿Cómo se cuidan los detalles de esa vida que se narra y cómo se logran los acuerdos con esa persona para definir qué puede ser contado y cómo debe ser contado?
La gracia de esta colección de libros de Zut es precisamente que juega a traspasar las fronteras entre géneros. Otro de los libros de la colección, escrito por Eduardo Jordá, es una biografía novelada de Anna Ajmátova escrita en primera persona. Mi libro tiene más de ensayo que otra cosa. El escritor y crítico Manuel Alberca, especializado en biografías, dice que lo que distingue al biógrafo del novelista no son los procedimientos narrativos, sino el referente, que ha de ser comprobable y documentable en el caso de la biografía. En mi libro no aparece nada que no pueda contrastarse. Lo que me interesaba era ver cómo Müller transforma en ficción un material biográfico puramente real. Es decir, indagar en los mecanismos de la llamada “autoficción” en el caso concreto de esta escritora excepcional.
¿Cómo puede describir la obra y el estilo de escritura de ella?
Se trata de una prosa muy poética, muy peculiar también. Sus poemas-collage son únicos y, en general, su obra se caracteriza por no ajustarse en rigor a ningún género. Sus poemas tienden a la prosa y su narrativa no está muy alejada de la poesía. Sus ensayos, muchos de corte autobiográfico, son tan literarios como sus novelas.
Leer a Herta Müller es seguir encontrando y aprendiendo historias sobre las guerras y las dictaduras del Siglo XX, sobre los exilios y demás fenómenos que deja la violencia. ¿Qué nos puede contar de esas u otras historias o enseñanzas que deja leer a la autora rumana-alemana?
La obra de Müller muestra lo sumamente terrible que fue el siglo XX en Europa. El nazismo, los campos de trabajo soviéticos y la dictadura de Ceaușescu conformaron el telón de fondo de su vida. Sus libros también nos hablan de un tema muy actual: la identidad. En las dictaduras de la Europa del Este, la identidad individual era aplastada sistemáticamente. Por otro lado, la escritora no se siente ni enteramente rumana ni enteramente alemana. Esa identidad que le faltaba la encontró en la literatura. Parafraseando a Imre Kertész, Herta Müller solo posee una identidad: la identidad del escribir.
La poesía es un elemento clave en la obra de Müller, ¿cómo puede hablarnos de la importancia de ella en la escritura y el tono de los libros de la autora?
Müller empezó escribiendo poesía y eso se nota en cada una de sus frases, construidas como versos. Su poesía recuerda a la de su amigo Oskar Pastior. También al tipo de poesía que practicaba el Aktionsgruppe Banat. Los miembros del Aktionsgruppe Banat eran una especie de activistas del lenguaje que aspiraban a cambiar las cosas con sus poemas en la época de la dictadura de Ceaușescu. Los juegos de palabras, los dobles sentidos, son característicos de la obra de Müller.
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En sus libros, como en su discurso del Nobel, Müller apela a temas como la memoria y la familia, ¿qué otros conceptos o elementos considera que son claves para entender la vida y la obra de la autora?
Los acontecimientos que más la han marcado tienen que ver con sus padres. Su padre fue un oficial de las SS y ella siempre tuvo una relación muy ambivalente con él. Su madre pasó cinco años de su vida en un campo de trabajo soviético y eso la convirtió en una mujer fría y distante. Después, ella y sus amigos, los poetas del Aktionsgruppe Banat, sufrieron el asedio de la Securitate, un asedio que, curiosamente, no acabó cuando ella se exilió en Alemania. Todo eso está muy presente en su literatura. Ahora bien, como explico en mi libro, su ficción es más que eso. La grandeza de su obra no puede explicarse solo apelando a su biografía. Como ocurre con los grandes escritores, su obra va mucho más allá.
Todo lo que tengo lo llevo conmigo. Un título que al leerlo lleva el oleaje que carga consigo la poesía. El nombre de un libro impregnado de nostalgia, de memoria. Y si bien la literatura en general, entre muchas otras enseñanzas, te lleva a cultivar la paciencia y la curiosidad entre sus líneas e historias, la narrativa de Herta Müller te obliga a mantener los ojos un poco más abiertos, a tener la actitud de espera para que la expectativa halle su emoción en frases memorables o en sentencias que dan cuenta de las vidas personales y los traumas colectivos que deja una guerra a su paso: exilios, desaparecidos, muertes y mil preguntas sobre el dolor arraigado a la violencia y la pérdida.
“En 2001 comencé a consignar conversaciones con personas de mi pueblo que en su momento habían sido deportadas. Yo sabía que también Oskar Pastior había estado en un campo, y le conté que me gustaría escribir sobre ello. Él quiso ayudarme con sus recuerdos. Nos reuníamos con regularidad, él contaba y yo anotaba. Pronto surgió el deseo de escribir el libro juntos.
Cuando Oskar Pastior murió repentinamente en 2006, yo tenía cuatro cuadernos llenos de notas manuscritas, además de esbozos para algunos capítulos. Tras su muerte me quedé como paralizada. La cercanía personal derivada de mis anotaciones engrandeció aún más la pérdida.
Solo después de un año, y tras una larga lucha interior, me decidí a despedirme del “nosotros” para escribir sola una novela. Pero sin los detalles de Oskar Pastior sobre la vida cotidiana en el campo no habría podido hacerlo”, escribió Müller en el epílogo de Todo lo que tengo lo llevo conmigo.
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La historia de Herta Müller es otro testimonio de las guerras y las dictaduras de Europa en el siglo XX. Entre poesía y prosa, la autora rumana ha logrado una obra que relata desde el régimen de Nicolae Ceausescu hasta la violencia ejercida por la Unión Soviética tras la posguerra. La familia, el exilio y la memoria individual y de los pueblos son temas que atraviesan su literatura.
¿Cómo llegó usted a la obra de Herta Müller?
No había leído nada de Herta Müller hasta que ganó el Premio Nobel en 2009. Me llamó mucho la atención que en el discurso de aceptación del premio hablara tanto de su vida y, por supuesto, la forma en que lo hacía. El discurso era pura literatura. Me pareció una forma de escribir completamente distinta, única, me atrevería a decir.
¿Cómo fue todo el proceso de escribir su biografía?
Herta Müller. Una escritora con el pelo corto no es una biografía al uso, forma parte de una colección de biografías literarias muy particulares publicadas en la editorial Zut, cuyo director editorial es el escritor Juan Bonilla. Para que se haga una idea, el libro que abrió la colección fue una biografía de Thomas Pynchon firmada por el escritor Andrés Ibáñez. Pynchon es uno de los escritores más inaccesibles y se sabe muy poco sobre su vida. Más que una biografía, mi libro es un ensayo biográfico. Como escritora no me interesaba tanto la vida de Herta Müller –sobre eso ya ha escrito ella y muy bien– como qué relación guarda su biografía con su obra. No llegué a contactar con ella, leí todo lo que había escrito en sus ensayos autobiográficos y lo que había contado en conferencias y entrevistas, consulté muchas tesis doctorales sobre ella y libros de expertos como Norbert Otto Eke, Bettina Brandt o Valentina Glajar. También consulté libros, entrevistas, incluso blogs, de personas que la han conocido en distintos momentos de su vida, como los miembros del Aktionsgruppe Banat, un grupo de poetas con los que estuvo muy vinculada en su juventud. Lo que hago en mi libro es ver cómo todo eso se acaba plasmando en su ficción e indago en algunas cuestiones como la influencia de la censura en los escritores que viven en una dictadura o qué consecuencias tiene para un escritor utilizar su vida como material de trabajo. En el caso de Herta Müller, tuvo problemas con los vecinos de su pueblo natal y con la Securitate, la policía secreta del régimsen de Ceaușescu.
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¿Cómo puede definir o describir los procesos de escribir una biografía a diferencia de otros géneros literarios? ¿Cómo se cuidan los detalles de esa vida que se narra y cómo se logran los acuerdos con esa persona para definir qué puede ser contado y cómo debe ser contado?
La gracia de esta colección de libros de Zut es precisamente que juega a traspasar las fronteras entre géneros. Otro de los libros de la colección, escrito por Eduardo Jordá, es una biografía novelada de Anna Ajmátova escrita en primera persona. Mi libro tiene más de ensayo que otra cosa. El escritor y crítico Manuel Alberca, especializado en biografías, dice que lo que distingue al biógrafo del novelista no son los procedimientos narrativos, sino el referente, que ha de ser comprobable y documentable en el caso de la biografía. En mi libro no aparece nada que no pueda contrastarse. Lo que me interesaba era ver cómo Müller transforma en ficción un material biográfico puramente real. Es decir, indagar en los mecanismos de la llamada “autoficción” en el caso concreto de esta escritora excepcional.
¿Cómo puede describir la obra y el estilo de escritura de ella?
Se trata de una prosa muy poética, muy peculiar también. Sus poemas-collage son únicos y, en general, su obra se caracteriza por no ajustarse en rigor a ningún género. Sus poemas tienden a la prosa y su narrativa no está muy alejada de la poesía. Sus ensayos, muchos de corte autobiográfico, son tan literarios como sus novelas.
Leer a Herta Müller es seguir encontrando y aprendiendo historias sobre las guerras y las dictaduras del Siglo XX, sobre los exilios y demás fenómenos que deja la violencia. ¿Qué nos puede contar de esas u otras historias o enseñanzas que deja leer a la autora rumana-alemana?
La obra de Müller muestra lo sumamente terrible que fue el siglo XX en Europa. El nazismo, los campos de trabajo soviéticos y la dictadura de Ceaușescu conformaron el telón de fondo de su vida. Sus libros también nos hablan de un tema muy actual: la identidad. En las dictaduras de la Europa del Este, la identidad individual era aplastada sistemáticamente. Por otro lado, la escritora no se siente ni enteramente rumana ni enteramente alemana. Esa identidad que le faltaba la encontró en la literatura. Parafraseando a Imre Kertész, Herta Müller solo posee una identidad: la identidad del escribir.
La poesía es un elemento clave en la obra de Müller, ¿cómo puede hablarnos de la importancia de ella en la escritura y el tono de los libros de la autora?
Müller empezó escribiendo poesía y eso se nota en cada una de sus frases, construidas como versos. Su poesía recuerda a la de su amigo Oskar Pastior. También al tipo de poesía que practicaba el Aktionsgruppe Banat. Los miembros del Aktionsgruppe Banat eran una especie de activistas del lenguaje que aspiraban a cambiar las cosas con sus poemas en la época de la dictadura de Ceaușescu. Los juegos de palabras, los dobles sentidos, son característicos de la obra de Müller.
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En sus libros, como en su discurso del Nobel, Müller apela a temas como la memoria y la familia, ¿qué otros conceptos o elementos considera que son claves para entender la vida y la obra de la autora?
Los acontecimientos que más la han marcado tienen que ver con sus padres. Su padre fue un oficial de las SS y ella siempre tuvo una relación muy ambivalente con él. Su madre pasó cinco años de su vida en un campo de trabajo soviético y eso la convirtió en una mujer fría y distante. Después, ella y sus amigos, los poetas del Aktionsgruppe Banat, sufrieron el asedio de la Securitate, un asedio que, curiosamente, no acabó cuando ella se exilió en Alemania. Todo eso está muy presente en su literatura. Ahora bien, como explico en mi libro, su ficción es más que eso. La grandeza de su obra no puede explicarse solo apelando a su biografía. Como ocurre con los grandes escritores, su obra va mucho más allá.