El Magazín Cultural

Hildur Guðnadóttir: la música del Joker

La compositora islandesa hizo historia al convertirse en la primera mujer en ganar un Óscar a la mejor banda sonora original por Joker. En el marco de la Berlinale, contó pormenores de su proceso creativo, de sus trabajos y de la importancia de no abusar de la música en las películas. 

Janina Pérez Arias
02 de marzo de 2020 - 02:45 p. m.
Hildur Guðnadóttir, quien admitió en el Festival de cine de Berlín que para componer la música de El Joker, no vio ninguna de las películas en las que apareció el Guasón, para no dejarse influir.  / Fotografía: Berlinale Talents
Hildur Guðnadóttir, quien admitió en el Festival de cine de Berlín que para componer la música de El Joker, no vio ninguna de las películas en las que apareció el Guasón, para no dejarse influir. / Fotografía: Berlinale Talents

Hildur Guðnadóttir (Reikiavik, 1982) cierra los ojos cuando escucha su música. Como si durante esos minutos los sonidos graves y lastimeros de su chelo la transportasen a otro lugar, tal vez a ese mismo donde creó la banda sonora del Joker, trabajo por el cual ganó todos los galardones a los que optó en la reciente temporada de premios cinematográficos.

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Guðnadóttir puede que sea un nombre difícil de pronunciar, pero de ninguna manera se debería olvidar. La compositora islandesa ha hecho historia al convertirse en la primera mujer en ganar un Óscar a la mejor banda sonora original. Para ello tuvieron que pasar 92 años. “Es una llamada de atención”, sentenciaba desde el podium de la Berlinale Talents, en el marco del Festival Internacional de Cine de Berlín, donde durante hora y media contó detalles de su trabajo, así como de su vida personal.

“He ganado en seguridad en mí misma, aunque a veces oigo voces de miedo”, bromeaba al hacer un breve balance del resultado de estos meses “enérgicos y positivos”, tal como describe esa carrera de fondo que la dejó agotada pero satisfecha, aunque sobre todo  orgullosa por ahora “ser parte de una conversación sobre género y diversidad”.

Al recibir en Óscar el pasado nueve de febrero, con la estatuilla entre las manos Hildur usó parte de sus pocos minutos de agradecimientos para dirigirse directamente a las niñas, mujeres, madres, hijas “que escuchan la música burbujeando por dentro, por favor, ¡hablen! ¡Necesitamos escuchar sus voces!”, alentó.

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Aquella tarde en Berlín, con el auditorio de la HAU 1 a reventar, al mencionar su triunfo en Hollywood a modo de presentación, a Hildur le volvieron a aplaudir a rabiar. Mientras se bañaba en esa ovación, reía con una humildad abrumadora.

Y pensar que entre sus planes de vida no estaba precisamente el camino cinematográfico. “Nunca tuve las intenciones de convertirme en compositora de bandas sonoras para películas”, se sinceraba. Aunque era cuestión de tiempo de que se hiciera notar más en el cine y la televisión, para Guðnadóttir primero fueron las artes escénicas, las colaboraciones con orquestas, museos, teatros, la creación hombro a hombro con amigos y colegas como Jóhann Jóhannsson, Ben Frost, Skúli Sverrisson, Sunn O))), entre muchos otros, así como la producción de álbumes en solitario (Mount A, Without Sinking, Saman). En todos esos trabajos es el chelo el instrumento que lleva la voz cantante, al que percibe como “perfecto para transmitir y reflejar las emociones humanas”, elogia al instrumento de cuerdas.

Con semejante triunfo histórico, no era de extrañar que su trabajo en el Joker  (de Todd Phillips) fuera un tema recurrente en esta charla, por lo que entró en varios detalles. Cuenta que para no dejarse influenciar evitó escuchar o ver los “Guasones” anteriores, pero que al haber sido el director quien le hiciera el encargo, sospecha que él estaba al tanto del uso del chelo como instrumento que identifica al Joker en otras versiones: NO obstante Phillips no hice mención alguna y le dio a la compositora  libertad absoluta para ponerle música a esa polémica figura.

Recuerda que cuando Phillips la contactó, estuvo a punto de rechazarlo, “le dije: si se trata de una película de acción, no creo que sea la persona adecuada”, se ríe, “pero cuando leí el guion me pareció muy interesante ver más allá de la máscara, ya que tendemos a ver siempre una imagen superficial”. Se puso manos a la obra, componer cuando aún no se tenía claro quién sería el protagonista.

Desde el punto de vista personal, cuenta que el Joker es un personaje muy fuerte para su generación, por lo que le resultaba “sobrecogedor meterme en el proceso de contar sus orígenes, los cuales además no son datos oficiales”.

Conmovida por el retrato de este Joker que caería en manos de Joachin Phoenix, a Hildur le convenció además la “visión actual del personaje, de reflejar cómo le estamos dando la espalda a aquellos que más necesitan ayuda”. Con su música se propuso pues entrar en las profundidades de la psiquis del Guasón, hasta llegar al punto de descubrir con él lo que le sucedía. “La intención fue mostrar a nivel humano cómo alguien puede sufrir una transformación como esa, por lo que fue interesante acompañarle en ese gran viaje”, describe.

Sin dudas Joker,  al igual que exitoso, se ha visto inmerso en diferentes polémicas. “No estamos celebrando la violencia, esa una mal interpretación de nuestro proyecto”, rebatía la acusación sobre la apología de la criminalidad y actos de alta violencia, “de modo que no comparto la controversia que se originó alrededor del filme”, remataba.

Desde 2011, había estado colaborando en diferentes filmes como Intriga, Sicario y La llegada (de Denis Villeneuve), Revenant: El renacido (Alejandro Gonzalez Iñárritu), María Magdalena (de Garth Davis, también con Phoenix), Sicario: Día del Soldado (de Stefano Sollima), entre otros.

“He trabajado con cineastas fuertes que me han aislado del ruido de Hollywood y de sus políticas”, sentencia y profundiza en el funcionamiento de la industria cinematográfica, “muchas veces no tomas las decisiones finales, pero afortunadamente empecé como música, descubrí mi propia voz antes de dedicarme a las bandas sonoras, por lo que pienso que es fundamental hallar primero tu propia voz antes de canalizar la de otras personas”.

Otro de los trabajos celebrados de Hildur Guðnadóttir es la banda sonora para Chernóbil (creada por Craig Mazin, y basada en el libro Voces de Chernóbil, de Svetlana Aleksiévich), la miniserie de televisión que ha causado revuelo en todo el mundo, y por la cual la música fue reconocida con Grammy al mejor álbum de banda sonora para medio audiovisual en la pasada entrega de ese galardón.

Una vez más Hildur cierra los ojos cuando se deja escuchar en el auditorio un extracto de esa banda sonora; con las piernas cruzadas, mueve un pie marcando el compás de esa música que retumba en el recinto. Con los aplausos, Hildur regresa de su breve ensimismamiento para relatar algunos detalles del proceso de creación para Chernóbil, cuyo punto de partida se encuentra en la importancia de que se tratase de hechos reales.

“El espacio del suceso era muy relevante, para mí la radiación constituía el principal protagonista de la historia por eso quise que la música remitiera a la radiación hasta el punto de que se convirtiera en ella”, describe para luego revelar que estuvo visitando la central en Lituania, donde fue rodada gran parte de la serie, con la finalidad de “tratar de entender lo que significa estar en una central nuclear, quería saber qué nos decía el espacio, captar los sonidos que luego incluí en la banda sonora con mi voz”, comenta así mismo que investigó mucho, que recogió testimonios, y que sostuvo largas conversaciones con los productores y guionistas.

Con cada proyecto, Hildur Guðnadóttir se enfrenta a una hoja en blanco, y el primer paso es siempre diseñar una ruta, un camino de exploración; siempre huye de las ideas preconcebidas, aunque por casualidad en sus proyectos cinematográficos predomine la violencia tanto gráfica como psicológica.

“Mi personalidad difiere mucho de mi música”, pone en claro entre risas, “aunque sé que cada persona tiene un lado luminoso y otro oscuro”. Cuando siente que las espesuras de su trabajo la atajan, desde siempre ha seguido como un mantra el consejo de su abuela –  a quien describe como la primera profesora universitaria en Islandia, comunista por convicción, testadura, científica incisiva, investigadora de virus-. “Me decía que la única forma de desconectar es leer novelas policiacas, de crímenes”, relata, “de modo que leí todo lo que existe de Sherlock Holmes”, concluye no sin antes dar fe de la efectividad de esta vía de escape.

Proveniente de una familia de seis hermanos, donde sólo existen dos opciones profesionales, la música o la medicina, Hildur Guðnadóttir escogió seguirle los pasos a su padre, director de orquesta y compositor.  “Siempre he visto los instrumentos musicales como extensiones de las personas”, describe y profundiza, “establezco conexiones con la gente, así que para mí la música es una forma de comunicación”.

Con su centro de operaciones – tanto personal como profesional- instalado en Berlín, aunque la compositora se considera una entusiasta de las nuevas tecnologías y de todos los artilugios electrónicos habidos y por haber, sus composiciones no son hechas con computadoras, eso sí, al estar atenta al entorno, no duda en extraer hasta el sonido a una puerta chirriante para incorporarlo en sus composiciones.

Hildur Guðnadóttir transpira música, sin embargo es lo suficientemente humilde como para reconocer que prefiere reducir la presencia de la misma en los filmes, para ponerla en momentos específicos. “¡No es por pereza!”, quiere evitar se mal entendida, “es que si hay música constantemente lo que haces es subrayar cada emoción, y a mí lo que me gusta es que el espectador disponga de un espacio para formarse sus propias opiniones sobre los personajes y los escenarios”.

Con la última ovación de la tarde, Hildur Guðnadóttir se levantó del asiento, y tras dar una reverencia de agradecimiento, salió del escenario. Lo más seguro es que de esa tarde se haya llevado un par de sonidos que luego convertirá en música.

Por Janina Pérez Arias

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