Historia de la literatura: “Alicia en el país de las maravillas”
Aunque se camufla como un relato inocente y fantástico, la obra de Charles Lutwidge Dodgson es también una novela rebelde, moderna, entretenida y paródica.
Mónica Acebedo
“Creo que sí, que has perdido la cabeza, estás completamente loco. Pero te diré un secreto: las mejores personas lo están”. Lewis Carroll.
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“Creo que sí, que has perdido la cabeza, estás completamente loco. Pero te diré un secreto: las mejores personas lo están”. Lewis Carroll.
Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas es una de las novelas referenciales del siglo XIX y también una de las más importantes representantes de un movimiento que los estudios literarios han denominado el “sinsentido”. Se trata de un texto en donde lo revoltoso se camufla en lo fantástico y lo ingenuo; es al mismo tiempo una obra subversiva, quimérica, surrealista y tremendamente simbólica, llena de juegos que deambulan entre la lógica matemática y la locura racional.
Charles Lutwidge Dodgson publicó esta novela en 1865 bajo el seudónimo de Lewis Carroll. La mayoría de su vida profesional transcurrió como matemático, profesor del Christ Church College de la Universidad de Oxford en Inglaterra y luego como diácono de la Iglesia anglicana. Ocasionalmente escribía poemas y relatos como pasatiempo. Esta novela, en particular, tenía como propósito entretener a Alicia Liddell, la pequeña hija del decano de la facultad para la que trabajaba.
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De hecho, en la ciudad universitaria de Oxford es viable encontrar puertas pequeñas, agujeros mágicos y referencias de los personajes que inspiraron a Carroll en esa aventura narrativa que ha traspasado las barreras del tiempo y se ha inmortalizado en el cine, en el arte y en obra modélica en la literatura.
La trama de la novela está implantada en nuestra memoria: Alicia está con su hermana junto al río, muy aburrida, cuando comienza esta aventura onírica. Observa a un conejo que está muy apurado y no para de mirar su reloj de bolsillo. La niña, extrañada por este suceso, le pregunta que por qué tiene tanta prisa, pero el conejo blanco solo se dice a sí mismo que está muy retrasado. Alicia decide seguirlo por un agujero del que cae a una estancia. Encuentra una puerta y en una mesa la llave para abrirla. Pero la puerta es muy pequeña y no cabe. Ve un letrero que dice “bébeme”. Lo toma y se hace tan pequeña que ahora sí puede acceder. De ahí en adelante Alicia encontrará, además del conejo blanco, los más excéntricos y fantásticos personajes, como la reina de corazones, el sombrerero, el gato de Cheshire, la oruga azul, la liebre de marzo y muchos más.
La historia de una niña que llega a un mundo manejado por el caos y el sinsentido también representa la soledad del ser humano frente a la modernidad que se va insertando en la vida cotidiana de la sociedad inglesa. Son muchos los animales que están solos e indefensos en el relato, la fiesta del té y la ridiculización de una de las más importantes tradiciones inglesas victorianas, la celebración del “no cumpleaños” y otros sucesos del estilo son evidencias paródicas del comportamiento social. La caída por un hueco que está lleno de estanterías de libros es posiblemente una metáfora a la vida académica de la que proviene el autor y la literatura como escape de la presión.
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De la misma manera, la trama deja ver la angustia latente por los cambios en los niños y niñas a medida que van creciendo y se van concientizando de sus cuerpos. Son varios los episodios en los que la protagonista crece o se encoge y casi nunca logra ser del tamaño correcto para la aventura que se le presenta. Por ejemplo, en el capítulo I la niña se siente mal por no poder llegar al jardín (que pareciera simbolizar el Jardín del Edén), ya que es o muy pequeña o muy grande. O en el capítulo V, cuando algunas partes de su cuerpo se comportan de manera independiente (el cuello se estira de forma desproporcionada). “Sabía quién era esta mañana, pero he cambiado varias veces desde entonces”. El llamado y la necesidad de identidad es constante: “Qué extraño es todo hoy! ¡Y ayer sucedía todo como siempre! ¿Habré cambiado durante la noche? Pero si no soy la misma, el asunto siguiente es: ¿quién soy? ¡Ay, ese es el gran misterio!”.
La novela también parece insinuar que la vida de los seres humanos es un rompecabezas y un constante laberinto. Son usuales las situaciones en las que Alicia aplica la lógica del mundo del que proviene, pero no logra dar sentido a la forma como se desarrollan los hechos en el país de las maravillas. Por ejemplo, el juego de críquet con el flamenco como taco y el erizo como bola. No hay orden en el juego, cada jugador interviene cuando quiere… Es como una especie de anarquía ilógica, precisamente todo lo opuesto a la lógica matemática de donde proviene el autor.
Otra de las ideas constantes en la narración es la amenaza de muerte de la que es víctima la protagonista, aunque nunca llegue a materializarse, Alicia terminará por entender que en este mundo maravilloso la muerte es una posibilidad.
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En suma, esta obra ha sido objeto de numerosos análisis, reinterpretaciones y, al igual que otras piezas literarias como Mobby Dick, Huckleberry Finn, Oliver Twist y muchas otras que se camuflan como relato inocente y fantástico, es una novela rebelde, moderna, entretenida y paródica. Sentimientos y problemas sociales se ven reflejados en diversos personajes: la oruga: la incomprensión; el gato: el surrealismo y, tal vez, el sombrerero o la liebre: la locura, que siempre es relativa: “¡No estoy loco! Simplemente mi realidad es muy diferente a la tuya”.