Historia de la literatura: “Atala, o los amores de dos salvajes en el desierto”
En este repaso por la historia de la literatura de Occidente, presentamos una reseña de una de las novelas francesas que marcó la conciencia del romanticismo europeo.
Mónica Acebedo
“Una noche, estando yo sentado a la lumbre que se hacía en el monte, junto con el guerrero destinado a mi custodia, oigo un susurro de ropas que se arrastraban sobre las hierbas, y de repente veo una mujer medio tapada que viene a sentarse a mi lado. Las lágrimas rebosaban en sus párpados, y un pequeño crucifijo de oro brillaba sobre su pecho con el reflejo de la lumbre”.
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“Una noche, estando yo sentado a la lumbre que se hacía en el monte, junto con el guerrero destinado a mi custodia, oigo un susurro de ropas que se arrastraban sobre las hierbas, y de repente veo una mujer medio tapada que viene a sentarse a mi lado. Las lágrimas rebosaban en sus párpados, y un pequeño crucifijo de oro brillaba sobre su pecho con el reflejo de la lumbre”.
A François René de Chateaubriand se le atribuye el título de fundador del Romanticismo en Francia. Nació en 1768 en el seno de una familia de tradición aristócrata; recibió una buena educación y fue admirador de las ideas de Rousseau; miembro activo de los salones intelectuales de París; formó parte del ejército contrarrevolucionario de Luis XVI; exiliado, después de la Revolución francesa, en Estados Unidos y Bélgica; posteriormente, se unió a la administración napoleónica (secretario de la embajada en Roma), pero luego, como defensor absoluto de la monarquía, se enemistó con Bonaparte y recuperó cargos públicos con la Restauración; sin embargo, al final de su vida se dedicó exclusivamente a la escritura. Murió en 1848.
En un ensayo sobre el polémico autor, Alain Verjat establece lo siguiente: “Fue un hombre de contradicciones en un mundo de contradicciones. Adoraba a Rousseau y odiaba a los convencionales; le fascinaba Napoleón, pero se enfrentó a él con la misma obstinación que, monárquico convencido, e incluso ultra, creyó seriamente en la democracia” (“Chateaubriand” en Lecciones de literatura universal, Cátedra, 2012, p. 499).
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Autor de una variedad de géneros literarios: obras de contenido político (Ensayo histórico, político y moral sobre las revoluciones, 1797), novela histórica (Los mártires, 1809) de viajes (Itinerario de París a Jerusalén, 1811); novela autobiográfica (René, 1802); de religión (Genio del cristianismo, 1802) y muchas más. Pero, sin duda, una de las obras que retrata de manera milimétrica el sentimiento romántico a través de la exaltación de la naturaleza es Atala, o los amores de dos salvajes en el desierto, publicada en 1801 y, posiblemente, la que le otorgó el mayor reconocimiento como autor e inspirado en relatos de viajes.
Dice el mismo autor en el prefacio de la obra: “Era todavía muy joven, cuando concebí la idea de hacer la epopeya de la naturaleza, o de pintar las costumbres de los salvajes, contrayéndolas a algún acontecimiento conocido; y no encontré, después del descubrimiento de la América, pasaje más interesante, especialmente para los franceses, que el destrozo de la colonia de los Naches en la Luisiana, año 1727. Todas las tribus indianas conspirando a reponer el Nuevo Mundo en su libertad, al cabo de dos siglos de opresión, presentaban, en mi concepto, al pincel un asunto casi tan feliz como la conquista de México”.
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La trama se presenta con un lenguaje sencillo a partir de dos niveles narrativos. El primero, un hombre mayor de origen indígena, Chactas, que había sido adoptado por una tal López y educado dentro del cristianismo, vuelve a su natal América después de haber viajado a Francia y haber permanecido unos años en la corte. Luego de su regreso, cuenta su historia a René, un joven francés que ha encontrado acogida en la tribu de Chactas y se ha casado con una indígena. El segundo, es, precisamente, el relato de la vida de Chactas.
El contexto temporal de la acción tiene lugar en Luisiana en el siglo XVIII, probablemente de 1727 en adelante, aunque la narración se remonta a 1653, año de nacimiento de Chactas. López había acogido a Chactas; pero, en algún momento de nostalgia por su tribu, este decide regresar. Sin embargo, en el camino es atrapado por otra tribu enemiga y condenado a muerte. La hija del jefe de la tribu que lo tiene prisionero es una india cristiana llamada Atala, que lo rescata de la muerte. Huyen juntos, pero el suyo es un amor imposible, pues Atala nunca podrá casarse, pues al momento de su nacimiento casi muere y su madre le había prometido a Dios que, si su hija vivía, sería siempre virgen. Chactas acude a un misionero para que libere a Atala de su promesa, pero cuando llega con el sacerdote ya Atala se ha envenenado, porque estaba convencida de que la muerte era la única alternativa para mantener su virtud.
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El drama amoroso dialoga con una minuciosa descripción de la geografía americana, que precisamente se convierte en tópico romántico, pero que cobra más relevancia por la idealización del mundo indígena preeuropeo, considerado una especie de paraíso terrenal. El argumento resalta el concepto del buen salvaje, que está lleno de virtudes que se complementan con el cristianismo. En ese sentido, defiende el cristianismo como religión suprema y civilizadora. Por eso, la prosa deambula entre el sentimentalismo y la moral religiosa. Pero, de alguna manera, la trama también constituye un sostén para la existencia del autor que añora el pasado.
Es decir, las dos culturas y religiones son válidas; una se complementa a la otra. La cultura indígena termina por verse renovada o, incluso, perfeccionada por las bondades del cristianismo. Ahora, el autor también pone de presente la crueldad de algunas tribus indígenas, en tanto que los misioneros cristianos siempre se presentan como buenos y caritativos.
En resumen, nos encontramos ante una de las novelas que mejor representan la conciencia romántica, pero que, además, constituye una alabanza al cristianismo.
Por un lado, tenemos las peripecias del joven Chactas, que es salvado por una cristiana y, por otro, la castidad de la heroína de la novela. La obra presenta la armonía de la religión yuxtapuesta en un escenario natural y exótico, junto con las grandes incidencias del corazón humano: la pasión amorosa es descrita como una forma de sacrificio y la muerte como la apología del deseo carnal.