Historia de la literatura: “Crimen y castigo”, Fiódor M. Dostoievski
“En la pobreza, uno conserva la nobleza de sus sentimientos innatos; en la indigencia, nadie puede conservar nada noble”, “Crimen y castigo”.
Mónica Acebedo
En esta historia de la literatura, me voy a adelantar en el paso del siglo XIX, con el propósito de complementar el homenaje a Fiódor Dostoievski con motivo de los 200 años de su natalicio. Son varios los eventos y referencias que se hacen por estos días: Andrés Osorio, en este mismo diario, presentó un reflexión sobre la época zarista en la que vivió el autor y cómo los cuestionamientos del momento, “individualismo, nihilismo y existencialismo, son algunos de los ismos más presentes en la narrativa de Fiódor Dostoievski”; Fernando Araújo Vélez se refirió también, en el Magazín Cultural, a los aspectos biográficos del autor que se vieron reflejados en su obra, en un artículo llamado “El salto de fe de Dostoievski”; la Universidad de los Andes dicta un curso digital gratis sobre la narrativa breve del autor durante todos los jueves de noviembre de 7 a 8:30 de la noche; la Universidad Nacional de Colombia organiza, los días 10, 11 y 12 de noviembre, un congreso internacional denominado: “Retratos de Dostoievski: poética, ideología, herencia”, en el cual participará Alejandro Ariel González, presidente de la Sociedad Argentina de Dostoievski, con una charla sobre las traducciones y recepción del afamado autor ruso en el mundo.
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Son casi inacabables las perspectivas desde las cuales se puede analizar la obra de este autor que nació el 11 de noviembre de 1821 y dejó marcada su huella en la historia de la literatura universal. Dentro de este recuento me voy a referir a una de sus obras más conocidas y tal vez una de las que más se identifica con el sello del autor: Crimen y castigo, publicada por primera vez en 1886.
Raskolnikov es un estudiante pobre que vive en el altillo de una casa en San Petersburgo. Como no tiene dinero, para empeñar su reloj acude a casa de una prestamista llamada Alyona Ivanovna, quien se caracteriza por ser una mala mujer, usurera, estafadora, embustera y que abusa de la gente con necesidades. Empieza a fraguar el asesinato de la vieja porque es una mujer que no le conviene a la sociedad. En el momento del crimen se ve obligado a matar también a la hermana de la víctima. El protagonista ha teorizado y está convencido de que algunos seres humanos son superiores al resto y tienen la posibilidad moral de acabar con la vida de otra persona. En ese sentido, el homicidio de una persona que denigra a la sociedad no es condenable, siempre y cuando sea perpetrado por ese “superhombre” que es él. No obstante, luego de cometer el doble crimen, la culpa, un hombre alcohólico atropellado, el amor a una mujer, la investigación policial, las peripecias y los sufrimientos de su madre y hermana, sus reflexiones éticas y morales sobre el ser social y su propia conciencia interior lo atormentarán permanentemente. Dice la narración:
“Y ahora sé que quien es dueño de su voluntad y posee una inteligencia poderosa consigue fácilmente imponerse a los demás hombres; que el más osado es el que más razón tiene a los ojos ajenos; que quien desafía a los hombres y los desprecia conquista su respeto y llega a ser su legislador. Esto es lo que siempre se ha visto y siempre se verá. Hay que estar ciego para no advertirlo”.
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La profundidad psicológica de los personajes y la fuerza de la trama logran que el receptor de la historia sea cómplice del protagonista, ese ser alienado de la sociedad que considera que es superior al resto y, por eso, no se puede relacionar con otras personas. Adicionalmente, utiliza la polifonía como mecanismo narrativo, ya que cada uno de los personajes expresa en la novela su forma de ver el mundo. Es decir, se escuchan los puntos de vista y las perspectivas vitales interiores de cada uno de los personajes principales, porque es cada persona, no el narrador, la encargada de referir los más íntimos pensamientos de su consciencia. En ese sentido, los personajes son el sujeto de su propio discurso.
Se trata de una novela psicológica en la que se presenta una lucha interior del protagonista entre la bondad y el sentimentalismo, por un lado y, entre lo racional y lo emocional, por otro. En la introducción de la edición de Porrúa, 2016, Gerardo Martínez explica lo siguiente: “Una de las constantes ideologías de Crimen y castigo consiste en exponer la oposición entre las reflexiones epistemológicas o analíticas y las expresiones volitivas o carnales del personaje, lo que nos pone al abrigo de una conexión mecánica entre el adentro psicológico y el afuera situacional del relato, y donde el resultado es más bien el conflicto permanente entre los estados psicológicos, siempre subjetivos y su conexión con la realidad, siempre objetiva” (P. XI).
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En pocas palabras, Crimen y castigo es una de las obras esenciales de la literatura universal. El asesinato que sirve como eje argumental de la novela está narrado a partir de un realismo tan verosímil que hace que el lector experimente de manera fidedigna y asombrosa todas los acaecimientos y angustias psicológicas de los personajes. La novela, además, refleja el momento sociocultural de Rusia: convulso, plagado de desigualdades sociales, crisis económicas, angustias existenciales, abusos gubernamentales y un zarismo conflictivo y autoritario.
En esta historia de la literatura, me voy a adelantar en el paso del siglo XIX, con el propósito de complementar el homenaje a Fiódor Dostoievski con motivo de los 200 años de su natalicio. Son varios los eventos y referencias que se hacen por estos días: Andrés Osorio, en este mismo diario, presentó un reflexión sobre la época zarista en la que vivió el autor y cómo los cuestionamientos del momento, “individualismo, nihilismo y existencialismo, son algunos de los ismos más presentes en la narrativa de Fiódor Dostoievski”; Fernando Araújo Vélez se refirió también, en el Magazín Cultural, a los aspectos biográficos del autor que se vieron reflejados en su obra, en un artículo llamado “El salto de fe de Dostoievski”; la Universidad de los Andes dicta un curso digital gratis sobre la narrativa breve del autor durante todos los jueves de noviembre de 7 a 8:30 de la noche; la Universidad Nacional de Colombia organiza, los días 10, 11 y 12 de noviembre, un congreso internacional denominado: “Retratos de Dostoievski: poética, ideología, herencia”, en el cual participará Alejandro Ariel González, presidente de la Sociedad Argentina de Dostoievski, con una charla sobre las traducciones y recepción del afamado autor ruso en el mundo.
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Raskolnikov es un estudiante pobre que vive en el altillo de una casa en San Petersburgo. Como no tiene dinero, para empeñar su reloj acude a casa de una prestamista llamada Alyona Ivanovna, quien se caracteriza por ser una mala mujer, usurera, estafadora, embustera y que abusa de la gente con necesidades. Empieza a fraguar el asesinato de la vieja porque es una mujer que no le conviene a la sociedad. En el momento del crimen se ve obligado a matar también a la hermana de la víctima. El protagonista ha teorizado y está convencido de que algunos seres humanos son superiores al resto y tienen la posibilidad moral de acabar con la vida de otra persona. En ese sentido, el homicidio de una persona que denigra a la sociedad no es condenable, siempre y cuando sea perpetrado por ese “superhombre” que es él. No obstante, luego de cometer el doble crimen, la culpa, un hombre alcohólico atropellado, el amor a una mujer, la investigación policial, las peripecias y los sufrimientos de su madre y hermana, sus reflexiones éticas y morales sobre el ser social y su propia conciencia interior lo atormentarán permanentemente. Dice la narración:
“Y ahora sé que quien es dueño de su voluntad y posee una inteligencia poderosa consigue fácilmente imponerse a los demás hombres; que el más osado es el que más razón tiene a los ojos ajenos; que quien desafía a los hombres y los desprecia conquista su respeto y llega a ser su legislador. Esto es lo que siempre se ha visto y siempre se verá. Hay que estar ciego para no advertirlo”.
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Se trata de una novela psicológica en la que se presenta una lucha interior del protagonista entre la bondad y el sentimentalismo, por un lado y, entre lo racional y lo emocional, por otro. En la introducción de la edición de Porrúa, 2016, Gerardo Martínez explica lo siguiente: “Una de las constantes ideologías de Crimen y castigo consiste en exponer la oposición entre las reflexiones epistemológicas o analíticas y las expresiones volitivas o carnales del personaje, lo que nos pone al abrigo de una conexión mecánica entre el adentro psicológico y el afuera situacional del relato, y donde el resultado es más bien el conflicto permanente entre los estados psicológicos, siempre subjetivos y su conexión con la realidad, siempre objetiva” (P. XI).
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