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“Los libros no sirven. Un hombre necesita a alguien, alguien que esté cerca. Uno se vuelve loco si no tiene a nadie”.
Steinbeck
John Steinbeck (1902-1968) se definió a sí mismo como la conciencia de la nación. Retrató los problemas sociales derivados de la Gran Depresión, pero además se centró en explorar el destino y la injusticia que padecían las personas que inmigraron de los Grandes Planos a California. Esta corta novela publicada en 1937 relata la historia de dos hombres que van de rancho en rancho trabajando en el campo.
Su crítica social lo llevó a ser un autor alabado, pero también fue estigmatizado y calificado de moralista y sentimental. En todo caso, se convirtió en uno de los referentes literarios más importantes de una nación en crisis. Hace 20 años Javier Aparicio, en una de sus columnas periodísticas en El Periódico, de Catalunya, se refirió a este gigante de las letras estadounidenses con la siguiente frase que, sin duda, sigue vigente: “Quizá nadie como el norteamericano John Steinbeck entendió el concepto de literatura comprometida y, en consecuencia, retrató una época de sufrimiento colectivo y conflicto social como la que tal vez se nos avecina: la Depresión de los años 30, cuyo clima injusto le marcó para siempre”. (Lecturas de ficción contemporánea, Cátedra, 2009, p. 143).
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John Ernst Steinbeck nació el 27 de febrero en 1902 en Salinas, California. De hecho, esa zona se convirtió en el contexto geográfico de gran parte de su obra literaria. Además, él siendo un adolescente vivió muy de cerca el campo y la vida rural de los trabajadores que se mueven por los ranchos californianos. En 1919 logró entrar a la Universidad de Stanford. Estuvo seis años, pero finalmente dejó los estudios y no obtuvo ningún grado. Posteriormente trabajó como reportero en un periódico local. Desde esa época se interesó por la escritura. Publicó su primera novela, Cup of Gold en 1929. Luego con la publicación Tortilla Flat (1935) se convirtió en un escritor reconocido. En 1937 publicó Las uvas de la ira, que retrata la vida de una familia inmigrante. Con esta novela ganó el Premio Pulitzer. En 1962 también el Premio Nobel de Literatura. Murió en Nueva York en 1968.
Son famosas sus palabras del discurso de aceptación del Premio Nobel: “(…) La literatura no fue promulgada por un grupo de sacerdotes críticos, pálidos y emasculados que cantaban sus letanías en una iglesia vacía, ni tampoco es un juego para los elegidos al claustro, los mendicantes de hojalata de un desespero barato. La literatura es tan antigua como el habla. Surgió de la necesidad humana y no ha cambiado, excepto para hacerse más necesaria. Los escaldos, los bardos y los escritores no son un grupo exclusivo ni separado. Desde el principio sus funciones, sus deberes, sus responsabilidades han sido decretadas por nuestra especie. La humanidad ha pasado por un tiempo gris y desolado de confusión. Mi gran predecesor, William Faulkner, al hablar aquí se refirió a este como una tragedia de temor físico universal, sostenido por tanto tiempo que no hubo ya más problemas del espíritu, de manera que escribir sobre el corazón humano en conflicto consigo mismo pareció ser lo único digno de emprender (…)”.
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De ratones y hombres es, a mi juicio, su novela más emotiva. George y Lennie son dos amigos que llegan a trabajar a un rancho en California luego de que tuvieron que salir huyendo de su trabajo anterior por una acusación de abuso sexual. Lenni sufre de una limitación cognoscitiva y afectiva. George está a cargo de él por recomendación de su difunta tía, pero le hace saber que es una carga y que si no lo tuviera estaría mejor: “(…) Si yo estuviera solo viviría tan bien… Conseguiría un empleo y trabajaría sin tropiezos… Nada de sustos… Y cuando llegara a fin de mes podría cobrar mis cincuenta dólares y podría ir a la ciudad y comprar lo que quisiera. ¡Podría estar toda la noche en un burdel! (…)”. Lenni es grande, fuerte y muy buen trabajador. Le gusta mucho acariciar la piel de los ratones y otros animales, pero como tiene mucha fuerza, a veces, sin querer, termina por matarlos. La trama gira alrededor de la vida de estos dos hombres y el resto de los trabajadores durante los pocos días de estancia en la granja. Los protagonistas sueñan con tener un pedazo de tierra para poder cultivar y vivir el resto de sus días.
Es un retrato detallado de un grupo social marginado y al mismo tiempo es una evocación a la amistad y a la soledad: “La voz de George se hizo más profunda. Repitió sus palabras rítmicamente como si las hubiera dicho muchas veces antes. Los tipos como nosotros, que trabajan en ranchos, son los tipos más solitarios del mundo. No tienen familia. No pertenecen a ningún lugar. Vienen a un rancho y hacen una estaca, y lo primero que sabes es que están golpeando su cola en algún otro rancho. No tienen nada que esperar”.
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En resumen, se trata de una narración sensible y contundente en la que se traslucen numerosos temas sociales como la pobreza, la inmigración, la discapacidad, el sueño de la tierra propia, el amor, la compasión, el maltrato y la masculinidad. Se siente la influencia de otros autores como Hemingway y Faulkner. Como complemento de la lectura de esta gran obra recomiendo la película de 1992, dirigida y protagonizada por Gary Sinise, que es igualmente conmovedora y muy bien lograda.