Historia de la literatura: “De sobremesa”
Un acercamiento a la única novela escrita por el autor colombiano José Asunción Silva, quien creció rodeado de un ambiente intelectual, pues a su casa asistían personalidades como José Manuel Marroquín y Jorge Isaacs, entre otros.
Mónica Acebedo
Uno de los autores que sirven de bisagra de los siglos XIX y XX es el colombiano José Asunción Silva, un poeta cuya obra traspasó las fronteras del tiempo y el espacio, no solo por sus escritos modernistas, sino también por el simbolismo romántico de su muerte: se disparó un tiro en el centro del corazón. Este hecho, que ha sido cuestionado por la ficción, por ejemplo, en la magnífica novela El libro de la envidia, de Ricardo Silva Romero, quien argumenta que el poeta no se suicidó, sino que lo mataron, y también, por muchos otros artículos, ensayos y teorías historiográficas, ha creado junto con su obra una leyenda inmortal en la historia literaria colombiana.
En este sentido se expresa Remedios Mataix en la introducción de edición de Cátedra, que contiene una selección de poemas y la novela, a la que me refiero en esta reflexión: “Con el tiempo, el autor se ha convertido en su país en una especie de mito nacional; su obra, en el punto de partida de la tradición cultural colombiana del siglo XX; su leyenda, en una alegoría del artista frente a la sociedad burguesa, válida para todo el fin de siglo latinoamericano; y su trayectoria intelectual, en una ejemplar manifestación de esa crisis espiritual que, como ya estableciera Federico de Onís al definir el Modernismo, acompaña la transición del siglo XIX al XX” (intro, ed. Cátedra, 2006, p. 12).
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José Asunción Silva nació en Bogotá el 27 de noviembre de 1865. Hijo del comerciante Ricardo Silva y de Vicenta Gómez, ambos procedentes de prestigiosas familias capitalinas. Fue educado en un ambiente intelectual con altos estándares culturales. Lector precoz, artista consumado y poeta con tan solo diez años. Su familia sufrió una quiebra que se agravó con la pérdida de la herencia del padre del poeta. Por esta razón, cuando terminó el colegio se vio obligado a atender el almacén de su padre y, como dice Enrique Santos Molano, uno de sus biógrafos, ese mostrador le sirvió como laboratorio de observación social y psicológica. Más adelante, logró viajar a París, donde conoció al poeta Mallarmé y a muchos otros personajes de los círculos intelectuales parisinos, que, sin duda, moldearían varios aspectos modernistas de su obra poética. Diversos hechos familiares lo afectaron profundamente: la muerte de su padre, las malas inversiones posteriores, la trágica muerte de su hermana, a quien adoraba (dicen las malas lenguas que de una manera casi incestuosa), y múltiples problemas financieros. Luego de varias publicaciones de sus poemas y de algunos puestos diplomáticos, el poeta, con solo treinta años, se suicidó el 23 de mayo de 1896, después de pedirle a un amigo médico que le indicara la ubicación exacta del corazón.
Además de su vasta obra poética, solo escribió una novela: De sobremesa, en 1895, aunque fue publicada en 1925. Se trata de una narración en prosa sobre un poeta, José Fernández, quien, durante una sobremesa, lee a sus amigos su diario de cuando estuvo en Europa (París, Suiza y Londres). En la velada describe a los artistas del pasado a partir de las patologías médicas propias de los alienistas, como se referían a los médicos especialistas en enfermedades mentales. El hilo argumental de la trama es el recuento de su enamoramiento de una tal Helena (quien después nos dará a los lectores una sorpresa), situación que dialoga con numerosos hechos, que van marcando el sentido modernista de la novela.
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Los objetos artísticos, los viajes, la percepción del mundo y la cultura quedan incluidos en una narración que da cuenta del panorama ideológico e intelectual del momento y la visión latinoamericana de lo que está ocurriendo en Europa. Se moviliza entre la parodia y la alegoría para mostrar la transición del individuo de un mundo exterior hacia las vivencias muy intimistas del protagonista. También muestra la vida del dandy en la sociedad, el decadentismo del hombre burgués y las contradicciones con la Revolución industrial.
Posiblemente, se trata de una proyección de su propia vida, sus dudas y sus crisis. De hecho, uno de los tópicos constantes a lo largo de la novela es la búsqueda, en todo sentido. Sin embargo, hechos biográficos y la trama de los versos escritos confluyen en la narración. Utiliza el esquema narratológico de las cajas chinas a partir de dos líneas temáticas: la degeneración, por un lado, y la incapacidad de la ciencia, en general, y la medicina, en particular, para resolver las dolencias del personaje, que se circunscriben a lo existencial y lo espiritual.
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En suma, De sobremesa es una obra esencial para entender la visión del intelectual latinoamericano del fin del siglo. La novela es poética, romántica, entretenida y a la vez angustiosa. Y, se siente la fuerte influencia de autores como Baudelaire o el mismo Nietzsche. Pero, sobre todo, convierte a su autor en uno de los pioneros, junto con Rubén Darío, de la literatura modernista en América Latina.
Uno de los autores que sirven de bisagra de los siglos XIX y XX es el colombiano José Asunción Silva, un poeta cuya obra traspasó las fronteras del tiempo y el espacio, no solo por sus escritos modernistas, sino también por el simbolismo romántico de su muerte: se disparó un tiro en el centro del corazón. Este hecho, que ha sido cuestionado por la ficción, por ejemplo, en la magnífica novela El libro de la envidia, de Ricardo Silva Romero, quien argumenta que el poeta no se suicidó, sino que lo mataron, y también, por muchos otros artículos, ensayos y teorías historiográficas, ha creado junto con su obra una leyenda inmortal en la historia literaria colombiana.
En este sentido se expresa Remedios Mataix en la introducción de edición de Cátedra, que contiene una selección de poemas y la novela, a la que me refiero en esta reflexión: “Con el tiempo, el autor se ha convertido en su país en una especie de mito nacional; su obra, en el punto de partida de la tradición cultural colombiana del siglo XX; su leyenda, en una alegoría del artista frente a la sociedad burguesa, válida para todo el fin de siglo latinoamericano; y su trayectoria intelectual, en una ejemplar manifestación de esa crisis espiritual que, como ya estableciera Federico de Onís al definir el Modernismo, acompaña la transición del siglo XIX al XX” (intro, ed. Cátedra, 2006, p. 12).
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José Asunción Silva nació en Bogotá el 27 de noviembre de 1865. Hijo del comerciante Ricardo Silva y de Vicenta Gómez, ambos procedentes de prestigiosas familias capitalinas. Fue educado en un ambiente intelectual con altos estándares culturales. Lector precoz, artista consumado y poeta con tan solo diez años. Su familia sufrió una quiebra que se agravó con la pérdida de la herencia del padre del poeta. Por esta razón, cuando terminó el colegio se vio obligado a atender el almacén de su padre y, como dice Enrique Santos Molano, uno de sus biógrafos, ese mostrador le sirvió como laboratorio de observación social y psicológica. Más adelante, logró viajar a París, donde conoció al poeta Mallarmé y a muchos otros personajes de los círculos intelectuales parisinos, que, sin duda, moldearían varios aspectos modernistas de su obra poética. Diversos hechos familiares lo afectaron profundamente: la muerte de su padre, las malas inversiones posteriores, la trágica muerte de su hermana, a quien adoraba (dicen las malas lenguas que de una manera casi incestuosa), y múltiples problemas financieros. Luego de varias publicaciones de sus poemas y de algunos puestos diplomáticos, el poeta, con solo treinta años, se suicidó el 23 de mayo de 1896, después de pedirle a un amigo médico que le indicara la ubicación exacta del corazón.
Además de su vasta obra poética, solo escribió una novela: De sobremesa, en 1895, aunque fue publicada en 1925. Se trata de una narración en prosa sobre un poeta, José Fernández, quien, durante una sobremesa, lee a sus amigos su diario de cuando estuvo en Europa (París, Suiza y Londres). En la velada describe a los artistas del pasado a partir de las patologías médicas propias de los alienistas, como se referían a los médicos especialistas en enfermedades mentales. El hilo argumental de la trama es el recuento de su enamoramiento de una tal Helena (quien después nos dará a los lectores una sorpresa), situación que dialoga con numerosos hechos, que van marcando el sentido modernista de la novela.
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